Los iraquíes votaron ayer para elegir un nuevo Parlamento, que tendrá que supervisar la reconstrucción de un país devastado después de tres años de guerra contra el grupo islamista radical Estado Islámico (EI). Los votantes mostraron su voluntad de cambio para recomponer el país, aunque estos comicios se caracterizaron por la baja participación ciudadana (alrededor del 44,5% del padrón). Muchos de los sufragistas, de distintas confesiones y provincias, afirmaron votar para expulsar a los que llamaron los tiburones de la corrupción. En febrero, Bagdad obtuvo 30.000 millones de dólares en compromisos de sus aliados para rehabilitar sus deficientes estructuras, pero los habitantes temen que ese dinero acabe llenando los bolsillos de los políticos. “Voté por un candidato que nunca se había presentado, espero que estos nuevos respondan a los deseos de los iraquíes que sufren de la corrupción desde hace 15 años”, explicó Mohamed Jaafar, de 80 años, en la provincia de Diwaniyah, al sur de Bagdad. Fue la primera vez que los chiítas, comunidad mayoritaria en Irak, no se presentaban en una lista común. Sin embargo, su fragmentación no debería alterar el equilibrio de fuerzas intercomunitarias en un sistema político pensado para que ninguna formación tenga una posición dominante y así evitar la vuelta a la dictadura. También se espera que la minoría sunita, que dominó el país hasta la caída de Saddam Hussein hace 15 años, siga ocupando una posición marginal.