Históricamente, los países latinoamericanos se integraron al comercio internacional de una forma subordinada: como productores de materias primas, manufacturas de origen agropecuario y combustibles, lo que determinó una especialización productiva dependiente y desigual. A partir de la década de 1970,  se producen cambios mundiales en la organización del comercio exterior vinculados a la globalización financiera, los procesos de liberalización comercial y de internacionalización productiva bajo el paradigma neoliberal. En este proceso, las economías de la región se reconfiguraron en favor del capital financiero transnacional.

Aín Mora forma parte de un equipo de investigación de la Facultad de Ciencias Económicas y Estadísticas que analiza las tensiones entre la sustentabilidad económica y la ambiental. En su trabajo estudia la relación entre la deuda monetaria de Argentina con organismos internacionales y la deuda ecológica, de la cual es acreedora. “La deuda ecológica es la contraída por los países centrales con los periféricos a través de la pérdida de los recursos naturales por venta subvaluada, es decir, en el intercambio ecológicamente desigual”, afirma.

La deuda ecológica se mide a través de ciertos valores biofísicos, por ejemplo cantidad de agua o nutrientes de la tierra que lleva la producción de materias primas y que no están incluidos en el precio. Ese capital natural que se pierde es la huella ecológica o hídrica  que deja ese proceso de producción. “Una forma de medir esa diferencia entre el valor internacional de las materias primas y su impacto en el medio ambiente es comparar cuánto representa ese producto en el PBI y cuanto en la huella ecológica. Si las cifras son similares no se estaría incrementando la deuda ecológica; si por el contrario, la balanza comercial representa un 5% del PBI y la huella ecológica un 40%, hay un alto porcentaje de pérdida de capital natural”, explica el docente y resalta: “La deuda monetaria es la que sale en los diarios, la conocemos todos, mientras que la deuda ecológica, de la que somos acreedores, está completamente invisibilizada”.

Mora remarca que los modelos económicos que ponen el eje en las finanzas refuerzan el desequilibrio ecológico. El investigador considera que la adquisición de deuda en el marco de un modelo de valoración financiera aumenta la relación de dependencia de los países periféricos con los mercados centrales, “ya que la obligación de pagar la deuda y sus intereses monetarios, impone a los Estados conseguir un excedente monetario que, en gran parte, proviene del proceso de reprimarización económica y de un intercambio ecológicamente desigual, aún con precios internacionales históricamente altos.” 

Para el docente, el modelo financiero viene acompañado de fuga de capitales que empuja la pendiente creciente de la deuda. Tiene el eje en la especulación y en la explotación de la naturaleza.

Los capitales externos son tentados a invertir en el país con altas tasas de interés, se trata de capitales especulativos y no productivos. Ya que las tasas elevadas le garantizan ganancias en lo que se llama “bicicleta financiera” sin necesidad de invertir en mano de obra o infraestructura. De esta manera ingresan dólares pero también se fugan cuando estos capitales consideran que las condiciones no son tan ventajosas. “Como en nuestro país nunca se grabó la renta financiera, al país no le queda nada de ganancias”, remarca Mora. Mientras que el pago de la deuda externa a través de tomar más deuda lleva a crisis similares a la de 2001.

Este modelo lleva a la reprimarización de la economía, se produce lo que los mercados internacionales requieren “para lo que el país es más eficiente, la producción más rentable y con una legislación más permisiva”  

El investigador de la UNR explica que en nuestro país el modelo de valorización financiera comienza a aplicarse desde 1976 y se extiende hasta la crisis de 2001. Este proceso se caracteriza por poner al mercado  financiero como eje de acumulación por encima del productivo.

Los datos que arroja la investigación dan cuenta de que en los modelos de industrialización previos al 76, la huella ecológica coincidía con los valores monetarios, e  incluso entre los años el 2007 al 2015, hay una leve baja de la huella ecológica. Esto comprueba que los modelos de industrialización reducen, aunque sea parcialmente, la dependencia de la subvaluación de los recursos naturales y además permite ampliar y valorizar la oferta del país a los mercados exteriores.

Para el investigador sería posible lograr precios más justos en las materias primas si las negociaciones se hicieran de manera regional. América Latina es poseedora de un alto porcentaje de recursos naturales que se utilizan en el mundo, tanto en alimentos, como en insumos para el desarrollo tecnológico (a través de la minería), así como en combustibles y energía. Para Aín Mora, esa sería la salida para lograr mejores acuerdos pero no está dada la coyuntura: “Actualmente, los países de la región tienen políticas diferentes que hacen que sea difícil crear un acuerdo. Por ejemplo, Bolivia está enfrentada a los organismos internacionales y Argentina los llama a negociar.”

El docente considera necesario cuestionar el motivo por el cual se toma deuda externa. En el modelo financiero la deuda se usa para costear la fuga de capitales y se utiliza al  déficit fiscal como la excusa para endeudarse. “Para un  Estado tener déficit significa gastar más de lo que ingresa y para cubrir esa diferencia, no hace falta tomar deuda en dólares, sobre todo cuando el déficit fiscal es en pesos”, afirma y agrega: “El Estado nacional tiene recursos financieros propios que le permiten resolver ese desbalance, puede impulsar una reforma tributaria o emitir más billetes. No es cierto que la administración de un país sea igual que la de una familia o una empresa porque el Estado no se funde. La excusa del déficit fiscal es clave en el neoliberalismo como estrategia para reducir gastos y endeudarse”.

La investigación recalca que cuando un gobierno pide dinero al exterior condiciona a los gobernantes que lo suceden, no importa su color político o ideología, porque quedan comprometidos a conseguir la moneda extranjera que les permita pagar lo que se debe: “La deuda es un mecanismo disciplinador de los organismos internacionales, es pérdida de soberanía y condicionamiento a futuro, implica que el país va a tener que explotar sus recursos naturales para poder pagar la deuda y en las condiciones que les imponen los mercados. Por el contrario, cuando se empieza a industrializar, la huella ecológica se va reduciendo.” 

El trabajo forma parte del proyecto de investigación "Economía, ambiente y sociedad. Tensiones entre sustentabilidad económica y sustentabilidad ambiental", de la Facultad de Ciencias Económicas y Estadísticas de la UNR y fue realizado por  los miembros del Grupo de Estudios de Economía, Ambiente y Sociedad Javier Ganem, Guillermo Peinado, Paula Piccolo, Flor Guisen, Aín Mora y el estudiante Bruno Ferrari.