Hay señales que son claras. El socialismo dejó de hamacarse y por fin se paró como opositor al gobierno de Mauricio Macri. Los radicales santafesinos –muchos más que antes— se empeñan en mantener el doble estándar de ser aliados del PRO en la Nación y del PS en la provincia, para no perderlo todo. En el barco ya nadie discute el rumbo sino cuándo y hacia dónde saltar. Como lo expresó esta semana con total franqueza y absoluto pragmatismo el presidente de la Unión Cívica Radical de Santa Fe: “Todavía no sabemos qué escuderías van a correr, para qué nos vamos a poner la camiseta de antemano”, soltó Julián Galdeano ante una consulta de este cronista sobre el 2019.

Así, todos los días el gobierno de Miguel Lifschitz “descubre” cosas que le harían falta y que no están o les retacean. Desde la pobre propuesta para saldar la deuda histórica de la que la nación sólo reconoce un 50 por ciento, al recorte de partidas para obras de infraestructura que afectan a más de 30 proyectos en la provincia y los fondos necesarios para hacer frente a la creciente demanda de los comedores escolares. Esta semana también, el ministro de Trabajo Julio Genesini “encontró” los despidos que no había podido ver en los dos años anteriores a pesar de que su gestión al frente de la cartera fue impecable. Presente en todos los conflictos, resolviendo muchos de ellos, acercando a las partes y, sobre todo, cuidando las fuentes laborales. Pero en el discurso el funcionario nunca quería describir el horror que veía todos los días en su área. Pero ahora sí dio a conocer estadísticas que señalan que en este semestre en Santa Fe se perdieron más fuentes de trabajo que en todo 2017.

Este “despertar” tiene una explicación muy clara. No hay misterios, lo que hay es una lectura más fina de la realidad y ésta indica que el gobierno nacional rompió puentes importantes con el electorado. Antes en el socialismo veían las mismas cosas que ahora, pero no querían enemistarse más con la gente que apoyaba el cambio. Por eso a cada tímida crítica que esbozaban le agregaban un “pero las cosas tampoco eran mejores durante el gobierno anterior”, porque saben que una porción importante de la sociedad rechaza la administración de Cristina Kirchner y la figura de la propia senadora. En definitiva, el socialismo cree que la desilusión del presente más las críticas al pasado, les puede dar una enorme oportunidad para recuperar terreno en las urnas el año próximo.

 

Andres Macera

 

Pasaron más de dos años y medio y ahora sí los ciudadanos pueden evaluar con certeza qué cosas se pueden perder en el camino cuando se elige una opción política u otra. En 2015 este fue el caballito de batalla del kirchnerismo y del socialismo por igual: Alertar a los votantes que las políticas públicas de Cambiemos venían por los derechos y las conquistas sociales que se habían conseguido. Pero el problema fue que esto se advertía desde el poder y se produjo la tensión entre el statu quo y el cambio que quería una mayoría por el cambio mismo, porque es parte de la naturaleza humana. Hoy es distinto, los votantes ya vieron que era cierto que se podían perder beneficios y políticas públicas varias. Sólo se añora lo que realmente se pierde, lo que se fue. De igual modo, sigue vigente el desafío para kirchneristas y socialistas de presentarse como algo nuevo, cuando ya son harto conocidos por la sociedad. Por eso se alientan tanto los frentes más diversos, porque hay que sembrar la sensación de lo nuevo. Es casi una obsesión para los políticos más tradicionales. 

A diferencia de lo que pasa a nivel nacional, el peronismo en Santa Fe tiene bien en claro que no hay futuro sin Unidad Ciudadana adentro del esquema. No es posible aquí escuchar a un dirigente del peronismo que diga que puede “prescindir de los votos de Cristina” como aseguró Juan Manuel Urtubey. Todo lo contrario, el senador provincial Armando Traferri lo puso en claro estos días: “No comparto lo del gobernador de Salta, por eso no fui cuando estuvo en Rosario. Lo que menos puede ser el peronismo hoy es sectario”, sentenció mientras le mostraba los dientes a Omar Perotti con quien aseguró que no habla desde hace casi dos meses. “Lo cual en esta coyuntura es una eternidad”, dijo el experimentado dirigente que se jacta de tener con el Nuevo Espacio Santafesino (NES) junto a Alejandra Rodenas, “el más extenso desarrollo territorial” que hoy puede exhibir estructura alguna en el peronismo provincial.

Y Perotti sigue en silencio. Esta característica que exaspera a propios y extraños y que le ha dado buenos resultados en su carrera política; puede ser perjudicial en esta época. Su postura como senador nacional sobre la despenalización del aborto sigue siendo un misterio lo cual lo ubica; no como en otros temas como a un “tiempista” de la política, sino como a un dirigente extremadadamente calculador. Lo que se juega no es menor para alguien que quiere ser gobernador de la segunda provincia del país. Perotti maneja este debate como a cualquier otro complejo de la agenda política y ese es su error. No necesita inmolarse, sólo anticipar su postura y atraer las presiones antes de la definición. Después será demasiado tarde.

Pero este es sólo uno de los problemas que tiene Perotti por delante. El otro se llama María Eugenia Bielsa, que esta vez parece decidida a jugar su candidatura a gobernadora. La categoría en la que quiere disputar terreno parece lo único seguro, pero también se mantiene en silencio. Como se lamentó un experimentado dirigente del peronismo rosarino: “Tenemos dos muy buenos candidatos por el peronismo, pero son mudos”.