¿Qué otro deseo podría haber desafiado la lluvia persistente, el viento del sur, el frío en plena primavera, los charcos que humedecían los pies que no fuera el deseo de insumisión? Una enorme voluntad de rebelarse, un deseo colectivo de hacer historia que no iba a detenerse por un accidente climático aunque ese accidente hiciera temblar los cuerpos desbandados por la avenida 9 de Julio y todas las calles transversales entre el Obelisco y la Avenida de Mayo. Fue el primer paro nacional de mujeres, fue una de las sudestadas más feroces de las que se tenga memoria. Pero el duelo que había sacado a  la calle esa marea de paraguas que no llegaron a proteger los cuerpos, el duelo por una joven masacrada por unos tipos que abusaron de ella hasta la muerte, sacó a cientos de miles a la calle y se convirtió en revolución. Ese día movimos al mundo de eje y desde entonces, la marea feminista no se detiene, crece, se complejiza, arrasa. Es verde, es violeta, es magenta, dice Ni Una Menos y dice Aborto Legal, dice sobre todo ¡Vivas y Libres nos queremos!