Hace un tiempo empezó a circular una foto de María Elena Oddone con el Congreso de fondo, el mismo que escenificó tantas luchas feministas y la vigilia del 13 y 14 de junio por el aborto legal. En la foto se la puede ver con una pancarta que dice “No a la maternidad. Sí al placer”, en blanco y negro, y con otras consignas de fondo que bien podrían haber pintado nuestro presente movilizado y sororo. Esa imagen es parte del rescate que, desde 2015, está haciendo la escritora y periodista María Moreno, pionera en la escritura feminista en prensa gráfica, quien se propone con esta muestra un despliegue de experiencias y colores que no vienen a marcar un inicio pero sí suponen una genealogía con el carácter caprichoso de su propio modo de buscar material en archivo. Células Madre. La prensa feminista en los primeros años de la democracia, que estará en el Centro Cultural Haroldo Conti (ex ESMA) desde hoy, no tiene un principio ni un fin, justamente porque Persona, la revista dirigida por Oddone empieza a salir en 1979, así que es previa a la llegada de la democracia.  “El personaje de Oddone es interesante porque se hace íntima de Perlongher, sin ser una persona de izquierda, y se empieza a juntar con él, como grupo de resistencia de la dictadura, y aparte es valiente, porque le pasaban amenazas y sin embargo hacía volanteadas en plena censura… Cuando empiezan a marchar las Madres ellas les envía una carta planteando que ellas no son feministas. No ve la potencia revolucionaria de las Madres pero Persona es una célula madre de la experiencia feminista” dice Moreno. Esa reivindicación del placer que hacía Oddone sin duda era revolucionaria en 1984, cuando la revista Gente recoge la imagen y se pregunta en una tapa cuáles son los reclamos de las mujeres. Ese tipo de material también circulará en los paneles del Conti, porque se trata de sentir el perfume de un clima de época que empieza a celebrar los 8 de marzo, a organizar los Encuentros Nacionales de Mujeres y a preguntarse por el orgasmo en la televisión abierta.

–¿Cómo recopilaste material tan diverso y heterogéneo de aquellos años?

 –Implicó mucho trabajo porque no hay archivos feministas unificados. Hay material en el Conti, en el Instituto de Estudios de Género y por supuesto en el CeDInCI (Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas), donde tuve que mirar todas las colecciones y seleccionar el material a exponer de la A a la Z tipo El autodidacta de Sartre: patética tarea. Y eso no lo podía hacer otra persona porque tenía que tener un criterio de selección que no podía socializar. Habría que aclarar que este no es un trabajo militante y no es un trabajo que está bajo la idea de archivo, es más bien una elección personal; en un punto sería como mi autobiografía en periodismo, pero más allá de que me podés acusar de narcisismo tiene que ver con los límites de los medios. 

–¿Cómo se inserta el feminismo en los grandes medios como Tiempo Argentino?

–Con el feminismo podías operar metiendo cuñas en los medios a condición de que no representaras a un grupo político. Era cantado que a cada medio progresista que se abría se le ocurría armar una sección separada que además no incidía en el resto de los contenidos del medio, podía tener una nota de sexualidad ligada a lecturas feministas y al lado una pregunta sobre si las mujeres quieren ser violadas, como pasó en El Porteño. En ese momento había que aprovechar que no se diferenciara la adscripción feminista al tema del mercado, y aparte éramos un grupito minúsculo, primero Moira Soto y yo y después se va ampliando y volviendo complejo con los años. Es extraño que durante estos años nadie se puso a rastrear, hay una cierta mitología con la revista Alfonsina pero había muchas más y mucha heterogeneidad: estaba Brujas, con una estética pobrista ligada a la izquierda y La rara argentina, una paginita que se dejaba en los bares totalmente esteticista. Estaba el suplemento de Tiempo con una clara ambición de oponerse a las revistas femeninas, que tenía moda, cocina, etc. pero con una vuelta antropológica. Después aparece la sección “Mujer” de Sur, ya en plena democracia, de un grupo que pertenece a la izquierda y ya no padece censura (89-90). 

