El gobernador Miguel Lifschitz ya jugó sus fichas y empezó a alejarse con prudencia del rumbo caótico y funesto que inspiran las políticas públicas nacionales. Cambiemos no lo tuvo en cuenta en su agenda de negociaciones, no encontró motivos para apoyarlo en sus sueños reeleccionistas vía reforma constitucional y le dio a entender muchas veces que las conversaciones más determinantes se darán con los mandatarios peronistas de otros distritos. En definitiva, con aquellos que sí tienen legisladores nacionales propios como para torcer algunas decisiones. En el debate por el presupuesto 2019 que el presidente Mauricio Macri quiere exhibir con prolijidad ante el control del FMI, todos los acuerdos con el PJ no kirchnerista serán gravitantes.

Lifschitz hizo todos los esfuerzos por no ser un marginal político frente a la hegemonía de Cambiemos. Hasta pagó costos por esos gestos que iban más allá de las relaciones necesarias a nivel institucional. Pero hay que entender que no era muy sencillo quedar en soledad y pegado a Alberto Rodríguez Saá en ocasión de la firma del Consenso Fiscal entre el gobierno nacional y las provincias. Por ejemplo.

El rápido retorno a las "fuentes socialistas" (por eso se invirtió para estar en dos actos al lado del ex presidente español José Luis Rodríguez Zapatero) no pone sin embargo a Lifschitz exactamente al lado de su principal rival interno Antonio Bonfatti. El gobernador evalúa una candidatura nacional o provincial pero sabe que su destino inmediato no está al lado de ningún sector del peronismo. La posibilidad de ir a una candidatura por afuera del PS se barajó como una posibilidad, pero el entorno del gobernador la descartó de plano. "Sería sumar más dramatismo a la ya difícil situación del PS para los próximos comicios", especuló un dirigente del espacio.

Pero Lifschitz no olvida su gestión. Sabe que depende de cómo será recordado cuando termine su mandato y apuesta a la obra pública con fuerza para dejar huellas claras de su paso por la Casa Gris. También se destacan aspectos de consolidación de políticas públicas estatales que hoy adquieren una dimensión enorme frente a tanta decisión de ajuste y recorte del Estado. El socialismo se aferra a sus banderas de la salud pública que día a día atiende una creciente demanda. También solucionó su frente de conflicto con los empleados públicos a partir de una paritaria racional y justa. Pero es precisamente en ese marco donde algunas decisiones se tornan incomprensibles: ¿Cuánta planta puede ahorrarse Santa Fe al dejar de pagar los viajes de los docentes rurales? ¿Por qué lo hacen? Algunos dicen que es para trasladarle el costo a comunas y municipios donde están esas escuelas. Igual, son monedas frente al presupuesto provincial.

 

Sebastián Joel Vargas

 

Hablando de Seguridad

La apuesta de Miguel Lifschitz a un ministro de Seguridad con alto perfil político, joven y activo que contrastara con el parsimonioso tránsito de Raúl Lamberto por el área parece haberse agotado. Maximiliano Pullaro logró darle una dinámica nueva al ministerio pero los resultados de la gestión vuelven a ser negativos y con un presupuesto que ha aumentado exponencialmente. El gobierno sigue empecinado en no reconocer que uno de los principales problemas de la seguridad provincial reside en su propia policía e insiste en que hasta los conniventes agentes sirven para el combate contra el delito. El problema es que un policía corrupto no es que reprime mal o a medias el delito, sino que no lo combate y además forma parte de la estructura criminal a la que se pretende erradicar. Un policía connivente incrementa las posibilidades de delito.

Sucede que reconocer esta cuestión sería reconocer los propios errores de conducción de la fuerza. Es más fácil atacar a la justicia y plegarse a los sistemas de demagogia punitiva como la ley de narcomenudeo y otras cuestiones rimbombantes que ya han fracasado en varios lugares.

El gobierno y el ministro Pullaro no inauguran nada creyendo que la idea permanente de "salir para adelante" y no reconocer errores es la forma adecuada de enfrentar la ola de críticas por el tema que con mayor voracidad se consume el capital político de una gestión. Por eso el 20 de junio pasado, al pie del monumento, Pullaro negaba que los tiros contra la casa contigua a la de la ex esposa del juez que investigó a Los Monos, Juan Carlos Vienna tuviera como principal hipótesis la de un mensaje mafioso al magistrado. Tras esa declaración, esa misma noche desconocidos descargaron una ráfaga de tiros contra el frente de la vivienda del padre de Vienna. Es muy difícil despegar los dichos imprudentes y negadores del ministro de la balacera de esa noche.

A esta altura no es necesario formar parte de un grupo de inteligencia policial o ser experto en espionaje para darse cuenta de que quienes ordenan los disparos contra las casas están dando más de un mensaje. Cómo es posible suponer que en todos los ataques equivocan las direcciones. Balearon las dos casas en las que había vivido el juez Ismael Manfrín que presidió el tribunal que condenó a Los Monos. Balearon la casa contigua a la de la ex mujer de Vienna y este fin de semana la casa en la que había vivido el sargento Ariel Lotito uno de los principales investigadores de las actividades de la banda criminal. Sólo acertaron con el domicilio real del padre de Vienna. ¿Qué están queriendo decir? ¿Que tienen problemas con la actualización de los datos inmobiliarios o que las balas se van acercando de a poco a los blancos seleccionados? Los criminales que planificaron estos ataques ya lograron uno de los objetivos: El juez Manfrín se apartó del proceso de sentencia contra Los Monos. Esta misma semana una sugestiva caja de zapatos fue abandonada en la puerta lateral del edificio de los Tribunales Provinciales de Rosario. Adentro había tres bananas, unos claveles, una vela, un pan lactal y pororó esparcido por encima de todo. Las hipótesis sobre este complejo mensaje son diversas, pero lo cierto es que ninguno de estos hechos graves quedó registrado en cámara de vigilancia alguna. No hubo improvisación en ninguno de los ataques. Por supuesto, no hay detenidos ni pistas firmes.