Estela e Ignacio se abrazaron el 6 de agosto de 2014. Fue la culminación de una búsqueda que había empezado ella, luego del secuestro de su hija Laura durante la última dictadura, y había continuado él, interpelado por las preguntas que las Abuelas de Plaza de Mayo habían dirigido a toda su generación. La aparición del nieto de Estela Carlotto, a quien su madre, antes de ser asesinada, había llamado Guido, fue una celebración compartida, colectiva como la tarea de las Abuelas de Plaza de Mayo. Fue también el inicio de otro camino, uno de reconstrucción, reparación y conocimiento íntimo y familiar. Y fue, una vez más, la comprobación de que la verdad es necesaria para avanzar sobre el terror.