En la muestra, que Moreno realizó en colaboración con Mayra Leciñana, integrante de “Lugar de Mujer” entre 1984 y 1986 e investigadora en el Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género, estarán expuestas tapas y algunas notas agrupadas por temas: violencia, aborto, reivindicación de otro modo de placer, ley de divorcio, derechos humanos, etc. separadas por medios, más con la idea de exponer la proliferación de la época que para detenerse a leer cada una. Los temas son contemporáneos, muchos nombres también. “Es la puerta de un archivo para la investigación, pero no hay bajada de línea sobre el contenido de cada revista, está la exposición y sí hay una orientación breve del medio y del espacio donde funcionaba en la cronología. Además del eje gráfico están Ciudadanas (programa de radio conducido por Annamaría Muchnik y Marta Merkin) y La Cigarra (Susana Rinaldi, María Elena Walsh y María Herminia Avellaneda lo llevaban adelante en canal 11) pero no había mucho más. Y después hay un video de escenas heterogéneas de la televisión que pueden ser machistas o al revés, como un collage audiovisual” explica la autora de Black out. 

Además estarán las “Siempre vivas”, feministas de los 70 y 80 que ya no están. “Las Siempre Vivas son lo que yo llamo, íntimamente, altares. Ana Amado, Dora Coledesky, Martha Ferro, Elena Napolitano, Marta Merkin, Laura Bonaparte….  Los altares están formados por objetos de cada una que fui consiguiendo: anteojos, libros, fotos e intervenidos por la artista plástica Mariela Scafati”. Otra artista, Marina de Caro, va a hacer con cuatro artistas más revistas en movimiento, que serán, literalmente, mujeres disfrazadas de revistas, sobre todo de las más alternativas que tenían poca imagen y jugaban con la tipografía: Cuadernos de existencia lesbiana, Brujas, Feminaria y Mujeres en movimiento. Aparte estará la zona del aborto, separada. “Tiempo Argentino no hablaba tomando partido pero había debates, explícitamente del lado del aborto legal, en Sur. En el 89 hay un caso de una chica que pide que le realicen un aborto producto de una violación así que era legal, y sale un personaje a defender al feto y se arma un quilombo terrible. Gente muy conocida de diferentes ámbitos firma una solicitada a favor de la chica. No se lo hacen pero hay un movimiento y hubo debates diversos que dan cuenta de que el tema aparece todo el tiempo en la década con los términos y personajes de ahora: Mabel Bellucci, Laura Klein, etc. En Sur aparecen también entrevistas a Dora Coledesky, a Martha Rosenberg…

–¿Por qué pensás que a nadie se le ocurrió armar un archivo?

–Hay un boom de la memoria y sin embargo nadie lo hizo, ni parcialmente, sobre todo con la eclosión del feminismo actual. Igual yo no creo que esto sea plantear precursoras ni una genealogía como diciendo “Ni Una Menos viene de acá”: no viene de acá porque justamente se cortó la memoria. Sí puede haberse generado toda esa heterogeneidad que incluía el trabajo muy ligado a la obtención de leyes, sobre todo de mujeres pertenecientes al partido radical, como la Gómez Miranda. Pero para mí no es una continuidad. Sí probablemente se haya dado un espacio que permite que se tomen determinadas experiencias sin que haya una genealogía, o una conciencia de esos referentes, porque yo no veo una articulación con el pasado, ni siquiera una negación. Simplemente me parece que ha desaparecido del registro de los archivos. Mabel Bellucci tiene la teoría de que eso pasa porque muy vertiginosamente durante el gobierno de Alfonsín aparece una oferta de institucionalización (por eso es un feminismo de muchas abogadas y psicólogas) y hay una necesidad de incorporarse a la universidad, a los marcos políticos tradicionales, etc, un poco en contra de la tradición colectiva de reflexión y militancia de los 70. 

–¿El feminismo también tenía un prejuicio con los medios?

