La televisión abierta argentina sigue apagándose. Los televidentes cada vez le dan más la espalda a un medio que continúa siendo el más masivo, pero que año tras año pierde audiencia. El encendido televisivo de los canales de aire en 2016 volvió a experimentar una nueva caída, tal como ocurre sin pausa desde 2004. La fuga de televidentes en la temporada que acaba de terminar prosiguió sin que nadie se pueda sorprender a esta altura: en 2016 el encendido televisivo fue de 26,1 puntos, por debajo de los 27,6 puntos que había alcanzado en 2015. La pérdida de 1,5 puntos en sólo un año no es más que la expresión más elocuente de que la TV abierta argentina cada vez interpela menos, desde su contenidos, a un público que cambió sus hábitos de consumo. La comparación del encendido televisivo con respecto a 2004 es contundente: hace 12 años, la sumatoria del promedio de todos canales de aire fue de 39,1 puntos de rating, 13 puntos menos que los que sumó en 2016.

Las noticias alrededor de las planillas de rating anual en la mayoría de los medios dirán que Telefe volvió a imponerse como el canal más visto de la TV argentina por quinto año consecutivo. Se hablará de que en 2016, además, la pantalla que acaba de adquirir Viacom se impuso en las tres franjas horarias, de lunes a domingo, algo que no ocurría en los últimos cuatro años. La grilla manejada por Tomás Yankelevich tuvo un promedio de 8,9 puntos, por encima de los 8,5 puntos de El Trece, que en la última temporada no pudo ni siquiera conformarse con el premio consuelo de ganar el prime time, donde también Telefe pasó al frente. Sin embargo, este análisis resulta anecdótico cuando se detiene en la ininterrumpida baja del encendido de la televisión abierta, que no da señales en detenerse. 

Con efecto homeopático, a cuenta gotas pero sin freno, la TV abierta –o, al menos, su consumo tradicional– pierde televidentes cada año que pasa. Los 39,1 puntos de audiencia promedio que la TV abierta alcanzó en 2004 marcan que la TV abierta perdió 13 puntos de rating desde entonces. Para darle una dimensión a esos números: desde 2004, a la TV abierta se le fugó alrededor del 33 por ciento de la audiencia. En ese mismo período, el encendido de la TV paga se incrementó, al punto que ya se reparten casi en partes iguales a la audiencia total. A esta dualidad televisiva, habría que sumar el fenómeno de las plataformas on demand, un servicio que acumula cada vez más usuarios y le quita algo de audiencia al medio que hasta hace 30 años no tenia quien le compitiera en el entretenimiento audiovisual hogareño (a excepción del VHS).  

La sangría de televidentes, imparable y sin un horizonte visible de retorno, desnuda que la disputa sobre qué canal ganó el año es menor, frente a un problema ante el que la industria debería empezar a preocuparse con madurez y estrategia conjunta, en vez de menospreciar. La permanencia en el tiempo de la pérdida de audiencia demuestra que no se trata de un fenómeno coyuntural, sino más bien de una tendencia que puede llegar a ser irreversible si todos los actores de la industria televisiva argentina no dejan de lado sus egos y no acuerdan un plan común para frenar la estampida. 

Basta repasar el encendido de la pantalla chica abierta argentina de las recientes temporadas para concluir que la fuga de televidentes es constante y sonante: de los 39,1 puntos de audiencia que hubo en 2004 se pasó a los 36,9 de 2005, los 36,1 del año siguiente, los 34 de 2007, los 32,4 de 2008, los 32,3 de 2009, los 31,4 de 2010, los 30,8 de 2011, 

los 31,2 de 2012, los 27,5 de 2013, los 28,1 de 2014, los 27,6 de 2016 y los actuales 26,1 de 2016. ¿Qué otra secuencia que la de la disminución sistemática de audiencia en los ultimos 12 años describe con mayor evidencia la pérdida de relevancia de la TV abierta en los hogares argentinos?

  Si bien las plataformas on demand y la multiplicidad de dispositivos móviles conectados a Internet modificaron hábitos, al punto que los mismos contenidos televisivos ahora pueden verse en cualquier horario por fuera del televisor acomodado en el living, lo cierto es que la permanente y relevante fuga de audiencia de la TV abierta es una tendencia particularmente argentina. No existe ningún otro país del mundo en el que la pérdida de audiencia de la pantalla chica se de con tanta uniformidad y permanencia en el tiempo. Que la novela brasileña de sesgo bíblico Moisés y los 10 mandamientos haya sido el programa más visto de la TV abierta argentina de 2016, con un promedio de 17,3 puntos, superando a los 16,9 que alcanzó Showmatch, es todo un síntoma de una industria que sufre el ajuste económico y de la carencia de creatividad. Habría que preguntarse, entonces: ¿hasta qué punto la TV abierta argentina tiene intenciones de frenar la fuga de audiencia con programaciones que no intentan atraer a los millenials ni a los jóvenes adultos? ¿O, acaso, los programadores y productores creen que la solución para no perder su histórico lugar es llenar la pantalla de panelistas, latas extranjeras y ciclos propios e importados de TV basura?