Croacia le puso fin a la utopía rusa al superar ayer a la selección anfitriona por 4-3 en los penales y, tras veinte años, se metió nuevamente en la semifinal de un Mundial. El duelo disputado en Sochi terminó 1-1 en los noventa minutos; mientras que en tiempo extra también hubo un gol por lado para finalizar 2-2. La selección capitaneada por Luka Modric revalidó así sus credenciales, ganadas tras el abultado triunfo por 3-0 sobre Argentina en la primera fase, y se medirá el próximo miércoles con Inglaterra por un lugar en la final del 15 de julio en Moscú.

El inicio del encuentro dejó bien claro cuáles eran las propuestas de ambos elencos. Rusia, como lo hizo en cada uno de sus presentaciones anteriores, le entregó la pelota al rival y apostó por el contragolpe que tanto rédito le dio. Es que los jugadores rusos son los que más kilómetros por partido recorrieron durante la Copa y esperaban, una vez más, sacar provecho de ello (ayer, corrieron ocho kilómetros más que los croatas). Fundamentales para esta estrategia fueron las presencias del incansable Golovin haciendo de lanzador en el mediocampo y del gigante Dzyuba como referente de ataque y receptor de cada pelotazo. El delantero de 1,96 metros fue, al igual que contra España, un constante generador de problemas para los defensores rivales por su juego aéreo y su movilidad.

Croacia, por su parte, tardó en encontrar el ritmo que pretendió darle su entrenador, Zlatko Dalic, con el regreso del doble cinco compuesto por los de Real Madrid y Barcelona, Modric y Rakitic. La propuesta iba por la creación de juego en el medio para abastecer a Perisic, Kramaric, Rebic y Mandzukic, quienes se sumarían al ataque ya sea por las bandas o por el centro.

Pero aquella generación de fútbol balcánica no se impuso en la primera parte. Rusia logró empantanar el juego en la mitad de cancha y, de contra, se adueñó de la primera alegría del partido cuando, tras una pared con Dzyuba, el zurdo Cheryshev metió un zurdazo que dejó sin chances a Subasic. A los 31, un verdadero golazo hacía a los locales creer en lo imposible.

 

 

Tal ilusión duró, sin embargo, ocho minutos. Un pésimo retroceso defensivo le dio la oportunidad (y todo el tiempo del mundo) a Mandzukic para ubicar a Kramaric desmarcado en el área y ponerle la pelota en la cabeza para el 1-1. La defensa rusa nunca se decidió por salir a marcar al de Juventus y casi que terminó por meterse en el arco de Akinfeev.

 

 

 

El segundo tiempo continuó con un guión similar: la pelota para Croacia, los contragolpes para Rusia, pero menos emociones. La situación más clara la tuvo Perisic, pero su remate dio en el palo y, en el rebote, la pelota coqueteó por toda la línea de gol para pasar de largo. Recién en la prórroga fue que Croacia encontró un aparentemente agónico 2-1 con un cabezazo del defensor Vida que se metió ante la pasiva presencia del ingresado Smolov. Aquella no sería la única acción desafortunada del diez ruso en el partido. Rusia se sentía afuera después del gol y el DT ruso Cherchesov animaba al tímido público local para que se prenda. Y vaya si se despertó a los 115 cuando Fernandes se elevó y puso de cabeza el 2-2.

 

 

 

La historia se definiría en los penales. 

Tanto Akinfeev como Subasic fueron héroes frente a España y Dinamarca, pero esta vez sólo uno saldría victorioso. Y lo fue Subasic, quien no tardó en mostrar sus credenciales cuando despejó el primer penal de los rusos, a cargo de Smolov, que definió de manera suave, casi queriendo picar la pelota. Tras las conversiones de Brozovic para Croacia y Dzagoev para los locales, llegó el turno de Akinfeev para dar batalla y el uno se quedó con la segunda ejecución de los croatas, igualando la historia. Sin embargo, en el siguiente penal, Fernandes remató desviado y pasó de héroe a villano.

 

A partir de allí, los croatas no fallaron. Modric cambió el suyo por gol con algo de suerte –Akinfeev llegó a rozar la pelota, que dio en el palo y se metió segundos después–, y Vida y Rakitic hicieron lo propio para terminar con la utopía rusa y volver, como en Francia ‘98, a estar en una semifinal mundialista.