Veintisete editoriales con más de 500 títulos de historietas: esa es la propuesta de la Asociación Argentina de Editores de Historieta (AAEH) para esta tarde. De 16 a 22 se realizará la segunda edición de su Feria de Historietas en el bar La Paz Arriba (Montevideo 421), a metros de avenida Corrientes. Habrá autores firmando y dibujando, presentaciones de libros, algunas charlas, ofertas y prácticamente todos los sellos relevantes del mundillo comiquero autogestivo.

Esta edición llega en un momento difícil para el sector. A la situación económica recesiva que atraviesa el país se suman los aumentos constantes de sus costos, la falta de eventos importantes en el corto plazo (el único hito fuerte programado es el rosarino Crack Bang Boom, en octubre) y hasta una extraña ola de robos a comiquerías (cuatro desvalijadas en las últimas dos semanas, con similares resultados).

Lea Caballero, responsable de Purple Comics, destaca la buena marcha de la primera edición de la Feria, que motivó a la AAEH a repetir la experiencia. “Pero además, hubo pocos eventos, sobre todo en la primera mitad de año, y si te fijás no hay ningún indicio de otra Comicópolis”, apunta. “La mayoría sacamos novedades para la Feria del Libro y después es sentarse a esperar hasta Crack Bang Boom”, reflexiona. En su itinerario, advierte, no cuenta el festival Dibujados porque su espíritu independiente y under es más apropiado para la movida de fanzines. Su colega Bruno Chiroleu, de Términus Libros, considera que la Feria de Historietas que se realizará mañana es “una forma de intentar romper con la dinámica del gueto y ofrecer un lugar donde los lectores puedan ver la producción sin tener la competencia de otras formas de material gráfico”. La ausencia de los gigantes editoriales, observa, también les ofrece un paraguas contra una competencia imposible.

Pero más allá de la búsqueda superadora de las propias limitaciones del sector y los intentos por potenciar sus virtudes, los sellos luchan –como todo la producción cultural local– contra un contexto adverso. Marcelo Pulido dirige Historieteca Editorial y está a cargo de la librería especializada La Fábrica de Historietas, del colectivo editorial NHA. “Tenemos un lento crecimiento que tiene que ver con que nuestra librería es una novedad, pero a otros les bajaron las ventas”, observa. “Si la situación económica no fuera esta, nos iría mucho mejor”, especula. Caballero acuerda. “La actividad está en recesión como todo lo demás, si antes una editorial sacaba seis títulos al año, en 2018 saca tres”. Los presupuestos de las imprentas, revela, son efímeros por la volatilidad cambiaria. “Hay una situación caótica y un ambiente de incertidumbre, no sólo para nosotros los independientes, sino que hablás con las editoriales más grandes y te dicen exactamente lo mismo”. Chiroleu no se anima a poner sobre la mesa números que no tiene, pero evalúa que por inercia la producción no bajó tanto como las ventas. Es decir: se edita más o menos lo mismo, pero se vende menos. “Esto está bancado por las preventas y otras formas de venta directa, que si bien permiten que el libro exista, tampoco nos sacan del ghetto”, analiza el rosarino.

Ampliar el público es la búsqueda constante del sector desde hace casi quince años, cuando empezaron a proliferar las editoriales autogestivas del circuito. Para Pulido, “lo que hace falta es que la novela gráfica circule entre otro público, a la Fábrica entra gente que se sorprende cuando encuentra libros de todo tipo”. Y considera que “después están los que mantienen el prejuicio del o infantil o del entretenimiento, pero alcanzaría para romperlo con que lean un par de las buenas novelas gráficas que se están publicando”.