Con un público notablemente menor al de otros aniversarios, el acto de ayer por los 24 años del atentado a la AMIA mostró una politización abierta e indisimulada. Cuando sonó la sirena a las 9.53 de la mañana, hora exacta del estallido en la sede comunitaria el lunes 18 de julio de 1994, el público cubría apenas una cuadra de la calle Pasteur, aunque se habían cerrado tres hasta Corrientes. Excepto por las menciones al terrorismo en general y la necesidad de justicia y verdad, este público no respondió en particular a las constantes acusaciones políticas de los oradores. La reacción fue en parte escasa por el anacronismo de hablar como si Cristina Fernández de Kirchner todavía fuera presidenta y Héctor Timerman fuera su canciller. Mientras casi no hubo menciones al actual gobierno, se acusó al anterior de “ponerse de rodillas” ante los culpables del atentado durante la firma del memorando con Irán.

La seguridad en el acto fue discreta, sin francotiradores a la vista aunque los miembros de los equipos especiales de la policía se paseaban a la vista completamente vestidos de norteamericanos. Llamó la atención que tres bocacalles estuvieran bloqueadas con ómnibus escolares estacionados en diagonal en medio de la calzada, y que en todos los casos los choferes estuvieran sentados adentro escuchando la radio, al parecer nada preocupados.

El acto comenzó, como es ya una triste tradición, con la lectura de los nombres de las 85 víctimas de la bomba que destruyó el viejo edificio de la AMIA en Pasteur entre Tucumán y Viamonte. Mientras el público repetía “presente” después de cada nombre, familiares prendían una vela y colocaban una rosa en el memorial frente a la nueva sede comunitaria. Un agregado reciente a la ceremonia también se repitió cuando se invitó a Sara Garfunkel, madre del fiscal Alberto Nisman, a colocar una vela y una rosa en su memoria. Discretamente, el fiscal fue mencionado como “muerto”, un detalle que a medida que avanzó el acto se perdió, transformando a Nisman en asesinado.

Tal vez para que el público no reaccionara, no se mencionó que estaban presentes el jefe de Gabinete Marcos Peña, la ministra de Seguridad Patricia Bullrich, el de Ambiente Sergio Bergman y el secretario de Derechos Humanos y ex alto funcionario de la DAIA Claudio Avruj. Sólo se habló de la presencia de familiares de víctimas de atentados en Nueva York, Paysandú, Niza y otras ciudades, y del secretario general de la OEA Luis Almagro.

El primer orador fue Agustín Zbar, presidente de la AMIA, que explicó que “la impunidad es una pesada carga para la democracia”, acusó a Irán y Hezbollah por el atentado, y pidió que este ataque fuera considerado como un crimen de lesa humanidad. Luego criticó la existencia de dos causas AMIA, condenó en términos genéricos la lentitud del poder judicial y finalmente fue al grano al pedir que se cierre la causa por el encubrimiento y la obstrucción de la investigación, la llamada AMIA 2. Zbar se dijo ofendido por el hecho de que Carlos Alberto Telleldín, acusado originalmente de armar la bomba en una camioneta Trafic, sea “acusador” en esta causa. El presidente de la AMIA no explicó a su audiencia por qué esto ocurrió, cómo fue el armado de la impunidad, ni que los demás acusados incluyen al juez original de la causa, a sus fiscales, al ex presidente Carlos Menem y al ex presidente de la DAIA, Rubén Beraja.

Este notable recorte no le impidió a Zbar afirmar que la ex presidenta Kirchner “distrajo” la investigación con el memorando de entendimiento con Irán. Tal fue el convencimiento del presidente de la AMIA que no dudó en felicitarse porque “logramos” que el pacto fuera declarado inconstitucional y “logramos” que la ex presidenta y otros funcionarios fueran acusados por traición a la patria. Zbar le recordó la línea oficial a los presentes acusando a Irán por el atentado, repitiendo que el libanés Ibrahim Berro fue el suicida en el caso, que Telleldín armó la camioneta y que la Triple Frontera con Paraguay y Brasil fue la base operativa. Esto “lo sabemos”, dijo el funcionario comunitario, después de su resumen de la historia creada en el menemismo. Para terminar, Zbar pintó al fiscal Nisman como un héroe que “entregó su vida” enfrentando al terrorismo “valientemente”.

El secretario general de la OEA Luis Almagro ofreció la solidaridad de la organización y afirmó que el aniversario del atentado tiene que pasar al calendario de todo el continente. 

Como también es tradición en el acto, el cierre estuvo a cargo de un familiar de alguna de las víctimas. Desde hace años, para evitar situaciones incómodas de los primeros actos de conmemoración en los que familiares angustiados se dirigieron con dureza a funcionarios presentes, el último orador es alguien alineado con la posición oficial de la entidad organizadora. En este caso fue nuevamente Mario Averbuch, que perdió una joven hija en la explosión. Averbuch afirmó que Irán “oficia de aguantadero” de los terroristas culpables y que Nisman “fue asesinado” porque el gobierno kirchnerista “acordó con los terroristas” y el fiscal, al parecer, molestaba. Como suele suceder cuando se hace un discurso de alto contenido político, el orador se detuvo a afirmar que “no tenemos objetivos políticos” y le pidió al gobierno, en la única mención de la mañana, que no “se acerquen a hacernos promesas, porque ya sabemos perfectamente lo que es el poder”. Lo único que pudo decir el orador sobre el presidente Mauricio Macri fue que había cumplido su promesa electoral de crear una secretaría de Estado dedicada al caso AMIA, pero que ésta no había hecho nada y prácticamente había cesado de existir por las internas en el gobierno.

Pero el discurso de Averbuch se caracterizó por decir directamente lo que Zbar había sugerido con mayor discreción. Así, el memorando con Irán fue definido como “ponerse de rodillas” ante los terroristas, y Averbuch se permitió compararlo, en una metáfora difícil de seguir, con la declaración de guerra argentina a la Alemania nazi en 1945. Esta notable definición, dijo el orador, le fue “explicada” por “expertos en relaciones internacionales” que le contaron que 1945 y el memorando fueron los “dos peores momentos en la historia de las relaciones internacionales” del país.

Averbuch, tal vez sin darse cuenta, explicó una de las fuentes de su notable resentimiento hacia la ex presidenta. Kirchner, contó, es culpable de haber tomado medidas sobre el caso “sin consultar con las víctimas, como había prometido”, dándoles poder de veto sobre la política exterior del país. También fue extemporáneo hacia “los supuestos organismos de derechos humanos”, cómplices por no condenar el terrorismo fundamentalista “como deberían”. 

El acto terminó con un conmovedor video de una madre recordando la muerte en el atentado de su hijo de cinco años, la víctima más joven de la explosión.