Hubo sonrisas. No podía ser de otra manera. Un espíritu en sintonía es el que se paseó por la tarde-‑noche del sábado, durante la Feria Internacional del Libro Rosario, con sus alas puestas en el panel integrado por Juan Sasturain, Alejandro Apo, Rep y Horacio Vargas --jefe de redacción de Rosario/12-‑, bajo la moderación ejemplar de Rafael Ielpi quien excedió ese rol, como se relatará. La participación precisa del periodista Jesús Emiliano introdujo sobre el hecho reciente que significa la inauguración del barrio "Roberto Fontanarrosa", enmarcado entre las calles Cullen, Polledo, Salvat, Villa del Parque, Alberini y Calderón. Niños y niñas de la Escuela Nº1400 votaron y eligieron el nombre de Roberto Fontanarrosa por delante de Antonio Berni y Juan Grela.

En la proyección del video oficial, la intendenta Mónica Fein --presente también en el público, junto al secretario de cultura Guillermo Ríos-‑ refería esta puesta de acuerdo como inédita para la ciudad, una apreciación que tuvo nexo con el recuerdo que luego referiría Ielpi sobre el sepelio del dibujante, cuya caravana se acompañó de gente "con la remera de Ñuls que saludaba desde la vereda". Ielpi sabe de lo que habla, sabe mucho sobre su ciudad --disertó espléndido acerca de los nombres que bautizaran a la actual Plaza Montenegro-‑, y rememoró la facilidad unánime con la que se renombró al Centro Cultural donde se desarrolla la Feria del Libro. (A propósito, ningún lugar mejor que éste: funcional, contenedor y diverso).

Si se lo señala mucho a Ielpi es porque su vena narradora apareció con una cadencia que cautivó al auditorio. Evidentemente, no estuvo previsto. Fue Rep quien insistió, quien quiso saber sobre ese "otro Fontanarrosa", el que (los porteños) "no conocemos", el que habitó las páginas de la revista Boom, donde Ielpi se desempeñara como uno de sus editores entre 1968 y 1970. Fue allí cuando Fontanarrosa dio sus pasos primeros y estampó una de las tapas más significativas para la publicación y su época, enfrascada en pleno Rosariazo. El duende Fontanarrosa --decía Jesús Emiliano-‑ estuvo dando vueltas en estas historias y estos recuerdos, con la sonrisa como corolario y sin solemnidad porque, a fin de cuentas, así lo habría querido él.

 

Sebastián Vargas
Sasturain y Rep miran con atención un video homenaje a Fontanarrosa.

 

Por esto, es menester destacar las referencias que cada uno de los panelistas desarrolló. Sasturain dedicó elogios al gran narrador que Fontanarrosa era: "soy un admirador muy profundo de la obra de Roberto, y estoy orgulloso de haber sido de los primeros que lo reivindicó como escritor"; con algunos cuentos extraordinarios, entre ellos, quizás el mejor: "Bahía desesperación". "Es una obra maestra, en donde el humor se decantado tanto, que su negrura es casi imperceptible: el grupo familiar llega a una playa salvaje porque ella quería ir, en lugar de Mar del Plata; al llegar, la señora del gorrito piluso nos dijo que se le había volado el perro al mar". Las risas celebraron.

Sasturain le señaló como "un gran humorista, un gran dibujante y un gran narrador, y en esas tres dimensiones fue muy bueno. Es uno de los grandes narradores de la literatura argentina. Ha sido siempre saludablemente incorrecto, trabajó sobre zonas muy espontáneas, sin filtro. Tenía un oído muy fino para el coloquial. Pero cometió el error de hacer reír y de tener muchos lectores, y esos pecados se cobran muy caro; pero, parafraseándolo a él, la crítica ha vivido equivocada". Igualmente, todo eso, amenizaba Sasturain, al Negro le importaba tres carajos.

Horacio Vargas eligió fragmentos incluidos en su inevitable biografía El negro Fontanarrosa: (la biografía) (con dos ediciones a cargo de Homo Sapiens), y que incluyeron risas cómplices; como por ejemplo, cuando al Negro le dicen que Córdoba tiene más habitantes que Rosario; jodansé, responde. Así como con los carnavales situados en dependencias exclusivas del paisaje urbano rosarino, una chanza compartida que inevitablemente excluía a los oriundos de Buenos Aires. Entre estas anécdotas y remembranzas, la selección de textos realizada por Vargas señaló referencias precisas: la influencia decisiva de Cayó sobre su rostro, de David Viñas, en la obra del escritor; la incidencia ejercida por Ielpi durante la etapa en Boom (entre recomendaciones iniciáticas sobre Hemingway, Capote, Faulkner; si bien Ielpi luego revelaría que le había sugerido a Pavese, un escritor que el Negro, muchos años después, le acusaría de "denso"), Rosario Central ("la única academia que me preocupa"), el fútbol por encima de lo demás, y las columnas vertidas por Fontanarrosa en Rosario/12 bajo el título "Desde El Cairo".

En otro orden, Rep prefirió recordar a la persona y su gracia sorprendente: Fontanarrosa podía estar en silencio, sin mutar en gestos, pero de pronto saltaba con algo que dejaba perplejos a todos. Como si fuese un entrar a escena calculado, vaya a saberse. "Fontanarrosa siempre es un misterio, como creador y como cuerpo: quieto, impertérrito, con una velocidad diferente a la de sus creaciones. Él siempre creció y mutó en público, a fuerza de publicaciones, a fuerza de charlas, primero tímido, lacónico, luego muy verborrágico y gracioso, brillante, era un expositor imperdible. Todo lo hizo desde este panóptico que es Rosario, sin ganas de irse de acá. Se movía a una sola velocidad, no tenía urgencia, y de pronto pegaba esos latigazos, ahí había una electricidad extraña", aseguraba el humorista, quien tuvo un remate perfecto al rememorar la devoción con la que se esperaba cada una de las columnas que Fontanarrosa dedicaba al Mundial en Clarín: "cuando esperábamos a Clarín", dijo, y los aplausos aparecieron resemantizados.

Si todo esto ya era bastante y sin embargo poco --porque con una efigie como la de Fontanarrosa el tiempo está supeditado y nadie le presta atención-‑, la lectura que hizo Alejandro Apo del cuento "Los nombres" fue todo algarabía. Los lentes de Apo, vale agregar, se caían continuamente --son de esos que se prenden y desprenden por delante-‑ y sin embargo nunca interrumpió la lectura, nunca quitó densidad a su rítmica. También prefirió sus recuerdos, entre ellos, uno situado en una Argentina donde "la cultura popular estaba en un lugar altísimo y en los partidos se entregaban cuentos de fútbol. Cuando el Negro hace el discurso en la Casa de Gobierno dijo estar muy contento, "primero porque va a cubrir el lugar más aburrido que tiene el fútbol, que es el entretiempo de la reserva. Igual, los hinchas de Central no necesitamos escritores menores ni cuentos menores, nosotros somos todos lectores de Tolstoi, de Gorki"".

 Se trató de una celebración, de esas que la Feria del Libro se guardaba bajo la manga como remate de gol. La Feria culmina hoy, luego de un periplo de días de muchos libros y mucha gente. El ángel Fontanarrosa --con alitas de Sábat, seguro-‑ estuvo entre medio, con la magia intacta. En él, toda una ciudad se cifra.