Al presidente estadounidense, Donald Trump, le llovieron las críticas tras la cumbre en Helsinki, Finlandia, el lunes pasado con su par ruso, Vladimir Putin. Dentro de su país lo acusaron de traición y calificaron su trato indulgente hacia el líder del Kremlin como una actuación vergonzosa y deshonrosa, incluso dentro de su propio Partido Republicano. La diferencia entre la diplomacia tradicional de Estados Unidos y la de su actual mandatario es, en este momento, evidente. “Para la comunidad política de Washington y para el Departamento de Defensa, Rusia sigue siendo formalmente el enemigo”, explicó el doctor en Ciencia Política Julio Burdman, profesor del Seminario de Geopolítica de la UBA, en diálogo con PáginaI12. “Ahora, la razón de la relación de Trump y Putin parecería ir en otra dirección. Salió un artículo de George Friedman estos días que dice: ‘Trump es un provocador, para Trump un provocador forma parte de su estrategia política hacia la opinión pública”, continuó el académico. Pero la provocación también tiene su anclaje en una estrategia geopolítica.  

–¿Por qué Trump se acerca a Putin, pero se pelea con Merkel?

Trump arrancó la campaña prometiendo una alianza con Rusia. Lo que decía en campaña era que había que cambiar el modo de intervención militar de Estados Unidos en países de Medio Oriente. En ese marco, empezó a hablar de llevarse bien con Rusia. Al mismo tiempo, en aquel momento tanto Estados Unidos, como Rusia como Turquía identificaban al terrorismo islámico en Medio Oriente como el principal enemigo. Entonces, todo parecía suponer que Putin y Trump iban a hacer una alianza militar antiterrorista. Pero hay otro elemento que permitía creer que había un sentido geopolítico general en la alianza con Rusia y era que Trump identificó muy rápidamente en su campaña que su antagonista iba a ser China. De hecho, en la estrategia nacional de defensa se habla de Competencia Estratégica entre Potencias como el paradigma de la seguridad de Estados Unidos. El terrorismo pasó, entonces, a un segundo plano. Tenía sentido en el marco del lanzamiento de una gran competencia estratégica con China -que incluye guerra comercial y monetaria- que Trump quiera hacer una alianza con Rusia, es decir, separar a Moscú de Beijing. Entonces, si vemos realmente las cosas que está impulsando Trump desde la Casa Blanca está compitiendo con Alemania y con China. Trump tiene un sentido general en todo lo que hace, yo no creo que él sea inestable, ni que sea impulsivo ni que no sepa lo que está haciendo, yo creo que tiene una visión sólo que para Trump, Rusia no es la Unión Soviética, la Unión Soviética es China. 

–No todos parecen compartir esa visión. Por ejemplo, el senador republicano John McCain dijo después de la cumbre que la actuación de Trump había sido la más deshonrosa de un presidente estadounidense en toda la historia. 

–Para McCain, Rusia siempre va a ser el enemigo, como para el 90 por ciento de los funcionarios y para los congresistas de Washington. Rusia como aliado va en contra del código geopolítico de Estados Unidos, que es el conjunto de visiones compartidas que tiene un país acerca de sus relaciones externas. O sea, la enemistad con Rusia forma parte del código político permanente de Estados Unidos y por eso es interesante que en el país no haya producción intelectual que permita respaldar muchas de las cosas que hace Trump porque el consenso de la otredad de Rusia como adversario es indiscutible. 

–¿Y desde el lado de Rusia?

–Yo creo que Putin en toda su era sí estuvo buscando un acercamiento a Estados Unidos, aún cuando en el código geopolítico de Rusia el hecho de que Washington sea el enemigo también está tremendamente incorporado. Yo estoy convencido de que en los círculos intelectuales de Rusia, como Club Valdai y el RossCongress, la idea del acercamiento de Estados Unidos es vista como algo extrañísimo. Pero la diferencia es que la hegemonía política de Putin hace que él pueda lidiar con eso internamente, me parece que para Trump sí es un problema doméstico.

–¿Qué consecuencias puede tener para el gobierno de Putin la actuación conjunta con Trump en Helsinki?

En el caso de Siria, que fue uno de los puntos que se trataron, uno de los intereses de Putin siempre fue que no se produzca en la región un reordenamiento funcional tal que el gas y el petróleo de Qatar lleguen a Europa en desmedro de la canilla que maneja Rusia. Para Moscú mantener el estatus quo en Siria siempre fue fundamental. Y éste Estados Unidos no pareciera estar haciendo nada que amenace el poder tangible de Rusia en esa enorme área de influencia. Hay otros elementos que yo creo que son menores, como que se eliminen las sanciones, pero creo que los intereses más importantes pasan por otro lado.

–¿Y la imagen de Putin como una figura de peso en la geopolítica mundial?

–Bueno, sí. Siempre, para todos los líderes de Rusia, mostrar fortaleza geopolítica forma parte de la identidad nacional del liderazgo ruso. Con la alianza con Trump, garantiza la vigencia de su rol geopolítco.

–El presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, dijo: “La arquitectura del mundo esta cambiando frente a nosotros”.

–Está cambiando y yo creo que Trump, Putin y el Brexit son los principales exponentes. Lo que está cambiando es la posición relativa de cada uno de actores. Lo interesante es que el país que le había dado distribución y estética al mundo que conocemos era el único realmente capaz de modificarlo. Dentro la geopolítica de la globalización no la iban a poder modificar ni Irán ni Venezuela ni Cuba, solamente lo podía hacer Estados Unidos y en cierta forma es lo que estamos viendo, el que está introduciendo todos los cambios es Estados Unidos. Finalmente, lo que estamos viendo es que todos los actores están yendo hacia un modelo competitivo que tiende a reforzar los instrumentos de la soberanía y (el presidente francés Emmanuel) Macron y (la canciller alemana Angela) Merkel aparecen como los grandes antagonistas de esta idea y tratan de reformar los instrumentos del orden multilateral y de integración global para impedir esta nueva arquitectura que decía Tusk. Por eso, el tratado de libre comercio firmado el otro día entre Europa y Japón marca una apuesta muy fuerte tanto de Merkel como de Macron.

Informe: Bianca Di Santi