Este 20 de junio, en el Día de la Bandera en Rosario, pasaron al menos dos cosas inéditas: Es la primera vez que no está presente ni un solo representante del gobierno nacional y, también, por vez primera un gobernador no hace ningún discurso en los actos por la fecha patria. Ambos hechos parecieron estar relacionados ya que, quedó claro, la provincia estuvo de acuerdo con que el presidente Mauricio Macri no se expusiera a una segura protesta social que nadie podía dimensionar con exactitud. Miguel Lifschitz cerró en paralelo con el criterio de la Casa Rosada de que el "horno no está para bollos". Sin embargo, hubo un punto de fricción en el argumento de Cambiemos al señalar que no estaba garantizada "la seguridad presidencial". Ahí la Gobernación tuvo que aclarar que sí es capaz de instrumentar un dispositivo seguro en torno del jefe de Estado que, en todo caso, es responsabilidad última de la seguridad presidencial.

Pero todo se mezcló y nadie creyó el mensaje del ministro del Interior Rogelio Frigerio acerca de que en realidad el gobierno nacional y, por ende, el presidente Macri no quisieron "alterar la paz y tranquilidad de los rosarinos" al tener que vallar una amplia zona del Monumento a la Bandera.

El presidente tenía que llegar a la ciudad el día que el Fondo Monetario Internacional anunciaba la firma del acuerdo con Argentina por 50 mil millones de dólares; y tras una semana intensa de corrida cambiaria apenas sofocada por una increíble tasa de interés fijada en un 47% para tentar a los tenedores de Lebacs que decidían qué hacer ante un nuevo vencimiento.

También Macri debía compartir palco con la intendenta Mónica Fein tras varios días de polémica en torno de las obras de refacción del Monumento a la Bandera que no sólo no se terminaron a tiempo para este 20 de Junio sino que además, están mal hechas. El costo total es de 160 millones de pesos que la Nación fue cancelando a duras penas y para una empresa concecionaria que eligió el socialismo pero que tiene fuertes vínculos con el gobierno macrista al punto que pertenecía --al momento de la licitación-- al primo del presidente, Angelo Calcaterra.

También debía el presidente cruzar miradas con el gobernador Lifschitz a quien le debe la friolera de 70 mil millones de pesos, según cifras actualizadas, por el fallo de la Corte Suprema de Justicia hace más de dos años por el descuento indebido de las cajas de jubilaciones. Es casi el mismo monto que el propio Macri le transfirió en dos años a la gobernadora de Buenos Aires María Eugenia Vidal, desde esas cuentas absolutamente discrecionales que sólo necesitan de la decisión política.

El único dirigente del socialismo que salió a criticar abiertamente la decisión presidencial de no venir a Rosario el 20 de Junio, fue Antonio Bonfatti. Pero siempre da la impresión de que las críticas llegan demasiado tarde, al punto que una movilera televisiva casi desde la ingenuidad incomodó al presidente de la Cámara de Diputados al señalarle que "ustedes desde el comienzo acompañaron al gobierno nacional". Bonfatti negó enfáticamente y desplegó un amplio abanico de disidencias con las políticas del gobierno de Cambiemos. La pretendida tercera posición socialista (con equilibrios entre el PRO y el Kirchnerismo) le ha rendido muy poco hasta ahora pero es un lógica de la que no pueden escapar. Al punto que Lifschitz cada vez que va a hacer una crítica a la gestión macrista se encarga también de dejar en claro que en el anterior gobierno las cosas no eran mucho mejores. Lo hizo otra vez este 20 de Junio, cuando para justificar la ausencia presidencial recordó que "debemos recuperar el acto del día de la Bandera que años anteriores se había politizado demasiado", recordando quizás algunas sonoras silbatinas hacia las autoridades locales y provinciales cuando les tocó hablar en los palcos a la vera del río Paraná, al lado de Cristina Fernández de Kirchner.

En los alrededores, el humo de los asados a la estaca y el olor a frito de las empanadas jugosas le pusieron color junto al desfile que retornó para mostrar los caballos criollos adornados y la emoción que siempre genera el paso de los veteranos de Malvinas.