A contramano de la coyuntura, la lucha es por ampliar derechos y no para evitar retrocesos. 

Como es regla en la Argentina, la resistencia ganó la calle y pintó de inolvidable verde las inmediaciones del Congreso. 

En consonancia con la historia, las mujeres ponen el cuerpo, las convicciones, se arriesgan, quiebran prejuicios y son vanguardia. 

Los pañuelos completan la simetría. 

La disputa en el Senado pinta difícil sin estar resuelta. En el Ágora, es goleada, reflejada parcialmente en la Plaza partida en dos. Una pletórica, alegre, juvenil, colmada. Otra mustia y minoritaria.

Lo obtenido es un logro formidable. Una conquista porque los derechos siempre lo son, venciendo inercias, conservadorismos y a actores concretos. Son contadísimos (si existen…) los progresos win-win: el movimiento de mujeres lucha codo a codo, suma, convence y pulsea fuerte.

Dio un notable paso adelante.

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La construcción: El apretado conteo de votos tributa a lo acumulado previamente. Se ganaron voluntades a pulso, de a una, hasta último momento. Se persuadió, se conmovió, se negociaron correcciones para persuadir a quienes dudaban, se lloró, rió y proclamó identidad. 

La maratón de oradores en las audiencias previa, evocó a la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual (LdSCA), aunque con otro voltaje y una masividad impresionante. En esa ronda y en el recinto algunos cultores del statu quo mostraron la hilacha autoritaria, machista, dictatorial llegado el caso. Ahorramos la enumeración, que se ha repetido. Palmarés para el diputado Nicolás Massot que habló en primera persona del plural de la dictadura, confesión de parte que releva de prueba. 

Medalla de plata para Elisa Carrió, soberbia y enfurecida porque le restaron protagonismo. 

Olimpia de plomo a la diputada Estela Regidor que clama para que los seres humanos nos parezcamos más a los animales. Usted predica con el ejemplo, diputada… y pedimos perdón a nobles bestias y a queribles mascotas. 

Merced al sistema proporcional, la Cámara de Diputados alberga un espectro político multicolor, con espacio para partidos minoritarios. El promedio de edad es más bajo que en el Senado y menor el empaque en las exposiciones. Hasta la pilcha expresa vastedad: hay para todos los gustos. 

En casi un día de exposiciones, conviven momentos eximios con repeticiones ineludibles, llantos que inducen al abrazo con alaridos gorilas. De cualquier modo, el abanico de posturas quedó expuesto, como un repaso de todo cuanto se conversó (o batalló) antes. 

Las expositoras a favor del proyecto conjugaron a menudo en primera persona del plural, algunas cerrando a coro las intervenciones. Enaltecieron a luchadoras del presente flamígero o del pasado venerable, vivas o recordadas (ver recuadro aparte). 

Los adalides del No se escudaron en las convicciones religiosas, en morbosas disquisiciones sobre la vida (que sirven más como autorretrato que como sustento científico) y trasuntaron individualismo. 

Dicha disyuntiva también formaba parte de la controversia, que trasciende el contenido estricto de la ley.

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Indecisos, sobre la hora: En los días y horas de cierre, la mira se clavó en los indecisos. Como ocurre en elecciones nacionales reñidas, se alega que ellas o ellos definen. Se trata de una lectura epidérmica, estrecha de miras, que sabe venir acompañada de elegías desmedidas a quienes dudan y no participan en todo el camino de la construcción de ciudadanía. La tibieza como virtud democrática, pongalé.

Hablemos de este caso en particular y en género femenino. Las que ganaron antes, durante y después fueron las convencidas y convincentes, las que (se) jugaron a fondo. Mujeres que desafiaron, militaron, se expusieron y recorrieron centenares de kilómetros levantando banderas. Ellas forzaron el debate, trazaron el campo de fuerzas, alteraron su correlación y caldearon el clima cultural. Las personas indiferentes, distraídas, tibias o hasta oportunistas contribuyen a lograr el número. Vale la pena que ocurra así, tanto como discernir los méritos. 

Es instructivo el vistazo panorámico sobre la distribución geográfica y partidaria de los votos en Diputados. No vale como predicción precisa respecto del Senado pero orienta. Todos los representantes del pueblo de Salta se expidieron en contra, todos los de Río Negro y Tierra del Fuego a favor. En la Cámara cuyos miembros se eligen en proporción al número de habitantes, Buenos Aires y la Ciudad Autónoma cooperaron especialmente para el resultado.

La izquierda votó coherentemente por el proyecto. El Frente para la Victoria (FpV), en alta proporción y poniendo el mayor aporte numérico. La Unión Cívica Radical (UCR) y fuerzas satélites contuvieron más avales que repudios. El PRO se inclinó masivamente por la negativa, aunque la minoría aportó al resultado. La Coalición Cívica dios rienda suelta a su idiosincrasia en un cerril encono, con discursos que afrentan al adversario, a las mujeres y al ethos republicano que se adjudica en exclusividad.

El bloque kirchnerista de Senadores, con la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner a la cabeza, anunció que votará unánimemente para conseguir la aprobación de la ley. Un gesto auspicioso que amerita una reflexión retrospectiva. Al FpV le corresponde hacer introspección, autocriticar no haber impulsado o habilitado el tratamiento legislativo en algún tramo de sus tres mandatos. Sus rivales se lo enrostraron. Un falso jauretchismo mociona que el cuestionamiento rival prueba que uno tiene razón, lo que no es axiomático. A veces señalan fallas criticables que se deben repasar, sobre todo si el FpV aspira a recrearse en 2019, ser competitivo, recuperar legitimidad.

