Según Slavoj Zizek Picnic at Hanging Rock (Peter Weir, 1975) es una de esas películas cuya riqueza pasa más por el clima de misterio que por la develación del mismo. Para el filósofo esloveno se trata de una obra maestra comparable con Stalker (Andréi Tarkovski; 1979) por el modo en que presenta cierta “zona” inexplicable y desconocida. Es que hay un enigma mayor detrás del paradero de las alumnas de un internado australiano que junto a una profesora se perdieron en medio de una salida escolar. ¿Qué sucedió con ellas? ¿Un asesinato impronunciable de índole sexual? ¿Un accidente mortal? ¿Fueron partícipes inocentes de un evento sobrenatural? ¿Abducidas por una fuerza mitológica y siniestra? El 25 de mayo, la remake de ese film de culto llega a Amazon Prime Video e intentará dar más respuestas –o sumar nuevas preguntas– bajo un formato de seis episodios de una hora.

La cuestión nos remonta al día de San Valentín de 1900 en la región rocosa que le da título a la serie. La aventurera Miranda, la mimada Irma y la inteligente Marion desaparecen en ese enclave geológico tan encantador como encantado. Sobre este lugar, un cerro Uritorco aussie, sobrevuelan mitos como el de figurar un pliegue espacio-temporal. Junto al trío se esfuma la casta y racional profesora de matemáticas y geografía. La última vez que se la vio a Miss Craw estaba comportándose de forma rara y alocada. Además de seguir el rastro de las mujeres, la ficción juega con los tiempos para profundizar sobre los extraños sucesos que circundan al hecho. Es que los relojes se detuvieron, el cielo estalló de colores y las chicas –que decían tener sus motivos para huir– parecen haber sido literalmente tragadas por la tierra. Además husmea en el resto del staff escolar y los chismeríos en un pueblo donde muchos tienen algo que esconder. 

Dado el contexto, los usos y costumbres victorianos son fundamentales en la trama. Y en este caso es más que un simple detalle decorativo, tiene justificación directa por el modo en el que las imposiciones hacen mella en los personajes femeninos, constriñendo a esas jóvenes en su despertar hormonal y sobre el deber ser de las más adultas con todas las ambigüedades morales de esa era. Es por eso que el gran personaje de la entrega es Mrs. Hester Appleyard (Natalie Dormer de Game of Thrones). La directora de la institución es una maliciosa viuda con un pasado a ocultar, una guerrera impaciente con sus alumnas, encorsetada y desquiciada al mismo tiempo. Una figura al estilo de la madre de Carrie con dolorosos consejos para las suyas. “Los contratiempos van a definir tu vida”, le dice a una alumna que tiene su primera menstruación justo en el día de la salida.  “Ella viene de Londres con toda su rigidez y de repente se encuentra afectada por todo lo majestuoso y la locura del interior australiano”, dijo la actriz. 

Técnicamente, la serie es una nueva readaptación de la novela que escribiera Joan Lindsay en 1967 y que forma parte del folclore del gigante oceánico (son muchos los que creen que está basada en eventos reales) aunque la referencia más fuerte es la cinematográfica. De hecho, los productores manifestaron que les costó encontrar un realizador por la devoción hacia ese largometraje clave en la nueva ola australiana de los 70. Finalmente la elegida fue Larysa Kondracki con un largo currículum en series como The Americans, Halt and Catch Fire, Legion y Better Call Saul. A diferencia del aire etéreo y narcótico de la versión de Weir, la canadiense optó por una estética pesadillesca, de colores y paneos exuberantes donde el detallismo por la ambientación  es particularmente inquietante.  

Las jóvenes –lejos de ser flores delicadas– están fogueadas por el espíritu que Sofia Coppola supo retratar del interior adolescente en Las Vírgenes Suicidas (2000) y El Seductor (2017), sendas reversiones de la masterpiece de Weir. En este caso, hay cierta propensión a la descontextualización como si la atmósfera del nuevo siglo sirviera a los propósitos actuales de debates de género. La producción se conecta con el actual interés de historias centradas en personajes femeninos fuertes y donde los hombres aparecen retratados en su peor versión. “Escaparemos”, dice una de ellas antes de adentrarse a lo inexplorado. Picnic at Hanging Rock invita a sumergirse en ese viaje.