Un hombre corre. Entre la multitud que corre, un hombre corre, con la camisa blanca flameando como una bandera. Corren todos huyendo de las balas de plomo que segarán esa noche la vida de Luis Blanco. Huyendo de los gases lacrimógenos, corren por la vereda de la calle Moreno, de norte a sur, de Córdoba a Rioja. Es el 21 de mayo de 1969. Es el Rosariazo. Un hombre corre entre la multitud que corre, mira sobre su hombro, mira a la cámara. Es la única imagen en movimiento que ha quedado de Ernesto Garat, desaparecido el 13 de abril de 1978.

Otro hombre corre. Veinte hombres corren. Entre la multitud, corren tras una pelota y tras la gloria. La escena se repite en miles de canchas. ¿Qué significa el fútbol en este continente arrasado?

Los cuentos de Santiago Garat (Rosario, 1974) son brevísimos. Algunos tienen tres oraciones. O una sola. Otros parecen poemas. O lo son. Están reunidos en El sol era la pelota, su primer libro, que se presenta mañana a las 19.30 en el Complejo Cultural Atlas (Mitre 645).

Sobre los diversos autores de las ilustraciones del libro, enumera el escritor: "Mi hija, mis sobrinos, hijos de amigos, presos que compartieron celda con mi viejo y después ilustradores 'en serio': mi hermana Florencia, Facu Vitiello y un tucumano, Sejo Delgado".

Santiago Garat es periodista. Integra la Cooperativa La Masa y la agrupación Hijos Rosario. Es nieto de Haydée Garat, Madre de Plaza de Mayo, e hijo de Ernesto Garat. Su narrativa brevísima se enuncia desde las grietas del discurso, y explora cómo entran en conflicto los relatos contradictorios sobre una realidad fracturada. El deporte, en sus cuentos, está atravesado por las tensiones sociales, por la violencia de género, por la lucha de clases. Los sujetos que hablan en sus textos son aquellos que la subjetividad hegemónica de la dictadura militar quiso dejar sin voz: las mujeres, los homosexuales, el pueblo peronista, los presos. Y otros más actuales, como los pibes chorros. No necesariamente se alinea a favor de sus personajes. También expone sus contradicciones, su alienación, su a veces tragicómica locura. Son viñetas donde se explora la posibilidad de un fútbol no machista.

Garat construye sus historias mínimas con retazos encontrados en el maremágnum informático. Reinventa la mitología clásica alrededor de la fecha de nacimiento de Diego Maradona. Le da carnadura literaria a la biografía del futbolista chileno Hugo Lepe, torturado en el mismo estadio donde hacía sus goles. Se apropia de voces de otros tiempos: "Soy peronista y después soy argentino, católico, obrero, trabajador. Soy lo que soy pero antes soy peronista. Tengo vacaciones, obra social, jubilación, aguinaldo, dignidad, por usted. Soy por usted".

Lo autobiográfico entra por el sesgo de la prosa poética. "Cuando se juega el Mundial 78 estamos en cuarto grado, justo cuando la piba que se sienta adelante deja de ser la piba que se sienta adelante y pasa a ser un par de ojos profundos y transparentes que derriten al sol", escribe en prosa rimada, casi una canción. "Cuando el partero se lleva al pibe bien lejos de la panza de su madre y otra madre sale a dar vueltas por una plaza y una abuela empieza a buscar a la nieta que no conoció. (...) Cuando un pibe que extraña a su padre sueña que esos ojos profundos de tan transparentes lo vean hacer un gol. Y que, de una puta vez y para siempre, derritan al sol".