A demostrar cómo los artistas medievales usaron a los monstruos como propaganda se dedica la flamante exhibición de la Biblioteca y Museo Morgan, en Nueva York, que ha desempolvado decenas y decenas de viejos manuscritos, esculturas, tapices, ilustraciones y objetos varios para montar Medieval Monsters: Terrors, Aliens, Wonders, en cartel hasta septiembre. “Las imágenes monstruosas a menudo se asociaron con miembros de grupos socialmente desfavorecidos para sugerir que eran menos que humanos; estrategia que racionalizó la represión e incluso se utilizó para instigar la violencia”, ofrecen Asa Simon Mittman y Sherry Lindquist, curadores de la exposición. Y ejemplifican correspondientemente: “Además de la representación de figuras no normativas dentro de la cultura cristiana europea, como personas con discapacidades mentales o físicas, grupos enteros de ‘extraños’ fueron también demonizados. Las representaciones de judíos y musulmanes, por caso, a quienes los cristianos creían pecaminosos por negar a Cristo, incluían rasgos exagerados o animalistas, y cuerpos sin gracia”. Así, amén de explorar el complejo papel social asignado a lo monstruoso en tiempos medievales (y lo monstruoso, harto sabido, cautivó ayer tanto como fascina hoy), se escinde la muestra en tres momentos: los “terrores” (criaturas que realzaron el aura de aquellos en el poder, sean gobernantes, caballeros o santos), los “alienígenas” (grupos marginados como las mujeres, los pobres, etcétera), y las “maravillas” (extrañas bellezas y aterradoras anomalías que poblaron el mundo medieval, empleadas con fines ornamentales, de entretenimiento o contemplativos, seres fantásticos destinados a inspirar una sensación de maravilla y asombro). En resumen, desde bestias hasta unicornios, todo entra en la incitante ecuación en cuestión.