Carlos "Calica" Ferrer (foto) fue el amigo más cercano de Ernestito en Alta Gracia. Y emprendió con él el segundo viaje del Che por Latinoamérica, sin saber que era testigo de la transformación de aquel muchacho en el revolucionario que embarcó en el Granma para derrocar la dictadura de Fulgencio Batista. "Este rosarino canalla ya era medio capo en la barra, defendía a ultranza a sus hermanos, a los más chicos, al gordito que lo cargaban, era inflexible, quería que todos fueran iguales", recordó Ferrer, cuyo padre médico atendía a Ernesto.

Se despidieron en Guayaquil en noviembre de 1953, creyendo que se reencontrarían más adelante en el periplo latinoamericano. Pero fue la última vez. "Nos habíamos quedado varados en Ecuador, desistimos de ir a Venezuela donde nos esperaba (Alberto) Granado y decidimos ir a Guatemala a conocer la experiencia democrática revolucionaria de Gustavo Arbenz. Pero habíamos vendido hasta la ropa, cuando llegó el barquito para ir a Panamá yo estaba en Quito intentando jugar al fútbol para ganarme unos mangos", contó.

"Saber del Che no me asombró, porque era el mismo chico que conocí: valiente como él solo, inteligente y bueno. Nos enteramos por un diario. La CIA ya estaba detrás de ellos, desde Bolivia en adelante ya nos seguían, y entre los que estaban con nosotros había un infiltrado", dijo Ferrer. "Ernesto ya tenía una idea política, y estoy seguro de que la concretó cuando lo conoció a Fidel y le creyó".