Rubén Chababo (Rosario, 1962) fue entre los años 2002 y 2014 el primer director del Museo de la Memoria de Rosario. En su oficina de aquellos primeros años, desde donde se veían los rieles de la antigua Estación Rosario Norte, se reunía con hacedores y gestores de proyectos similares en otros lugares del mundo. La batalla local por el Museo definitivo en Córdoba y Moreno jamás interfirió en su visión de un Museo situado en un mapa global de lugares de memoria. Si bien de algún modo fue quien modeló ese cargo y esa institución, lo que surgió como Museo de la Memoria es el resultado de tensiones y conflictos entre visiones irreconciliables del pasado reciente.

La piedra y el fusil, publicado por la editorial Casagrande, revela en formato libro la fineza de su prosa de ensayista en torno a ciertas preguntas que se hizo y que hizo en aquel período fundacional.

"Este libro dialoga con el inmenso esfuerzo que supuso la construcción de ese espacio", reflexiona Chababo para Rosario/12. "Existe una estrecha relación entre estas páginas y mi experiencia como director del Museo de la Memoria. Podría decir que muchas de estas reflexiones nacieron allí". Profesor de la Universidad Nacional de Rosario, asesor y miembro de instituciones vinculadas a la memoria y a los derechos humanos, Chababo es uno de esos escritores que preguntan. No teme desfondar la trama muda de los sentidos socialmente convenidos que configuran los pactos de convivencia, en un país que no termina de contar sus muertos ni recuerda cuándo comenzó a contarlos.

La tesis de su libro es que la memoria es una construcción. El pasado reciente se caracteriza, dice el autor, "por zonas cargadas de silencio y sobre las que muchos de los llamados protagonistas insisten en proyectar miradas cristalizadas que resisten la enunciación de versiones diferentes". Para "poner entre paréntesis las certezas", expone una colección de testimonios que desarman el mito del héroe.

Él no cree en superhombres ni en demonios, "porque la historia la hacemos los humanos", afirma. Humanos que no soportan su propia imperfecta humanidad y borran de los brazos del soldado, en la foto donde se iza sobre el Reichstag la bandera victoriosa con la hoz y el martillo, los cuatro relojes robados en el saqueo a los cadáveres esparcidos por Berlín; humanos que jugaron al fútbol con sus verdugos, que salvaron la vida por un grotesco azar y no por su eficacia como sobrevivientes; torturadores corteses con el enemigo fuera de su horario de "trabajo"; prostitutas y proxenetas que se jugaron la vida por sus vecinos del ghetto de Varsovia; batallas inventadas para la prensa porque los opresores del campo de concentración huyeron solos. Los testimonios de Jean‑Paul Sartre, Primo Levi, Marek Edelman o Christopher Burney contradicen toda estatura épica. Nada de lo que sucedió se parece ni a la pintura "histórica" ni a las películas.

"La memoria, cualquier memoria, puede servir también para ocultar lo que uno no desea que sea recordado".

Opina Chababo que "la memoria, cualquier memoria, puede servir también para ocultar lo que uno no desea que sea recordado". Al leer su libro se comprende que la muerte no es la gran igualadora. Y que los lugares no hablan por sí mismos. La elocuencia es patrimonio de la palabra; en la poesía, en la memoir, en la performance que como las de Pedro Lemebel visibiliza otros sujetos del coraje, como los maricas.

Un monumento puede volverse invisible. Eso sucedió con el que en la parada del 110 en Junín y Rawson conmemora a los 9 policías y los 2 civiles asesinados allí en la masacre del 12 de septiembre de 1976.

El libro concluye con una estampa autobiográfica, ilustrada por una foto velada por un papel araña como de álbum familiar. El gesto de levantar el velo no devela lo que sí la transmisión de los relatos.

Chababo no abandona su esperanza de "contribuir a ampliar los márgenes de la conversación sobre el pasado, dando lugar a memorias más plurales, es decir, más generosas hacia el dolor de todos los que sufrieron el injusto imperio de la violencia, para que las voces de todos los dolidos encuentren al fin su justo cobijo en el recuerdo".