Elisa Carrió hizo una salida muy a su estilo tras la votación que dio media sanción al proyecto de interrupción voluntaria del embarazo: primero dijo que no había hablado para preservar la unidad de Cambiemos y luego, ya fuera del micrófono, se le oyó decir que la próxima, rompía la alianza. En el Gobierno, tras una serie de contactos con los voceros habituales de la líder de la Coalición Cívica, se mostraron tranquilos de que la situación no pasará a mayores. Por la noche, Carrió tuiteó: “Lo que pasó me duele el alma. Todo lo que se dijo es mentira. Yo tengo una excelente y permanente relación con Olivos. A los que tienen miedo que rompa, tengan confianza. La república es nuestra”, escribió.

El presidente Mauricio Macri no hizo un gesto a favor de la aprobación ni siquiera en los momentos de la noche del tratamiento de la ley en los que parecía que el proyecto iba a ser rechazado. Ayer el mandatario se congratuló a sí mismo de haber habilitado el debate (“Hemos podido dirimir nuestras diferencias con respeto, con tolerancia y escuchando al otro”).

No obstante, Macri sí se ocupó de frenar los connatos de ruptura que fue generando al discusión, que fue subiendo de tono sobre todo en el bloque PRO (otros espacios, como la CC fueron más uniformes en su postura, y tienen cien años de experiencia en internas). Una de las medidas que tomó el Presidente y que no pasaron desapercibidas fue cuando convocó a su despacho en plena discusión de las comisiones a Carmen Polledo y Daniel Lipovetsky. A los dos les planteó que bajaran los decibeles de la discusión interna.

Carrió, que había mostrado un rechazo feroz incluso a la posibilidad de que el proyecto se debatiera en el Congreso, hizo notar su enojo cuando ya habían votado. “Hace 40 años que estudio este tema. Quiero hacer una aclaración a la gente que me votó. No hablé para preservar la unidad de Cambiemos”, le aclaró al presidente de la Cámara baja, Emilio Monzó, visiblemente furiosa. Luego se levantó para irse y le hizo un gesto de rechazo a Lipovetsky. Allí, según testigos, Carrió dijo: “La próxima rompo Cambiemos”.

Lejos de producir un cimbronazo, en Balcarce 50 se mostraron muy tranquilos con la reacción de Carrió. Uno de los hombres que el Presidente designó para ser el interlocutor de ella (y contenerla) planteó a este diario: “Hablamos con dos de sus principales consejeros y ellos se mostraron muy tranquilos con lo ocurrido. Es más: pensaban que la habíamos sacado barata”, relató. “Ella hizo su descargo, pero a lo que hay que prestar atención es a que no habló en toda la sesión”, indicó el hombre del PRO, que valoró ese gesto. “Viendo su lenguaje corporal, que siempre es bastante demostrativo, la vi bastante serena”, indicó el dirigente, ya casi un experto en ser interlocutor con Carrió.

Desde la Coalición Cívica, advirtieron que “la enojaron los tironeos dentro del bloque. Unos le pedían que argumente fuerte en contra y otros que no aumente la tensión. Por eso decidió no hablar. Estaba enojada, pero ya se le pasa”. “La presionaron fuerte”, indicaban sus adláteres.

En tanto, también hay bronca por el resultado por parte del sector católico integrista del PRO. Con Nicolás Massot y Polledo a la cabeza, los dirigentes cuestionaron el proyecto durante todo el debate. Y, por lo bajo, cuestionaban que se hubiera permitido que esta iniciativa siquiera se tratara en el Congreso. Lo cierto es que en el Gobierno no vislumbraban mayores repercusiones de la bronca de estos dirigentes, derrotados ayer. “Dejamos algunos magullados. Pero en dos semanas ni se acuerdan”, era el diagnóstico. Por eso, la retórica del macrismo es elogiar que el espacio haya permitido que convivieran en paz las dos posiciones.

En el Gobierno existe también la idea de que, en un momento donde cae la imagen presidencial, hay cambios en el Banco Central y la economía se presenta cada vez más amenazante, Macri podrá capitalizar parte del éxito de lo ocurrido, pese a no haber impulsado decididamente la ley. Claro que, hasta hace unos días, se desentendían del costo político y Macri se mostraba prescindente.