Fausto Jones Huala tiene 24 años, una hija de pocos meses, y cuando tenía 8 conoció por primera vez la violencia policial. “A los 16 años me detuvieron junto a mi hermano y otro peñi por apoyar la recuperación de tierras de la comunidad Paichil Antriao. En la comisaría nos molieron a golpes, después nos metieron en un calabozo, esposados, arrodillados, sin poder hablar ni movernos. A partir de ese día empecé a sentir problemas para respirar. Tenía una cicatriz como para cinco puntos en la boca porque me pegaron un itakazo y casi me desmayaron –contó el joven mapuche a revista Cítrica–. A Facundo ese día le desfiguraron la cara, producto de los golpes que le daban contra la pared”.