En 1999, en el sótano de una tienda de ropa de Buenos Aires significativamente llamada Juana de Arco, la artista Ana Gallardo expuso una muestra llamada Material descartable. Esta incluía una instalación titulada Manifiesto escéptico. Abrazados precariamente al muro por una cinta que evoca el gesto urgente de hacer con lo que hay y también el recuerdo de su madre pintora, se sucedían utensilios domésticos que guardaban un siniestro parentesco con instrumentos de tortura, aquellos con los que el terror inquisitorial desgarró los cuerpos de miles de mujeres acusadas de brujería. Moira Soto los enumeraba en su reseña: "pincho de brochette, cuchillos, espátulas, cucharita, cascanueces, descarozador, tijeras". Era el repertorio de tecnologías caseras del aborto clandestino, que entonces mataba a más de una mujer por día en el país. La obra incluía agujas de tejer, perejil y "un solo instrumento médico ginecológico, un medidor de diafragma".

La irónica ambigüedad del "descartable" resuena en el texto de la teóloga brasileña Ivonne Gebara que sirvió de catálogo. "Una sociedad que no ofrece condiciones objetivas para dar empleo, salud, vivienda y escuela, es una sociedad abortiva. Una sociedad que obliga a las mujeres a elegir entre permanecer en el trabajo o interrumpir un embarazo, es una sociedad abortiva. (...) Una sociedad que silencia la responsabilidad de los varones y sólo culpabiliza a las mujeres, que no respeta ni sus cuerpos ni su historia, es una sociedad excluyente, sexista y abortiva", escribió la religiosa en respuesta a un pedido de retractación de la Iglesia por sus declaraciones en una entrevista.

A fines de ese año, una nueva versión de la obra titulada Las mujeres no abortan solas (que incluía el texto) fue seleccionada por Andrés Duprat y Sonia Becce para la muestra colectiva 34ARC, que celebraba la reapertura del Museo Castagnino de Rosario a la vez que institucionalizaba el rótulo "artista contemporáneo". Hubiera sido una forma de visibilizar en su ciudad natal a esta artista de reconocida trayectoria nacida en Rosario en 1958. Pero acaso por su austeridad material, la obra pasó casi desapercibida en medio del escándalo por otra que también aludía a la sexualidad femenina, un montaje sin título de Mónica Castagnotto que hoy integra la colección patrimonial.

El 17 de mayo de 2007, en el Hospital Iturraspe de Santa Fe, Ana María Acevedo murió de cáncer a los 19 años. Seguramente viviría si hubiera recibido de sus médicos (hoy penalmente procesados) el tratamiento que necesitaba y el aborto previsto como excepción por la ley aún vigente. Su agonía bajo un trato tan cruel como inútil (su beba tampoco sobrevivió) es un caso testigo según la Multisectorial de Mujeres de Santa Fe, que integra la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito y que hoy lucha por justicia en el caso. Con el apoyo de la Red de Salud de las Mujeres Latinoamericanas y del Caribe, la Multisectorial produjo dos murales que inscriben el 28 de mayo como "Día Mundial de Acción por la Salud de las Mujeres".