El kirchnerismo promovió un abanico notable de ampliaciones de derechos sociales, económicos y civiles. Desde la Asignación Universal por Hijo hasta las jubilaciones cuasi universales pasando por el matrimonio igualitario, la identidad de género, el voto joven, el Progresar o el Conectar Igualdad, sin agotar la enumeración. El aborto libre, seguro y gratuito debió ser tratado admitiendo la diferencia de perspectivas entre muchísimas militantes de la fuerza y su conductora. El exceso de verticalismo o de carencia de autonomía acecha siempre a las fuerzas nacional populares. Los liderazgos son imprescindibles pero también cierto grado de heterogeneidad y rebeldía, cuando de derechos humanos esenciales se trata.

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La Jerarquía nunca se equivoca: La jerarquía de la Iglesia Católica jamás se “equivoca” en cuestiones de derechos o progreso cultural. Reivindica y usurpa un espacio abusivo en el estado laico. Sin verbalizarlo, se arroga la condición de religión oficial o un sucedáneo.

El punto de partida del fundamentalismo es que las respetables creencias religiosas invadan la esfera de la sociedad civil. En retroceso continuo, “la Iglesia” (que así la llamamos, aunque es una entre tantas) no ceja, como contra el matrimonio igualitario o el divorcio vincular.

Se opuso con habilidad y denuedo, escondiendo un poquito la mano mientras arrojaba piedras. De cualquier manera, las homilías del arzobispo de Buenos Aires y el anatema con nombre y apellido de su par tucumano marcaron tendencia. 

Las presiones directas, no exentas de amenazas, a legisladores vulnerables constituyeron otra táctica sombría y velada. También

los mensajes “delicados”, que susurraron sus portavoces en los medios de difusión. 

Todo indica que los aprietes y los deschaves recrudecerán en el Senado, cuyos integrantes son más conservadores y más permeables a la influencia de la derecha en todas sus expresiones, comprendiendo a la eclesiástica.

Cuando de derechos civiles se trata, parafraseando un dicho célebre y agudo, Francisco es Jorge Bergoglio, el purpurado que movilizó a pibas y pibes de escuelas confesionales para objetar al matrimonio igualitario o a la libertad de expresión, en el sonado “caso” de León Ferrari.

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Risas y llantos transversales: Las llamadas cuestiones de conciencia admiten dejar a un lado la disciplina partidaria, esencial en el funcionamiento parlamentario.

Los pronunciamientos transversales suman al sistema democrático. Son mucho más que simulacros o cortinas de humo, insinúan la complejidad y riqueza de los conflictos en danza.

En la sesión se sucedieron risas, llantos, efusiones, ataques de cólera. El presidente de la Cámara, el macrista Emilio Monzó, condujo la jornada con transigencia y estilo. Es un clásico. aunque sorprenda a miles de profanos que vivieron por primera vez una sesión. Figuras tan diferentes como el radical Juan Carlos Pugliese, los peronistas Alberto Pierri, Eduardo Fellner o Julián Domínguez, siendo la máxima autoridad del cuerpo, supieron abrir el juego, ser atentos con los bloques “chicos” (por cortesía o conveniencia, dosis variables), plegarse al pluralismo que disciernen los votantes.

La Cámara Alta es distinta, aun en ese aspecto. Su máxima autoridad es el vicepresidente de la Nación, un integrante del Ejecutivo. No un primus inter pares. 

Un aire pomposo caracteriza al “Honorable” Senado. Con dos legisladores por mayoría y uno por minoría, crece la proporción de los partidos tradicionales, cuya dirigencia provincial es conservadora casi siempre, a veces con el aditamento “popular”. El mapa, desde ya, varía según provincias o regiones. 

La pujanza de la opinión pública que movió la aguja en Diputados, intuye este cronista, gravitará menos en el Senado. A la saludable unanimidad del FpV se le contrapondrán los senadores confesionales, más casi todos los de PRO.

Los titulares de los bloques del peronismo federal (Miguel Pichetto) y de la UCR (Luis Naidenoff) anticiparon que se sumarán a la iniciativa de Diputados. Gestos interesantes pese a que no garantizan las adhesiones de sus compañeros o correligionarios de bancada.

El poroteo recomenzará. No desde cero, porque el salto cualitativo de esta semana es irreversible. Aún si el Senado flaquea, es cantado otro desenlace con un Congreso menos poroso a la derecha, ojalá que sea en 2019. 

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Vencedoras y vencidos: Toda lucha emancipatoria trasciende a su principal sujeto, proyecta sobre el colectivo social, alecciona, mejora.

El feminismo dio lecciones de militancia, alimentó una oleada que creció tangiblemente día a día. Las precursoras confluyeron con otras generaciones, hasta con pibas de secundario.

El macrismo, con coherencia y astucia, desecha o hasta reprime la movilización y la acción directa. Sabe lo que hace. La traslación, patente, entre la ola verde y los cambios de talante de la Cámara es un canto a la acción directa como herramienta irrenunciable, aunque no exclusiva.

La sociedad argentina, jacobina, ruidosa, acostumbrada a colmar plazas y calles, parió otro avance formidable, con las mujeres como protagonistas.

Ellas construyeron la media sanción, ahora que sea ley.

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