Después del partido en el que nuestra selección empató con Islandia, el sábado pasado, me di cuenta, deudor, deudora, deudorcito, bisnieto de deudor que ya debe plata sin haber nacido, que la cosa venía mal.

Porque dese cuenta usted, lectora, de que si hubiéramos ganado ese partido, el dólar no subía, Aranguren y Cabrera no hubieran tenido que sacrificarse por sus Pro-jimos, y el Sumo Maurifice hubiera podido bailar en el balcón frente a la Plaza vacía, en vez de  decir “lo que pasa es que pasaron cosas”.

De verdad nuestro equipo económico, el mejor equipo contrario que supimos conseguir, no previó que Messi podría errar un penal, y que a duras penas empataríamos contra un grupo de profesionales (un dentista., un director de cine, etc), quizás muchos de ellos de clase media.

La cosa ya venía confusa desde hacía varios días antes. No sé si usted vio, que el miércoles 14, mientras las masas se preparaban para el Mundial, además de la manifestación verde en el Congreso, (con cuyas consignas, aclaro por si hiciera falta, estoy 100 por ciento de acuerdo) hubo otra, minoritaria pero intensamente  retrógrada, que, paradojal u oxymoralmente, se llamaban a sí mismos “Pro-Vida”.

Francamente, querida lectora, las palabras “PRO” y “Vida” formando parte de una misma expresión, me confunden. Ingenuamente, pensé que era un grupo de avanzada, que reclamaba el NO al acuerdo con el FMI, de manera que cuando los bebés, deseados o no, nacieran, estuvieran “libres de deuda”.

Nada más lejos de la verdad.

Pedían “salvar las dos vidas”. La verdad es que no me quedó claro si se referían a la del Gobierno y la del Mercado; o a la del Sumo Maurífice y la del Ministro de Evasienda (quizás tenían miedo de que un hombre que no distingue una mansión de un baldío  se pusiera en riesgo, a sí mismo, o a la Economía, y en un ataque súbito de daltonismo económico creyera que las cuentas están en verde, y están en rojo.

Los días fueron pasando al son de las corridas. El Sumo Maurifice le pidió la renuncia a Sturzenegger, quizás acusado de tener alguna simpatía por Islandia.

Después, el sábado, vino el triste empate. Muy emocionante la ceremonia antes del partido. Se entonó el himno argentino, el islandés. La marcha del FMI (letra chica del acuerdo) y el hit del verano, que ya trascendió nuestras fronteras.  Muchos temieron (¿habrán temido?) que la AFIP aplicara el VAR a la tribuna buscando evasores entre los miles que gastaron miles llegando hasta Rusia. Pero no. Igual tuvimos 4 minutos de “década ganada” gracias al gol de Agüero, y enseguida “volvimos al uno a uno” gracias a la convertibilidad de goles islandesa.

Dicen, pero no tenemos incertidumbre ni certeza al respecto, que  don Esteban B intentaba torcer el marcador escribiéndoles poemas a los embriones que, en caso de haber nacido, serían hoy futbolistas.  ¿Será posverdad?

Terminó el partido y siguió la malaria. Un excelente chiste sobrevoló las redes. Un jugador islandés con  la remera número 29 y el nombre “Dolarson” hizo reír a medio país. Y sufrir al resto (o a todas y todos).

Vinieron las excusas: que nos perjudicó la altura (los islandeses son muy altos), o que el capitán de ellos se parecía demasiado al personaje de Ragnar Lodbrock (de la serie Vikingos), lo que distrajo a nuestros jugadores. Que fue un reclamo de la FIFA que nuestros jugadores no se atrevieran a ganarles a los bellísimos islandeses, ya que eso generaba más audiencia. ¡Mire deudor, mire deudora… los argentinos a la hora de crear excusas, somos campeones del mundo. Si así no lo fuera, jamás podrían haber siquiera sugerido que el acuerdo con el FMI era bueno para el país!

Pero el empate no fue gratis. Nada es gratis, últimamente. Nos costó. Ya lo dijimos, dos de los integrantes del mejor equipo contrario. Aranguren, verdadero centroforward, autor de varios “goles de tarifazo”, a quien el mismísimo Maucherano le dijera: “Hoy te vas a convertir en antihéroe”, hace ya más de dos años. Y Cabrera, ministro de Producción, que quizas se tomó literalmente su cargo y Pro-dujo demasiados problemas.

Se fueron ambos, y no fueron reemplazos por Pavón e Higuain, sino por Sica e Iguarcel. Así estamos: mal, pero endeudados.

Pero, todas y todos lo sabemos, el fútbol siempre da revancha. El problema es que esta vez la cosa se definía en la cancha, y no en las financieras.

Igual el técnico apostó a Mercado (¿habrá   esperado que su mano invisible nos salve?), y volvió a poner a Caballero (pensando que iba a entrar en la conciliación obligatoria). Plantó al equipo con una fuerte línea de tres cuotas, sin  fullback ni Lebac.

Caballero revoleando pelotas parecía Sturzenegger con las reservas en dólares  (aclaro, escribí esto durante el primer tiempo, tengo testigos). Cada vez que Croacia se perdía un gol, agradecían al FMI.

El primer tiempo terminó a duras penas, pero cuando creíamos que “lo peor ya pasó”, llegó el segundo semestre.

A pesar de que el técnico fue muy claro, y les dijo “la cancha se parece más a un baldío que a una mansión”  y “si les ofrecen un crédito UVA no lo agarren”, con eso no alcanzó. De nada sirvió que miles de argentinos llenaran el estadio de militancia celeste y blanca y sufrieran, minuto a minuto, sintiendo en el pecho, a nivel del ventrículo pagador, como aumentaba el precio de los 10.000 dólares que estaban pagando para poder asistir a esta verdadera fiesta…croata

Nos ganaron, y andá a cantarle a Lagardel!

Del FMI se puede decir que es insensible a la tristeza futbolera (y de la otra) sudaca, pero no que sea insensible a la pobreza. La detesta, si es propia, y quizás la goza, si es ajena, pero jamás la deja así como está.

De hecho, ya lo dijimos, se compadeció de nuestro Equipo Contrario, y en una verdadera “Cadena Solidaria” les prometió, aunque queden fuera de la Copa, unos 15000 palos verdes, de manera que los pudieran repartir: una parte para los pobres visibles de acá (los palos) y otra, para los invisibles de Panamá (los verdes).

Y además, teniendo en cuenta la emergencia en la que vivimos estos tiempos, nos declararon “emergentes”.  ¿Qué quiere decir “emergentes”?: que estamos igual de mal, pero se nota un poco menos, o que hagamos lo posible para que así sea, Amén.

Entonces, se vuelve muy claro el porqué de los movimientos anti interrupción voluntaria del embarazo: Por reclamo del FMI. Necesitan que nazcan muuuchos chicos no deseados, que luego se transformen en adultos y adultas no deseantes, y se dediquen a lo que corresponde: pagar la deuda.

Queridos lectores, lectoras, y demás deudores y deudoras y deudoros: la seguimos en la próxima.

@humoristarudy