"Esta es mi abuela Germaine. Ahí están sus ojos". El curador de Spilimbergo. Dos miradas, exposición que se inaugura este martes a las 19:30 en el espacio de arte de Fundación OSDE Rosario (Oroño 973), no puede evitar la primera persona. Leonardo Enea Spilimbergo nació en 1960, el mismo año en que su abuelo Lino Enea Spilimbergo (1896‑1964) se radicó en París con Germaine. Si bien el nieto no tiene recuerdos de él, el ancestro se ocupó de documentar cada paso que dio en pos de su objetivo: modernizar el arte argentino. Documentos que se suman a esta magnífica exposición de pinturas, dibujos y grabados en diversas técnicas: temples, pasteles, tintas, óleos, monocopias y aguafuertes.

En el intimista piso 6, una cronología ilustrada con fotos, reproducciones de obras y obras en pequeño formato se despliega sobre las paredes agrisadas. En lo alto se leen en cursivas blancas algunas "famosas frases" de Spilimbergo, quien desde muy joven llevó libretas donde anotaba todo, sintiéndose ya artífice de su propio destino. Este monumental legado es gestionado admirablemente por Leonardo Enea Spilimbergo, apasionado de la obra de su abuelo, a la cual presenta en el piso 5 ordenada en cuatro períodos: dos de formación y dos de "lenguaje propio". Cada período es encabezado por un autorretrato.

Antonio Enea Spilimbergo tenía dos hijos de otro matrimonio. Según Leonardo, "casi parecía un abuelo" de Lino, hijo de su unión con una campesina italiana 35 años más joven: María Giacobini. "No quiero estudiar más. Los curas me pegan", se le quejó en quinto grado. El padre le permitió dejar el Colegio Salesiano Don Bosco, y el niño se puso a trabajar. "Pero un día no sé qué le habrá dado y se anotó en la Escuela Industrial y fue a estudiar dibujo de ornamentación. En el segundo año gana un segundo premio. Se ganó un reloj. Creo que eso lo incentiva. Porque al año siguiente él va y se anota en la Academia de Bellas Artes (ex Escuela de Bellas Artes, hoy Instituto Universitario Nacional de Artes, IUNA) y así fue como empezó la historia".

 

Andres Macera
Autorretrato de Lino Enea Spilimbergo (1959). La muestra contiene pinturas dibujos y grabados.

 

No solo la de Lino, sino la del arte moderno argentino. Antes de entrar a clases, dibuja en los lagos de Palermo con Cesáreo Bernaldo de Quirós. A la salida, dibuja modelo vivo en el galpón que alquila con compañeros que luego fueron escultores: entre ellos, Alfredo Bigatti, autor de obras del Monumento a la Bandera. Al terminar su primer año, en 1915, los profesores Pio Collivadino, Ernesto de la Cárcova y Carlos Ripamonte le dan por aprobado el cuarto año. Aprueba quinto y en 1917 cursa pedagogía, egresando con el título de Profesor Nacional de Dibujo. Vive desde 1921 en Desamparados, San Juan, donde trabaja como empleado del correo. Figura de niña (1920) es la primera obra que envía al Salón Nacional de Bellas Artes, donde gana el Primer Premio al Grabado en 1922 y el Tercer Premio de Pintura en 1923. En 1924 renuncia a su empleo. Obtiene el Premio Único al Mejor Conjunto de obra en el Salón Nacional en 1925. Con ese dinero viaja a Europa.

"Atraviesa Italia, desde Milán hasta Palermo y Sicilia, sobre todo la Toscana; pasa por Pisa, Florencia, Siena. Absorbe el arte etrusco, bizantino y renacentista. Llega a París, donde estudia composición y color con André Lhote, doble turno: por las mañanas en la Grande Chaumière, la famosa escuela independiente, y por las tardes en la academia privada que tenía Lhote en la Rue Odessa". En París, Spilimbergo transforma su lenguaje plástico en el de un artista moderno. Aprende además la técnica de la pintura al temple, que resurge en Europa entre las dos guerras. "Se va empezando a estar consagrado, y cuando vuelve va a ser un artista resistido".

"En París conoce a mi abuela, que era de Reims", cuenta Leonardo. En Reims, pintó Lino una de las tres obras (las otras dos son aguafuertes de paisajes urbanos italianos) que la muestra incluye de una exposición decisiva: la primera en Buenos Aires del "grupo de los cinco", que integraba con Libero Badii, Héctor Basaldúa, Antonio Berni y Horacio Butler. Fue en la Asociación Amigos del Arte en la calle Florida y "armó un gran revuelo", allá por 1928. En 1929, Spilimbergo ganó el Primer premio Adquisición en el Museo Castagnino de Rosario con un "Paisaje de San Juan" de incontables puntos de fuga y azules. Pintó muchas veces la catedral que destruiría el terremoto.

El Gran Premio Nacional de Pintura del Salón Nacional le seguía siendo esquivo. No lo obtendrá hasta 1937, por su óleo "Figuras". El niño de ese cuadro es Antonio, el padre de Leonardo Spilimbergo. La madre es Germaine, que en una foto de 1926 posa junto a su compañero en plena vida bohemia parisina. Él tiene una guitarra y ella un mate, ella un rostro lunar y venusino y él un porte saturnino y mercurial.

De un viaje a Potosí en 1939 se trae un óleo inmenso: las mantas de "Las cholas" bolivianas son de un color tímbrico, un verde casi puro. Spilimbergo fue parte del jurado que le dio a Raquel Forner el consagratorio Primer Premio Nacional de Pintura en el XXXII Salón Nacional de Bellas Artes (1942), combatiendo así la discriminación de género. En 1936 realizó La breve historia de Emma, una serie de 34 monocopias que narraban la vida de una prostituta. "Había pensado exponerlas en todo el país pero la única vez que logró exponerlas fue en Tucumán mientras era el titular en la cátedra de Pintura de la UNT. La curia le hizo bajar casi todas las obras. Pero al final de la muestra estaban esas pocas obras, termina la muestra y todos los vidrios de esas obras estaban llenos de besos de rouge. Porque todas las prostitutas tucumanas habían ido a darle la última despedida y a agradecerle a mi abuelo que tenía una visión sobre la prostitución y un sentido muy social y bueno, fueron a dejarle ese beso de rouge".