La economía macrista se aproxima a su agotamiento financiero, por lo menos, en medio de tres factores centrales.

Primero, una pérdida de confianza generalizada que incluye al propio Gobierno. Segundo y con rasgos de particularidad alarmante dentro de lo anterior, la bronca de una porción amplia de clase media que incluye votantes de Cambiemos y, por ahora, se manifiesta estupefacta sin saber para dónde fugar. Tercero, datos y sensaciones de polvorín en el conurbano bonaerense.

En medio de ese clima, una serie de gestos retroalimenta la impresión de que el rumbo oficial está completamente perdido a no ser por la hipótesis (b): se vive el último intento de controlar el escenario, antes de avanzar hacia la dolarización definitiva. Esa trama habría estado prevista por la facción del bloque dominante que encabezan los grandes bancos y las empresas extranjerizadas de servicios públicos. 

La hipótesis (a), recordamos, es más sencilla y consiste en aquello de que simplemente nos gobierna una sarta de improvisados políticos y técnicos, sorprendida por la enemistad o indiferencia del capitalismo financierizado global. Y capaz de haber llegado a Casa Rosada gracias al motivo, principal o secundario, de la hipnosis que aplicaron los medios hegemónicos durante el último tramo de la segunda gestión de Cristina. 

Queda para otro momento si acaso esa maquinaria mediática podría haber ejercido o aplicar semejante influencia de no existir unas características sociales que habilitan su impunidad. Que el oprimido reproduce el discurso del opresor es más viejo que el tiempo.

En una hipótesis (c) se conjugan las dos primeras.

Cualquiera de esas alternativas, salvo que el partido del orden neoconservador que atrasa casi treinta años encuentre una salida política gracias a la entente de macrismo y peronismo blanco (lo cual es difícil, pero no descartable), significa que las grandes mayorías están fritas. Tienen el obstáculo de la enorme resistencia social de los argentinos intensos. De eso dará cuenta la impresionante manifestación que hoy volverá a tapizar la 9 de Julio.

Lo inverosímil de la dolarización suena algo menos descabellado cuando se lo coteja con las opciones realmente existentes de un mundo PRO que ya no existe. Que halló el límite a esos discursos y argumentos motivacionales aptos para ganar elecciones de cara a quienes miran y no ven; oyen pero no escuchan; odian o fluctúan, al solo efecto de lo que Jauretche definía como ese medio pelo que quiere estar cerca de quienes siempre quedarán lejos y lejos de los que quedan cerca.

En estrictez monetaria y según advierten hasta quienes lo corren por derecha, el Gobierno no tiene escape. Los menos directos ponen fichas a un cambio completo de gabinete como última moneda que quedara por jugar, y como si eso alterara que el drama es el esquema y no sus nombres.

Técnicamente es imposible que pueda zafar un país cuya exposición está en una moneda que no emite, en dólares que no produce y en la decisión de no tocar un solo ingreso de los sectores del privilegio. Ni uno.

Macri y su equipazo se introdujeron en esa relativa sinrazón a su exclusiva cuenta.

Sólo no sería eso en la hipótesis de que tenían programados sus negocios personales y corporativos, aun a costa de un evidente desgaste físico que se advierte en las caras y posturas de cada funcionario del macrismo, al descansar en una confianza externa ilimitada. Y en que, si eso fallara, restaría un cambio final que se tolerará porque cualquier variante sería preferible al retorno del demonio populista con el que se vivía mejor, sin que eso importe porque en los penales siempre definiría lo que “la gente” crea. No le que le pase. 

Asumieron con una de las deudas externas más bajas del mundo como economía fronteriza, y ahora festejaron al divinísimo botón haber pasado a emergente para que ese mismo mundo de la timba financiera les diga arréglenselas, ajusten, repriman, sobreactúen lo que se les antoje pero yo ahí no invierto, no me quedo, no me interesa aunque el FMI y Morgan Stanley pretendan decir lo contrario. Ni siquiera sos Grecia, porque encima no me asegurás el control de la oposición, de los sindicatos, del Congreso, del tsunami de los pañuelos verdes con esa revoluta callejera que no te quiere ni un poquito, con esos peronistas que no me garantizan nada de nada, con esos movimientos sociales que te aprietan con la bendición pontificia.

En síntesis, el mundo de los amigos le dice a Macri que es un amateur.

Gastan los dólares del FMI para frenar el refugio en el dólar. Suben las tasas de interés hasta niveles inéditos en la historia, y provocan una recesión que extremará la pérdida de pesos para comprar los dólares que necesitan para pagarle. 

Que alguien explique de qué manera un desatino de esta naturaleza no termina en default, como no sea por un cauce final de extinguir al peso con la pérdida del último recurso de soberanía disponible. 

A quienes se les siga ocurriendo que esto apenas es cuestión de despachar a los ñoquis (que el macrismo incrementó, de ser por eso y de acuerdo con los propios datos oficiales de plantilla estatal 2016/2018); a los choriplaneros; a los maestros vagos; al gasto de “la política”, cabrá contrastarles que la inflación se terminaba rápido y que la cultura del dólar se acabaría de la noche a la mañana porque el peso sería revalorado ya que, por fin, llegaba el rico que no robaría y dispuesto, en virtud de su profesionalismo, a terminar con setenta años de decadencia que nos impidieron ser Australia o Nueva Zelandia. O Chile, ese país tan serio donde la desigualdad entre ricos y pobres figura entre las más enormes del planeta según todo índice que quiera escogerse.

La utopía liberadora de ricos, famosos y expertos que nos sacarían de la catástrofe kirchnerista va finiquitando con símbolos como el de Elisa Carrió, ya totalmente desquiciada en su fórmula de que la clase media deje propinas para sostener el difícil trance de la República. Esa fue la foto más rebotada, pero no la mejor que pueda encontrarse. Es superior que Gas Natural Fenosa, distribuidora de la provincia de Buenos Aires con ingreso reciente de un fondo de inversión neoyorkino, entrega las facturas con la publicidad de una financiera que ofrece préstamos en el acto para pagar el tarifazo.

En estos días hubo una nebulosa, porque el dólar permaneció quieto tras una devaluación infernal en pocas semanas y porque el Gobierno habría convenido acuerdos fiscales con los gobernadores peronistas del partido “racional”. Otro disparate técnico: el canje de Lebac por Letes supone que la deuda en pesos de las primeras se pasa a los dólares de la segunda, y a corto plazo. No se puede creer. Casi.

La bomba del endeudamiento sin fin no resiste espejismos. Mucho menos una realidad en la que ya hay los cortes en las cadenas de pago, supermercados vacíos, caídas de consumo en todos los rubros, pymes cerradas o exánimes de a decenas cotidianas, goteo de despidos a centenares también diarios. Y el tic tac del conurbano.

Todo eso con el casi también nulo registro mediático por parte de los socios revolucionarios de la alegría, aunque últimamente se filtran cada vez más cuestionamientos de quienes ya asumen que Macri no controla nada.

Algo huelen.

Lo bien que hacen tras ordenarse la liberación de Lula, aunque revocada, el triunfo de López Obrador y la inutilidad de reavivar un escenario de Cristina cercada judicialmente. Pase lo que pase, toda una lección para esos frívolos eternos capaces de creer que la historia deja de dar vueltas.