“Complicado”, “difícil”, “duro”, son los términos más utilizados por los principales agentes del libro al repasar el año que termina. El primer dato que se impone al momento de ensayar un balance de 2016 es el impacto del combo recesión-inflación-crecimiento de la importación-disminución de compras del Estado, sobre la producción y ventas. Las editoriales y librerías acusan una baja que va del 10 a algo más del 30% en el número de ejemplares vendidos. Declive que fue acompañado por una caída en el número de títulos totales publicados y en las tiradas promedio del conjunto del sector. Muchas editoriales han optado por reducir fuertemente su programa de novedades y reimpresiones para el año entrante, sacrificando títulos con costos de producción más elevados o de autores menos conocidos y por lo tanto de mayor riesgo. La situación fue peor para las imprentas dedicadas total o parcialmente a los libros. Entre estas la palabra más reiterada fue “desastre”. Las empresas consultadas llegan a calcular hasta un 70% u 80% la baja en la producción respecto al año anterior. Además del repliegue en la compra de libros, este rubro sufrió de manera especial la apertura irrestricta de las importaciones, que llevó a algunos sellos que hacen grandes tiradas o libros con alguna clase de sofisticación material (ciertos libros para niños, por ejemplo) optar por imprimirlos fuera del país a un costo menor.

A la par de la situación económica, tema dominante en los encuentros del sector, sucedieron otras cosas en el año. Menciono solo algunas. Una fue el salto en visibilidad de las editoriales independientes en las principales ciudades del país. Pasada más de una década de su irrupción masiva en el paisaje editorial argentino, este año pudo verse con nitidez la consolidación y profesionalización de numerosos proyectos que nacieron como aventuras culturales, y que han sostenido el compromiso con la elaboración de catálogos de calidad. Las editoriales universitarias son otro actor que, tras varios años de trabajo colectivo e individual, en 2016 incrementaron su presencia. En especial algunos sellos que lograron combinar catálogos consistentes y atractivos, buenos diseños y manufactura, y, fundamentalmente, una mejor distribución de sus libros. Otro fenómeno que no arrancó en 2016 pero que adquirió contornos más definidos, fue la afirmación de nuevos modelos de venta al público. A la par de la situación crítica y del cierre de librerías, se inauguraron en Buenos Aires un puñado de negocios vinculados a editoriales independientes, y a empresas de mayor escala como Fondo de Cultura Económica y la distribuidora Waldhuter. Junto a estas creció el número de librerías en domicilios privados que ofrecen selecciones muy cuidadas, y ganaron magnitud y reconocimiento las ferias de editores independientes.

En cuanto al papel del Estado, los consultados coinciden en que los dos hechos más importantes del año fueron la apertura irrestricta de las importaciones y la suspensión de las compras por parte del Ministerio de Educación (a excepción de los libros de texto escolares), una medida duramente cuestionada por los principales referentes del sector. Mientras que las imprentas tienen una apreciación unánimemente negativa de la apertura a la importación, los editores oscilan entre la mirada crítica de los pequeños y medianos, que sufren el ingreso de saldos españoles a precios muy bajos, y el beneplácito de los grandes que han sabido aprovechar la relación precio-calidad en la impresión que ofrecen otros países. Por contrapartida, los actores del libro comparten una valoración positiva del trabajo llevado adelante por la CONABIP, de la continuidad de la política de presencia en las ferias internacionales y del programa de apoyo a las traducciones de autores argentinos, del envío de una delegación al Mercado de Industrias Culturales del Sur en Bogotá, y de la apertura de una mesa de trabajo sectorial organizada por los Ministerios de Producción y de Cultura. A nivel de la Ciudad de Buenos Aires, se destaca el trabajo de modernización de las bibliotecas públicas encarado por la Dirección General del Libro, Bibliotecas y Promoción de la Lectura.

Las serias dificultades que atraviesa el mercado del libro argentino en la actualidad, se superponen a problemas estructurales que han tendido a agravarse: la concentración empresarial de la producción y la venta, y la concentración en el Area Metropolitana de Buenos Aires que posee más del 80% de la producción, distribución y venta de libros del país. Aunque relegados por la coyuntura, en estos dos problemas se pone en juego la calidad y la democratización de la cultura. Y es precisamente allí donde las cámaras empresariales  y el Estado tienen un papel decisivo que cumplir.

* Doctor en Ciencias Sociales, investigador del CIS-IDES/Conicet.