Hace mucho frío y llueve con desgano. Dentro de un bar de San Telmo, Santiago Adano acaba de devorar un plato de fideos con tuco. Tiene puesto el buzo azul con capucha que se hizo famoso en redes sociales por una serie de memes bizarros. En verdad, Santiago casi siempre anda con el mismo buzo. “¿Tenés un ropero lleno de buzos iguales?”, le pregunta el NO. “No, pero tengo cinco”, dice sin inmutarse. “Tenía un par y mandé a hacer varios más para el video de Lurdes te ailoviu. Se refiere al corte de su flamante primer disco solista, Perro de caza / Perro de casa, un debut que confirma su buen olfato para las canciones.

Santiago es uno de los cantantes y compositores de Julio & Agosto (J&A), una mini orquesta con un valioso recorrido en la escena porteña. En paralelo al grupo, Adano venía mostrando con algo de timidez algunas canciones propias en ciclos de cantautores y movidas literarias. Como tuvo un paso medio fugaz por la carrera de Letras, que cursó durante tres años, los primeros toques fueron en presentaciones de libros de amigos y amigas que lo invitaban a amenizar la cosa. “Eso me obligó a generar un repertorio que funcionara a guitarra y voz, porque con J&A las canciones se sostienen con otros instrumentos. Al principio no lo disfrutaba tanto porque me gusta más el plan del ensamble, pero después me empezó a divertir tocar solo”, cuenta el músico oriundo de Del Viso.

El siguiente paso fue vencer los miedos y las dudas. Y tomar la decisión de meterse al estudio a grabar. “No soy muy práctico, me cuesta concretar cosas. Asumir un camino es algo que tengo que laburar conmigo: estoy acostumbrado a laburar en grupo”, confiesa sin caretearla. Es que, además de J&A, integró otros proyectos colectivos como la banda de rock Persona y la murga Le Puse Cuca. “Toda mi vida fue en existencia de bandas: siempre negociando decisiones, arreglos, búsqueda, todo recontra asambleario. Me encanta la dinámica grupal, pero me daban ganas de hacer un disco donde pudiera tomar todas las decisiones.”

Y cuando ya tenía fecha para entrar a grabar, junto al productor y músico Juan Ignacio Serrano, sufrió un accidente jodido en la calle y tuvo que recalcular. Se fracturó una vértebra y pasó mucho tiempo en el hospital. “Me la puse porque saqué el teléfono en la bici para ver un mensaje y un chabón abrió la puerta, me la llevé por delante y después me chocó otro auto. Fue por no estar presente. Soy muy acelerado”, dice. “Lo puedo verbalizar, pero no es que dejé de ser ansioso. Siento que fue un evento que todavía me está tirando info. Y se coló en el proceso del disco a full. El accidente me cambió mucho la cotidianeidad y terminó siendo una metáfora de cosas emocionales.” Hay dos canciones, de hecho, que hizo mientras estaba postrado en la camilla: Dos golpes y En la ciudad.

El disco está dividido en dos lados, como si fuera un cassette. En lo global, no hay diferencia notoria de sonido entre ambos, pero cada lado terminó consiguiendo una identidad. “En el lado B está la cosa más doméstica, más personal, más íntima. Son canciones un poco más tranquilas y menos divertidas. Y el lado A es un toque más alegre y extrovertido. El adentro y el afuera”, dice el músico de 32 años que, como buen libriano, en este disco buscó un equilibrio entre el sonido acústico y el “rockero”.

Hay canciones más folklóricas (la pampeana Los cuervos) y orgánicas (el piano de Dos golpes y Los residuos de la felicidad o las cuerdas de El mago), y otras con un pulso bien pop (Los animales) o la aceleración del punk (Encontré la solución). La guitarra criolla y los vientos, en tanto, cobran fuerza en la sanadora Shaman, en la que canta de invitado, claro, el patagónico. “Desde que apareció Shaman, me parece uno de los artistas más zarpados que hay. Me pasa algo medio hipnótico con él”, celebra. Y la última canción, Los cuervos, arranca con un audio de Atahualpa Yupanqui sobre el destino del canto.

En esta cita aparece un poco la respuesta de por qué hago música. Lo que significa sacar algo de adentro que te conecte con otros. Mi viejo escuchaba mucho Yupanqui, era una presencia en la musicalidad de mi infancia, así que además tiene que ver con mi relación con él. De hecho, toco con la guitarra que usaba él, que había heredado de mi abuelo materno. No era músico, pero era muy musical y además escribía poesía y pintaba cuadros.”

¿Cuánto del paso crítico de la adolescencia a la adultez hay en este disco?

Aparecieron un montón de preguntas que tienen que ver con la vocación, con cómo convertir en trabajo lo que hago, con el orden de lo personal. Descubrir cosas que querés cambiar que no te gustan de vos: siento que soy la misma persona desde que soy pendejo. Hablo con amigas y amigos que tienen una relación linda con la adultez y si bien me encanta el universo de la adultez, tengo romantizada mi niñez. ¡Re volvería a pasar unos días en el secundario! La quinta de mi vieja en Del Viso, la situación de los perros en mi casa… hay algo de todo ese mundo que me quedó muy grabado. Bueno, mi viejo murió cuando yo tenía 13, entonces el pasado tiene otro valor. No es solo una versión más joven de lo mismo sino algo distinto. Todo el tiempo me estoy peleando con mi visión romantizada del pasado y la certeza de que estoy parado en el presente y tengo que manejarme con el mundo que toca.

* Viernes 10 de agosto a las 21 en el Teatro Margarita Xirgu-Untref, Chacabuco 875.