Aterrados y orgullosos dice de sí el trío que conforman Julián Venegas, Florencia Bobadilla y Lucho Guedes. Guedes, eso sí, como "director de cine" del asunto. El repertorio es suyo, es nuevo, en el marco de esta singular propuesta que se estrena hoy a las 21, en el Petit Salón de Plataforma Lavardén (Mendoza 1085). "Si bien hice cosas con los dos, por separado, la presentación en Lavardén es el estreno de Aterrados y orgullosos. Me encantaría que esto terminara en un disco en vivo, porque tiene toda una puesta en escena que me parece interesante, que le da un juego teatral específico", explicó el músico a Rosario/12. Y puntualiza: "Voy a estrenarme en este rol de charlatán arriba del escenario, sin cantar, sino conversando, estableciendo un diálogo con el público. Para mí es algo absolutamente novedoso".

Atento a la dimensión literaria de la canción, Guedes ha trazado un recorrido que le ha valido reconocimiento, colaboraciones entre pares, y la edición de dos discos: Mañana nadie se acuerda (2011) y Soy una tarada (2015). "Ya en Soy una tarada hay una búsqueda en un sentido similar, en donde me gustó jugar a no estar como cantante sino como una especie de director de cine, para decidir cuáles eran las historias y buscar una voz adecuada para hacer cada uno de los personajes. Porque las canciones son recreaciones de las voces de diferentes personajes, quería buscar un cantante para cada uno y una instrumentación específica para cada relato. La verdad es que me gusta mucho esto de que canten otros, porque cuando la canción pasa por otro, es cuando aparecen rasgos de los personajes", agrega Guedes.

-‑¿Cómo es ese diálogo entre ustedes, cómo los dirigís?

-‑Hay algo que uno aprende con el tiempo y la edad: lo principal es trabajar con gente con la cual uno se lleve bien, para poder trabajar en paz (risas). Tanto con Flor como con el "Chula" (se refiere a Bobadilla y Venegas, respectivamente) somos grandes amigos. Con Flor nos conocimos porque la busqué a partir de escucharla cantar. Me había llamado la atención el trabajo que hace en cuanto a la dicción y la búsqueda de giros lingüísticos propios del litoral, cuando canta música de esa región; me llamó mucho la atención esta búsqueda prosódica. Después me puse a investigar y me di cuenta de que era actriz, tenía todo un trabajo al respecto; la convoqué y terminamos siendo amigos. Ella entiende muy bien el rol, porque cuando buscás la voz de una canción no se trata sólo de cantar e impostar bien, sino de encontrar el personaje, en función de la puesta ficcional. Y el "Chula" también estudia teatro y tiene muy claro esto. Como cantante me parece técnicamente extraordinario. Los dos tienen en común no buscar sobresalir técnicamente, o exigir la voz a un extremo tal que se vuelva la protagonista, sino que saben adaptar sus recursos vocales artísticos al proyecto.

-‑Me gusta esto de pensar la puesta ficcional de la canción.

-‑Yo tengo mi militancia dentro del arte, y mantengo la idea de que la canción es un género literario. Hace mucho que estoy tratando de encontrar un espacio académico para la cancionística, donde poder sostener algunas discusiones que impliquen un abordaje en relación a la historia desde el arte, para poder pensar la canción desde el lenguaje de la filosofía del arte, el lenguaje de la historia, el lenguaje de la teoría literaria. Estoy muy abocado a ese tipo de discusión. Cuando subo al escenario, lo primero que me sale es empezar a discutir lo que son cancionística y literatura, y en un momento me empezó a gustar subir y leer, charlar con el público, plantear discusiones; de alguna manera, liberarme del canto implica permitirme más ese personaje.

-‑Las canciones son hijas de su tiempo, ¿qué tiempo es éste?

-‑Creo que son tiempos de mierda, para todo el mundo. Sobre todo si sos un artista independiente. Mi elección fue la de apostar a mi arte como una forma de literatura, de leer el contexto social. Me dedico a la docencia, la investigación, vivo de eso; salgo a exponer mi arte, a proponer una canción que esté discutiendo, dialogando con el contexto actual. Y el diálogo es siempre incómodo. Creo que es algo que sucede en cualquier época, lo señala la historia del arte en general, cuando el artista dialoga con el presente y plantea problemas siempre es un lugar incómodo, pero yo lo elegí y me gusta.

-‑Sos un observador cotidiano, de personajes que no suelen ser privilegiados, de una voz a veces incómoda.

-‑Hay una cuestión, por más que se esté tratando de reproducir una voz particular, implícitamente se hace referencia a una realidad social, global, que compartimos todos. Lo que me pasó, como le pasa a cualquiera, es que uno va cambiando, y una vez que entiendo el recurso que estoy empezando a repetir necesito alejarme, no porque no me guste, sino porque cuando uno entiende el procedimiento está bueno empezar a buscar otros.