Los dichos del doctor Albino han tomado estado público desde que el gobierno de Cambiemos brindó apoyo público y económico a Conin, organización gubernamental de la que el susodicho revista como principal referente. A propósito del debate por la ley de IVE, este médico que condena la masturbación y la homosexualidad manifestó que el profiláctico no protege del sida, afirmación falsa que atenta contra la salud pública en tanto desalienta el cuidado de las personas en el ejercicio de su sexualidad. Horrorizado por la práctica del aborto, en su alocución Albino exhortó a no matar niños. Sin embargo, su exaltado amor por las criaturas no le ha hecho alzar la voz contra la política de este gobierno que sume a media población infantil de nuestro país en la pobreza, cuando no en la indigencia. Tampoco cuando las fuerzas de seguridad atentan contra los niños, como es público y notorio a partir de que Cambiemos llegó al poder: desde la represión a los chicos de la murga de Barracas pocos días después de la asunción del actual gobierno hasta el explícito apoyo que prestó el presidente a los asesinatos de niños por la espalda, pasando por las irrupciones de la policía en los comedores infantiles y el atropello a las madres que dan el pecho a sus bebés en una plaza, para no hablar del aumento de la mortalidad infantil, el despojo de los hospitales públicos, el maltrato a los maestros, la defensa del trabajo esclavo infantil ejercida por algunos referentes del gobierno o la muerte de niños electrodependientes por el corte del suministro de energía eléctrica. El doctor Albino no es la Edad Media, sino la representación más fidedigna del engendro discursivo neoliberal, que mientras arroba a las personas con el opio evangélico, condena un país a la miseria material y simbólica. 

El cerrado orden religioso de la Edad Media conformaba un delirio compartido que prestaba cohesión al conjunto social. Si ciertamente no es para extrañar aquel estado de cosas que permitió los crímenes perpetrados por la Inquisición, tampoco sirve otorgar a un charlatán a sueldo la dignidad de un cruzado. En la Edad Media la brutalidad encontraba cierto sustento en la ignorancia, en cambio la barbarie que distingue al neoliberalismo degrada la ciencia para así, con falsos oropeles, enmascarar el saqueo de los poderosos. Si en el primer caso, el mundo –para bien o mal– actuaba motivado por la fe, en el segundo no hay más que cinismo y ambición material. Toda una cuestión a tener en cuenta a la hora de considerar el nefasto papel que la iglesia –albergue de abusadores de niñxs si los hay–, juega en contra de esta gesta por la dignidad y el derecho de las mujeres.  

* Psicoanalista.