El promocionado supermartes que el gobierno celebró con bombos y platillos por haber logrado la renovación de las Lebacs por casi 640 mil millones de pesos y frenar temporariamente la disparada de un dólar que ya supera los 25 pesos, no resultó gratuito ni festivo para los sectores productivos. 

Lo que sucede en la vida real, que muchas veces escapa a los análisis que realiza la macroeconomía y los grandes medios de comunicación, es que esta escalada del dólar encareció todos los costos productivos. Durante los días posteriores al mediático Supermartes las empresas Pymes empezamos a recibir nuevas listas de precios de todos los insumos básicos, con aumentos que van del 10 al 15 por ciento. Por otro lado, la decisión política de subir la tasa para contener el dólar y lograr la renovación de las Lebacs determinó un aumento absolutamente improductivo de los costos de financiamiento para las pequeñas y medianas empresas. A esto hay que sumar que, a principios de mes, el Banco Central dio de baja uno de los pocos programas que quedaban con subsidios de tasa para las Pymes que eran las Licip (Líneas de crédito para la inversión productiva).

Lo primero que debemos analizar es en qué contexto sucede esta suba de tasas y de dólar al mismo tiempo. 

La caída del mercado interno determinó para 2016 una disminución promedio en unidades de un 20 por ciento, otro 10 por ciento en 2017 y acumula 4 meses de caída en 2018 con una proyección similar. Las importaciones de bienes finales, también medido en unidades, reflejan un aumento promedio, sumados los últimos dos años, de un 80 por ciento continuando con una proyección alcista durante los primeros 4 meses del corriente año. 

La suba de tarifas afecta a todas las pymes de diferentes maneras. Por un lado, le siguen restando poder adquisitivo a la sociedad y, por el otro, afecta directamente en la estructura productiva, haciendo que algunos sectores sean prácticamente inviables. Un reciente informe elaborado por Cgera (Confederación General Empresaria de la República Argentina) detalla cómo impactaron los aumentos de tarifas en la producción desde que se comenzó con la eliminación de los subsidios. En insumos textiles, por ejemplo, una fábrica de cierres tenía que vender, en 2015, mil unidades para cubrir los costos energéticos, pero en 2018 debe vender 14 mil. Una empresa del sector petroquímico, que produce aceite hidráulico, en 2015 cubría sus costos de energía con la venta de 20 litros de aceite, en 2018 su venta debe ser de 390 litros. Una metalmecánica pasó de tener que vender 2865 bulones a 11.600 en la actualidad para cubrir esos costos.

Ya explicamos cómo afecta la suba del dólar en la estructura de costos, pero este nivel de tasas de interés también impacta de manera contundente, ya que lo que ocurre en la realidad de todos los días es que para generar un mínimo de ventas que permita cubrir al menos los costos, las Pymes ofrecemos plazos a nuestros clientes que van de 90 a 150 días, con la condición de que nos envíen los cheques. Luego, para hacer frente al pago de salarios u obligaciones impositivas, descontamos los valores en el banco con tasas que esta semana llegaron, en algunas entidades, al 45 por ciento anual, con lo cual perdemos rentabilidad y, en algunos casos, apenas se cubren los costos.

Esta semana nos deja además la confirmación de la firma de un nuevo acuerdo con el FMI. Las condiciones que implica este acuerdo hablan de reducción del gasto público, ajuste de salarios, más apertura comercial y una inevitable reducción del mercado interno del que vivimos la mayoría de las Pymes. 

Por todo esto, lo que la macroeconomía y el gobierno toman como un éxito significa, para los sectores productivos argentinos, un Supermartes Negro que sólo agrega preocupación e incertidumbre para quienes generamos empleo y redistribución del ingreso en nuestra patria.

* Presidente de CIMA (Marroquineros). Dirigente de Cgera.