El diálogo deviene. Por esos misterios de las palabras, se cuelan referencias a Stevenson: "Hace poco releí La isla del tesoro, ¡por favor!, ¡qué escritura maestra! No sé qué tanto era para pibes". Otro es el caso con Tales from Topographic Oceans, de Yes, "qué hermoso, otra vez volver a escuchar esto, es increíble; también porque lo escuchás con otros oídos". Y agrega: "¿Sabés qué? Me pasa mucho ahora. Releo, reescucho, reveo pelis, antes que cosas nuevas; sé que Borges decía eso, que en determinado momento de su vida empezó a releer".

Todo esto a partir de la referencia que el cronista intentaba sobre La ciudad liberada, disco que Fito Páez presentará el sábado 30 en Metropolitano (Junín 501). Un disco que todavía sucede, que con cada nueva escucha se potencia. "Hay discos que te permiten eso", decía Fito Páez y por allí es por donde se insertaba la mención al disco doble de Yes.

-‑ Volviendo a La ciudad liberada, se nota que hay alegría, amor, pero también cierta desazón o bronca.

-‑ Te cuento lo que me dijo Lucrecia Martel, que es amiga y una artista delirante y hermosa: "Chango, hiciste un disco alegre en una época triste". ¡Cómo lo concentró! Es eso, exactamente.

Es afortunado, entonces, un nuevo disco de Fito Páez, con 18 canciones que perfilan un arriba anímico que no desdice la angustia que estos días respiran. También un libro: Los días de Kirchner (Emecé). "Casi fueron paralelos, el remate del libro apareció sobre los finales de La ciudad liberada", agrega. Entre disco y libro hay un estado de ánimo compartido, que el músico señala coincidente "con una parte del público".

-‑ ¿Cuál?

-‑ A veces se dice "yo ando por la calle y la gente me dice". Pero, ¿qué es la gente? Una entelequia es la gente. Eso es lo que hay que poner en escena, en foco. Se trata de personas, y a no todo el mundo le interesa lo que hacés, mucha gente te ama, mucha te odia. Siempre tengo cuidado con esas cosas. Lo que puedo decir, desde el banquillo de los acusados, es que estoy en un momento de muchísima producción. He dejado de ver películas y empezado a escribirlas, he dejado de leer libros y empezado a escribirlos, escucho menos música y estoy haciéndola más. Es un período de la vida de una extrema vitalidad, como nunca. En el medio de todo eso tenés que mantener un equilibrio, para no perder de vista la crianza de tus hijos. Y tener muchísimo cuidado de no perder a tu niño interior de vista, porque son épocas de mucha charlatanería, de mucho "bienpensantismo", de muchos republicanos en todos lados; ok, no es mi situación.

-‑ Me gusta pensar al disco como un acto de provocación.

-‑ ¿Sabés qué? El otro día me mandaron un video donde el Negro Fontanarrosa me define, te juro que mete miedo. Está filmado, buscalo (la búsqueda del cronista todavía continúa). Fue hace quince, veinte años. A mí me acojonó cuando lo vi, lo que sabía de mí yo no lo sabía, porque después de esa pregunta que le hacen, sucedieron en mi vida un montón de cosas que estuvieron ligadas a esa descripción.

-‑ Hablábamos de la gente, vos sos en función de tu público, y el disco es también un vínculo renovado. Además, ya uniste generaciones.

-‑ Es un misterio. Pienso en mí cuando era chico y en mi viejo que me ponía los discos de Jobim, Pugliese, Troilo, Gershwin. Cuando él se iba los ponía yo, era música mía ya, como Charly. Ahí hay una circulación de la materia musical que es muy misteriosa, y todavía funciona a pesar del Spotify, YouTube, todo eso. Hay algo casero, del orden de lo pagano, que se ve que funciona. Por otro lado, la música es un lenguaje universal, no hay época, no hay fecha. En un sentido, la música en la vida política sería algo parecido al internacionalismo que planteaba Rosa Luxemburgo: sin patria, sin bandera, sin cruces, sin guerra, sin nada. La música funciona como un descanso en algo utópico, en una materia que no le sirve para nada al mundo del mercado. Y adentro de esas posibilidades que brinda, aparecen algunas figuras políticas importantísimas como Daniel Barenboim, que arma la West--Eastern Divan Orchestra con palestinos e israelíes, y hace una orquesta que, por otra parte, no te la podés creer. Habría que enseñar más música, precisamente en las escuelas, transmitir más un lenguaje liberador, antes que meterse en los números y en una máquina que solamente va a generar gente que produce para otros. Estamos buscando la libertad, la ciudad liberada donde todos seamos libres, en el sentido en que la condición humana te lo permite, una libertad salvaje. ¿Cómo es esa frase maldita que dice la Legrand? ¿Como te ven te tratan?. Esa frase está en las antípodas de lo que yo pienso de lo que significa la existencia humana. Atrasa.

-‑ ¿Y la música?

-‑ La música es lo contrario. Es la libertad, es la lucha contra los prejuicios, no define, sino que alegra, estimula, altera, te hace participar, todas actividades hermosas. Por otro lado te exige un montón de rigor para que la conozcas, y cuando la conocés, como a una gran dama, la conocés hasta cierto punto. Es infinita, no tiene límites.

-‑ Hablás de rituales y de lo pagano, aspectos presentes en este disco.

-‑ Fijate que en general se buscan pistas en los textos, yo te las voy a dar en la música o en la manera en cómo se grabó la música. Lo que hicimos en este álbum fue toda una decisión política. No usamos el corrector del Pro Tools, todo lo que escuchás está salvaje, está grabado y tocado como tocaba Hendrix, como tocaba Spinetta con Invisible. Hubo una pelea interna dentro de la grabación con un técnico que estalló en una crisis y claro, cuando recuperé el material, lo empecé a escuchar y estaba todo protooleado: el bombo pegado con el bajo, el bajo pegado con la guitarra, la guitarra pegada con la voz, un Frankenstein. Cuando uno toca, las diferencias que hay entre cada instrumento ejecutando es el swing. Lo que hace el Pro Tools es quitarlo. Me tuve que pelear con los jerarcas de las multinacionales, con tipos que toman decisiones sobre cómo se hacen las cosas; entonces dije ¡a tomar por culo!, este álbum no va a ser producido de otra manera que no sea como yo quiero. De hecho, está como me hubiera gustado que quedaran Circo Beat y El amor después del amor, que están corregidos contra mi voluntad. Pero bueno, eran productores y manejaban un montón de dinero. Ok, en La ciudad liberada está todo abierto y respira.

-‑ Tiene un aire evidentemente callejero. Se nota que tu experiencia con el refugio Monteagudo (centro de integración para hombres en situación de calle) está allí, hecha música.

-‑ Está también en los tonos, porque para contar eso no me servían las expansiones mahlerianas de (la canción) Nada del mundo real, me servía Bob Dylan. Hace poco fuimos con el Bebe (Contepomi) a hacer una nota, toqué una hora para ellos y me dice Horacio Avila, que es quien lleva el refugio, "boludo, tocá La ciudad liberada". "No, me da vergüenza", le digo, "parecería una promo de mi disco". "Tocala que te van a matar" (risas). Toco el tema y lo cantaron todos, fue alucinante. Para ellos era aparecer en escena de alguna manera, mientras que a mí me daba pudor por comerme la paranoia de si estaba haciendo prensa con el disco. Pero no, realmente había algo muy auténtico y real, todas esas bocas sin dientes cantando el tema fue muy hermoso.