“De libro a libro siento grandes cambios, aunque después me dicen que no son tantos”, cuenta Alicia Genovese. “Cuando escribí La hybris, yo estaba con la tragedia griega, que la había leído muy mal en la facultad. De repente necesité esa voz de tragedia para seguir escribiendo”, recuerda la poeta. “En La línea del desierto volví a los poetas beatniks y me acompañaron durante toda la escritura”. En cuanto a las influencias, poetas con lo que dialogó o dialoga, Genovese dice que empezó a escribir poesía por Alejandra Pizarnik. “En mi primer libro la siento muy cerca; estábamos con Irene Gruss, pero no conseguíamos los libros de Pizarnik. Irene me pasaba fotocopias de libros de Pizarnik. Lo que pasa es que Alejandra fue importante, pero después la tenés que dejar porque es una voz que te contagia y que te deja en un sitio de escritura. Salir al camino fue salir de Alejandra porque ella no mira el paisaje; está en una interioridad muy fuerte y poderosa, pero después la tuve que dejar”, reconoce la poeta. “Yo la trabajo mucho en mis talleres porque pienso que Alejandra sigue siendo una puerta de entrada muy importante a la poesía”. Cuando escribió Aguas, había leído a (Héctor) Viel Temperley. También la lectura de Joaquín Giannuzzi fue importante. “Lo leí antes del entronizamiento que hicieron en los 90 de su poesía de un modo completamente parcial y con un reduccionismo de su obra en mi opinión. Cuando vuelo mucho, Giannuzzi me baja un poco a tierra”, admite Genovese.