“Por jugar con cerillas, la desobediente Paulinita termina siendo un puñado de cenizas. Para que no se siga chupando los dedos, el sastre le amputa los pulgares a Conrado con su gran tijera. Por empecinado, Gaspar se consume hasta morir: no quiere tomar su sopa y, literalmente, la sopera lo acompaña hasta la tumba”, describe el especialista Gustavo Puerta Leisse el tipo de historias que reúne Pedro Melenas. “Políticamente incorrecto, capaz de herir susceptibilidades, se identifica con modelos pedagógicos obsoletos, autoritarios y violentos. Pero, al mismo tiempo, sigue siendo uno de los grandes exponentes de esa vertiente hegemónica de la literatura infantil que concibe al libro como un instrumento de instrucción didáctica y formación moral”. A pesar de que sus contenidos no se ajustan a los valores hoy en día imperantes, busca ‘instruir deleitando’ y, en este sentido, es el antecesor renegado de Caillou, Dora la exploradora y de tanto librito escolar de valores que puebla las aulas y las mesitas de noche”, amplía. Publicado por el sello español Impedimenta, y distribuido en la Argentina, este clásico infantil (y no tanto), que sostuvo su fama por 170 años, desde que el alemán Heinrich Hoffman se lo hiciera a sus hijos como regalo de Navidad, vuelve en una edición que suma el trabajo de “diez de los mejores y más sediciosos ilustradores del panorama actual”, entre ellos la argentina Eleonora Arroyo. Hablando de padres, en su día, ¡he aquí uno que supo guiar a sus hijitos con ejemplos truculentos!

En una bella edición, de tapa dura y gran formato, las “historias muy divertidas y estampas aún más graciosas” de este Pedro Melenas y compañía terminan siendo hilarantes, entre lo divertido de la rima y lo incorrecto de lo que cuenta. Como Juan Babieca, que por distraído y con certeza, “al río va de cabeza”. O Felipe Revueltas, que no puede quedarse quieto en la mesa y “se estremece, patalea, se revuelve y balancea, en la silla, sin descanso. ‘¡Felipe, no hagas el ganso!’”. ¡Oh, qué cercanos resultan estos niños, casi dos siglos después! O el mismísimo Pedro Melenas: “Por no cortarse las uñas, le crecieron diez pezuñas, y hace más de un año entero que no ha visto al peluquero. ¡Qué vergüenza! ¡Qué horroroso! ¡Qué niño más cochambroso!”.  

Lo inquietante de Pedro Melenas es que habla de los niños, pero sobre todo de lo que los adultos hacen con ellos. Ahí está, por ejemplo, Agapito, que no paraba de tocarse el pito. “Si no paras de tocarte se te secarán las manos, serás ciego, tendrás granos, se te caerá esa parte”, le advierte, dulce, la madre. Ocurre que cada una de las amenazas se va cumpliendo, y al final: “Su madre ya está contenta: ‘Como no tiene manguera, no se tocará aunque quiera’. ¡A ver si ahora escarmienta!”. Más inquietante aún es que la historia da un giro con cierto final feliz: ya sin manos y sin pito, el niño encuentra la manera de seguir tocándose, porque “¿A que no sabes qué? que ese insólito orificio le ha creado un nuevo vicio: ¡se lo toca con el pie!”.       

“No es casual que la recuperación de este clásico haya sido posible gracias a una editorial para adultos. Difícilmente una editorial infantil lo publicaría, al menos, en España. Lo cierto, es que este libro de 1845 sigue siendo capaz de suscitar, tanto en los chicos como en los mayores, interesantes preguntas y acaloradas discusiones. Aunque Pedro Melenas puede que no sea una lectura cómoda (sobre todo para el adulto), es capaz de hacernos cuestionar nuestra forma de concebir la literatura infantil, el modo como nos relacionamos con los niños e incluso nuestra imagen de la infancia. Por eso quisimos reeditarlo”, dice Puerta Leisse, que se pregunta (y no responde del todo) en el prólogo: “¿Es esto para niños?”.

–¿Cómo trabajaron esta edición actual “en compañía”, junto a ilustradores contemporáneos? 

–Lo más importante de Pedro Melenas y compañía justamente fue ese trabajo en compañía. Con la mayoría de los ilustradores hubo una extensa y fructífera correspondencia en la reflexionamos sobre el género de los cautionary tales (cuentos de admonición), sobre la estructura narrativa empleada por Hoffmann, sobre cómo construye sus personajes, sobre cómo estás escritos sus textos y, especialmente, sobre el humor y la exageración. A partir de este intercambio, surgieron las preguntas: ¿Qué norma, regla, precepto está a la base de la historia que quieres narrar?, ¿cómo hacerlo?, ¿qué perspectiva vas a adoptar?, ¿prefieres optar por ser fiel al sentido original de estas historias morales o, por el contrario, te encuentras más a gusto con la parodia? A continuación vino el trabajo de creación y edición. Fue un proceso muy estimulante con idas y venidas.

–¿Y cómo seleccionaron a estos nuevos coautores?

–Apostamos por trabajar con ilustradores que manejan estéticas muy diferentes entre sí, de distintas nacionalidades y formas de ver el mundo, algunos con un largo recorrido profesional y otros que publicaban por primera vez. Cuando hice la selección, las preguntas que me planteé fueron: ¿cómo afrontaría este ilustrador una historia moralizante?, ¿cómo castigaría al niño trasgresor?, ¿qué dirección tomaría en su versión? Lo que tienen en común los diez ilustradores escogidos es que era incapaz de imaginar por dónde irían, como afrontarían el reto y dónde podrían sus límites. Por eso los escogí.

–¿Qué devoluciones ha tenido este Pedro Melenas y compañía? 

–Francamente pensé que la publicación de Pedro Melenas y compañía iba a tener mayor repercusión en España, que podía abrir algún debate. Fue reseñado en prensa, compartido en internet pero, como sucede con tantos libros en las librerías españolas, apenas duró en las mesas de novedades y una vez vendido excepcionalmente fue repuesto. Una bibliotecaria me comentó que al ejemplar que hay en su biblioteca, le arrancaron la página donde se parodiaba al General Francisco Franco; una librera me contó que una madre furiosa le devolvió el libro y amenazó con poner una denuncia; el centro cultural donde habíamos programado una exposición de los originales condicionó la realización de la exhibición a que retirásemos las ilustraciones de Aitana Carrasco, cosa que por supuesto no hicimos.

–¿Y alguna a favor?

–Bueno, también las hubo. Una maestra hizo una bonita exposición con las nuevas versiones que sus alumnos de sexto grado hicieron de Pedro Melenas. A esta actividad le precedió un interesante trabajo en el aula sobre cómo se transmiten los valores a los niños, cómo se sienten ellos al respecto, si realmente han cambiado significativamente las cosas desde los tiempos de Hoffmann y qué lugar ocupa la violencia en nuestra vida cotidiana. Cuando me invitaron a dialogar con los chicos, me sorprendió mucho su nivel de reflexión y la calidad de las preguntas, cuestionamientos y críticas.