–Sí, como lo han tenido en general los grupos contestatarios, cierta imposibilidad de encontrar medios para intervenir, encontrar los agujeros en la red para transformar el ghetto en territorio. Y creo que estos suplementos lo hacían, partían de lo dado y vos lo transformabas en otra cosa. Por ejemplo, todo el diario Tiempo Argentino hace una loa a Malvinas y nosotras sacamos un editorial de Nelly Casas que fue un nexo muy importante entre un discurso más institucional, más integrado con los discursos más alternativos, ligados al género, al punk, a la izquierda, a la diversidad. Nelly escribe “la guerra es un crimen” y la imagen es fuerte porque es La Piedad con un soldado en los brazos. O cuando criticamos a Alfonsin porque dijo “quiero hablar con el señor Thatcher”, hacer una lectura como se hace ahora, desde una retórica muy afinada, para responder a las barbaridades semiológicas del poder.  En algún momento ustedes contarán cómo empiezan las referencias, cuáles son las lecturas, y creo que viene de H.I.J.O.S., del 2001 y del rock, el cambio en la protesta y la movilización, que empieza a ser más performática y alegre. Más política de la alegría que de la victimización. Esto no es para marcar una línea, o marcar una deuda, por mí si quieren hagan un matricidio organizado pero sí que eso inmenso no quede perdido. 

Mariposas en la cabeza

“Si yo me hubiera quedado como un gay de clase blanca, con título universitario, no me hubiesen pasado las mismas cosas que me pasaron. Profecía: Qué difícil moverte de tus comodidades, ¿no? Qué difícil moverte de tus preconceptos. Tardará pero llegará. Y cuando llegue recordarás este día con un montón de mariposas volando sobre tu cabeza” dice una de las profecías de la gran Lohana Berkins, que también tiene su homenaje en esta cronología de la militancia queer. En “Lohana te lee el porvenir”, una imagen suya montada en la pared permitirá tirar de una ruleta y sacar una predicción. Construida en base a frases reales de Lohana, son predicciones amoroso-políticas. El ropero de Sarita es otro rincón de la muestra, donde se abre el archivo personal de Sara Torres con cartas de Perlongher, notas de amor, flyers de fiestas en “Lugar de mujer”, el almohadón en el que se apoyaba Perlongher para dormir en lo de Sara, una camisa, su primer libro editado en Brasil…. “Puede parecer una autobiografía en clave de periodismo feminista. Más que nombrarme editora, diría que yo formé parte del lugar que ocupaba un suplemento feminista. Yo no me dedicaba solamente al suplemento de la mujer, como si tuviera que pagar el beneficio, o mi propio goce militante, haciendo otros suplementos como “Señores”, “Salud”, “Jóvenes”, “Domingo”, etc.

–Lo que habla de que las periodistas siempre estuvimos precarizadas… 

–Y si no lo hacías dentro del suplemento eran temas que eran muy difíciles de poner adentro del diario. El suplemento no incidía en los contenidos de adentro del diario. Lo que sostenía la presencia del suplemento era el mercado, porque empieza a haber otro tipo de mujer, separada, que hace planificación familiar de otra manera, que reivindica el orgasmo, etc. Es como si yo ahora en vez de escribir hiciera una perfo. 

Inexorablemente cuando se abría un medio con intenciones progresistas me llamaban en calidad de profesional de la feminidad entre comillas, en lugar de alguien identificado con la militancia feminista, porque yo militaba a través de lo que escribía en los medios, no participaba en los grupos. Nos leían las mujeres y nos leían vouyeurs, en clave picaresca. Y nos leían algunos personajes del mundo cultural, mis amigos del bar, como quien espía a la histérica. Pares nunca, yo era un par tranquilizador, porque no pertenecía al machirulaje ni a la colisión masculina. No era competencia. 

–Vos empezaste a escribir tu obra recién a los 40…

–Tenía una profunda inhibición para escribir y la idea de entrar a un medio y que hubiera una hora limite, me servía. Había una neurosis muy clara en relación a la producción. Y a partir de los medios yo hago una intervención muy presente, de mucho laburo, pagando el goce de tener un espacio para decir lo que pienso. No me parecía importante pasar de la intervención inmediata tan excitante al libro. Y creo que la sigo manteniendo. A mí me calienta mucho eso del límite aunque me queje. El libro al ordenar enfría. Por eso empiezo tarde a publicar y empiezo por un encargo, pero eso ya es otra perfo. El encargo es fundamental en mi vida. Yo tengo amos concretos, no soy el escritorcito puro que tiene amos imaginarios y me siento no afín a esa experiencia. Me las arreglo para desear lo que me encargan. La consigna se puede violentar, asociar y puede alargar algo que vos ya tenés decidido.

La muestra se puede visitar hasta el 29 de julio en el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, ubicado en Av. Del Libertador 8151, con entrada libre y gratuita de martes a domingos de 11 a 21.