Desde Resistencia

Mucho frío en Chaco. Raro. Raro, también, que un damero urbano medio concentre más de seiscientas esculturas de todos los materiales posibles en no más de treinta kilómetros cuadrados. Extraño, además, que un arte que cierto sentido común considera distante, genere precisamente todo lo contrario: un bravío calor interno, producto de las más variadas formas, temáticas, conceptos, y creaciones del alma humana. Misterios del arte, al cabo, que la trigésima edición de la Bienal del Chaco no hace más que refrendar dentro de una escala visiblemente menor que el damero: los catorce mil quinientos metros cuadrados que ocupa el MusEUM, bien custodiado por el Domo del Centenario, la Avenida de los Inmigrantes, el Parque 2 de Febrero, y una coda del Río Negro, que le otorga a tal geografía una belleza especial. Tanto como las esculturas que representan la quintaescencia de la muestra. Pero no lo único: atravesando la rambla de las esculturas, el bello y forestal paseo que impregna las obras escultóricas de un aroma a lapacho, guayaba y colorado, está la primera entrada al Mus- EUM. Y allí dentro, hay un mundo dentro de otro mundo. 

Movilizaciones pro y en contra de la despenalización del aborto, se entremezclan con el clamor popular que provoca el enorme perro que Quique Gurevich llamó “Buscando una plaza”. Y de repente, la voz de Nito Mestre. Sí. Sorprende y genera la atención de otro buen puñado de personas esa voz aguda, cascarada por el frío, cantando clásicos de Sui Generis (“Necesito”, “Estación”, “Mariel y el Capitán”, “Quizás porqué” o “Cuando ya me empiece a quedar solo”, la que más le gusta a él) en medio del ruido metálico y aceroso de una amoladora que, en manos de una joven escultura, pugna por acabar una de las obras que se construyen in situ, a cielo abierto y a la vista de todos: “Rayos Cúbicos”. “La idea es geometrizar la corporeidad de los espacios vacíos”, define su autor, Damián Sondereguer, mientras Mestre la sigue piloteando, largamente recuperado de su infierno alcohólico. “Fabricante de mentiras”, una que no es de Sui, sino de Los Desconocidos de Siempre, le ubica el contraste preciso a otra de las obras “metálicas” (metal galvanizado, para ser más exactos) de la Bienal. Se trata de “Ando Diabum”, forjada en honor a una canción de cuna charrúa. Uruguay canta presente, entonces, y también Venezuela, a través de otro fino trabajo llamado “A la orilla de un río”, cuya rúbrica pertenece a Ramón Morales Rossi. 

 Así deviene un día en la vida de la Bienal de Arte del Chaco, organizada por la Fundación Urunday, con apoyo de la provincia y de la ciudad de Resistencia. A lo dicho, y a lo largo de una larga semana, se agregan artesanías hechas por indígenas (otras de las fuertes marcas identitarias de la provincia fundada por Juan Perón), funciones de circo, de danza (el Ballet Ferrazzano, por caso), de títeres, de magia, y de teatro, a través de la buena puesta de “El conventillo de la paloma”, a cargo de la Fundación Cultural Galatea. También más música. En este caso, “Carmina Burana”, el compendio de cantos goliardos medievales que Carl Off convirtió en cantata escénica,  a cargo de la Orquesta Sinfónica de la provincia. La lista de haceres sigue con acrobacias aéreas, talleres de escultura para niños, competencias entre estudiantes de bellas artes de diversas universidades de América Latina, que luchan por el premio “Hierros Líder” (esta vez se lo quedó la delegación de Misiones), encuentros de maestros artesanos y de aficionados a una de las bellas artes definidas teóricamente por Giorgio Vasari, hace cinco siglos. “Yo espero este encuentro con el cuchillo entre los dientes”, se ríe un cincuentón chaqueño seguidor del arte a cielo abierto, mientras otra de los ejes populares de la muestra sucede en el Domo: la charla pública de Marta Minujín, moderada por el curador y arquitecto chaqueño Daniel Fischer.  

 “La música que yo escucho siempre son las noticias. Noticias de todo el mundo que después me inspiran a hacer cosas como el Partenón ese de libros que acabo de terminar”, dice la artista pop, que se vivió todo el pop-art neoyorkino de fines de los sesenta, hoy de vuelta en Buenos Aires. “Yo empecé a trabajar en New York cuando los mujeres no aparecían en esos ámbitos. Yo hice un arte totalmente libre, sin pensar si era mujer u hombre, o lo que sea… el artista no tiene sexo, está en el mundo. Ahora veo todas las mujeres artistas que hay trabajando en público, como se ve en esta bienal, y considero que la historia del arte se modificó cien por cien. La entrada de las mujeres modificó el mundo del arte”, sostuvo la inventora del obelisco acostado. “Pese a haber vivido en varias partes del mundo, me siento profundamente argentina, sino no hubiese hecho los obeliscos que hice. Yo soy argentina como Maradona”. Identidad en movimiento, entonces. Tal como los organizadores de la Bienal Internacional decidieron tematizar el gran premio de honor de esta edición, del que participaron grandes orfebres de Bolivia, Argentina, Polonia, Colombia, Alemania, Francia y China, y que terminó ganando el alemán Tobel son su trabajo Música del Universo.

“Yo iría sin pensarlo”, es uno de los slogans que graficó la bienal, haciendo hablar a la estatua del pensador hecha por Auguste Rodín hacia fines del siglo XIX, y así parecen haber actuado las más de cuatrocientas mil personas que llegaron al predio entre el sábado 14 de julio, y ayer. Dicen que es una de las tres bienales internacionales más importantes del mundo, y todo indica que el “es” vale más que el “dicen”. Y ese “es” está cerca del deseo de convertir a Resistencia en Patrimonio Cultural de la Humanidad, por la Unesco. “Es nuestro gran desafío, estamos trabajando por eso”, dijo su intendente, Jorge Capitanich, escabullido entre bloques de mármol, estructuras de metal y bellezas de madera. “Es un halago muy importante la presencia de quienes dirigen la visión estética del país”, concluyó, por su parte, el alma mater del encuentro, don Fabriciano Gómez, el escultor de rostro anguloso y sonrisa a flor de labios, que empezó con esta enorme jugada simplemente por amor al arte. “Las imágenes que estamos viendo van a ser de personas que viven en esta provincia y van a recorrer el mundo… esto habla y da testimonio del trabajo incansable de la Fundación”, sostuvo Frabriciano, acerca del espíritu del multitudinario evento que también reconoció con premios al argentino Raúl “Pájaro” Gómez, al polaco Piotr Tawdowsky, al chino Quian Sihua, y al colombiano Fernando Pinto, entre otros.