El capitalismo genera sus propias crisis y entonces -como señala David Harvey- reconfigura las sociedades tornándolas más desiguales, más excluyentes, controladoras y violentas con las clases subalternas.

En la medida en que la riqueza se concentra, se expande la pobreza y a la vez la sociedad sometida al dominio del sistema del capital mercancía continúa con el obsceno espectáculo de la invitación al consumo compulsivo.

Esa dialéctica produce varios epifenٕómenos: por un lado, estimula en el conjunto de la población el deseo de adquisición de objetos. Por otro, acrecienta el endeudamiento crónico como mecanismo de dominación del capital, y además busca justificar los dispositivos de represión contra los excluidos. Plantear, como se hace en el presente, que es preciso ajustar la economía en la región Argentina por el sólo mandato del FMI y que no se hace con la decisión y anuencia de los factores del poder real, es sólo una coartada retórica para ocultar lo que significa privar a más personas de alimentos, asistencia sanitaria, viviendas, educación, la posibilidad de descanso, etc.

En todas las latitudes el capital es predatorio de la vida en sus más variadas expresiones. Ajustes y desajustes. Transferencias de recursos draconianas.

La perversa conjunción de tecno burócratas estatales y privados, banqueros, chacales artillados, sindicalistas cómplices, políticos demagogos y mesiánicos y también -diría Antonio Machado- pedantones al paño tratando de encubrir con palabras las evidencias del horror económico y las miserias que engendra.