El escenario electoral santafesino parecía mucho más acomodado que el nacional de cara a las elecciones de 2019, pero esas seguridades parecen haberse contagiado de la volatilidad política general. Por más que el gobierno de Mauricio Macri intente disimular las heridas que le produjeron las esquirlas de la corrida cambiaria y la utilización del último recurso que es el Fondo Monetario Internacional; los impactos están a la vista, apenas ocultos tras la desorientación opositora.

Está claro que los desatinos oficiales sueldan a los opositores. Sin la crisis económica que puso en zozobra al país entero hubiese sido difícil imaginar un acuerdo tan cerrado como el que se dio en Diputados para retrotraer el tarifazo a los valores del 2017. Habrá que ver si el impulso alcanza para unir a los esquivos senadores nacionales del peronismo en las próximas semanas.

Cambiemos fue una marca exitosa en las legislativas del año pasado en Santa Fe. De otra manera hubiese sido inimaginable que un hombre llamado Albor Cantard hubiese ganado esos comicios en la categoría a diputado nacional. Pero el macrismo sabe un par de cosas: para gobernador no tiene un buen candidato y la marca ha bajado su precio de manera precipitada. Es un problema aunque no tan grave si se tiene en cuenta que la pelea de fondo serán las presidenciales. Cuando los jefes políticos ponen en disputa sus propios cargos, hay cosas que pueden quedar relegadas. Claro que no es la misma visión que tienen los dirigentes del PRO santafesino que querrán dar sus propias batallas. El único candidato instalado y con serias posibilidades es Roy López Molina para la intendencia de Rosario. Por eso en todas estas semanas -más allá de algunas cuestiones familiares atendibles‑ estuvo prácticamente ausente de los debates ciudadanos. Con la única excepción de la discusión por las reglas para la noche rosarina. Ahí López Molina se mueve con comodidad porque puede recordar que fue uno de los artífices que impidió que se abriera el boliche Esperanto de la mano del narco más famoso de la ciudad: Luis Medina, asesinado a fines de 2013. Para los militantes del PRO santafesino bajó en las últimas semanas el mismo instructivo que Jaime Durán Barba distribuyó en todo el país. Ahí se recomienda "no pelearse con la gente", "aceptar las críticas" y "evitar alusiones al 2001". El teórico ecuatoriano sigue siendo duramente criticado pero -por el momento‑ ha demostrado ser como maná caído del cielo para los macristas que continúan empecinados en el escenario y lenguaje bélicos para las próximas elecciones. Si no, no se entiende muy bien por qué el presidente trajo a colación "los bolsos revoleados en un convento" como lo hizo en la curiosa conferencia de prensa donde su autocrítica más profunda fue la de "haber sido demasiado positivo". Lo mismo que pasa con la marca Cambiemos pasa con la agitación del fantasma del gobierno anterior: El impacto ya no es el mismo. Las penurias del presente van sepultando poco a poco los enconos con el pasado. Y en ese marco la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner hace el silencio más estratégico que se haya visto en la política argentina.

 

Andres Macera

 

El peronismo santafesino se entusiasma con la figura de Omar Perotti. El senador nacional empieza a cosechar los frutos de la necesidad de trazar un horizonte amplio y frentista que supere las rencillas internas para devolver al PJ al poder en la Casa Gris después de 12 años de hegemonía socialista. Se puede hacer y se demostró en las internas entre Agustín Rossi y Alejandra Rodenas en las PASO del año pasado.

En la pública, ya no existen críticas kirchneristas para Perotti y el ex intendente de Rafaela se concentra pura y exclusivamente en la agenda provincial sabiendo que los cantos de sirena nacionales (esos que han llegado a mencionarlo como posible candidato a presidente) sólo intentan desgastarlo en el territorio.

El instalado candidato a gobernador se preocupa ahora por Rosario y Santa Fe, las dos principales ciudades donde el peronismo tendrá más dificultades para cosechar votos en grandes cantidades. En ambas hay buenos candidatos a intendente ya consolidados pero con dificultades para seguir sumando hacia el lado del electorado independiente. Es en ese marco donde se comenzó a recortar la figura del diputado nacional del Frente Renovador Alejandro Grandinetti. Pero harán falta muchas reuniones para poder sumarlo al esquema del peronismo rosarino. El mismo Grandinetti figura además con chances dentro de otro armado político que tiene a un sector del socialismo como principal impulsor de un frente con sectores del peronismo. Otra coalición para la que tendrán que remar en forma para alcanzar una síntesis electoral. Si es que se alcanza.

La foto de la inauguración del Centro de Estudios Municipales y Provinciales (Cemupro) en Buenos Aires, dejó pensando a más de uno. Allí se podía ver a Antonio Bonfatti abrazado al Chino Navarro, a Luis Contigiani haciendo lo mismo con Ricardo Alfonsín, mientras que Daniel Filmus, Victoria Donda, Alberto Fernández y Fabiana Ríos, cerraban el cuadro. Es obvio que las conversaciones cruzadas entre distintos sectores antimacristas están en su apogeo.

Para después del mundial, el peso político de Miguel Lifschitz será ostensiblemente menor. Sin posibilidades de sacar la reforma constitucional y, por lo tanto, sin chances para una reelección; el gobernador intentará despedirse con la mejor imagen que pueda de su gestión de cara a una posible candidatura nacional que le permita conservar predicamento dentro del socialismo. Pero en el PS el mazo de cartas desde donde repartir volverá a manos del ex gobernador Antonio Bonfatti y su ex ministro Rubén Galassi. Ambos son los que tejen desde hace meses relaciones con sectores del peronismo provincial no alineados con Perotti.

Por el lado del radicalismo, la presencia hoy en Rosario del jefe del bloque de Cambiemos Mario Negri, viene a ordenar la tropa para que ya no quede ni un solo sector de la UCR santafesina navegando a media agua entre la coalición con el PRO y la alianza con el socialismo. Es el principio del final del mosaico político que hasta ahora se conocía en la provincia.