Soplan nuevos aires para la compañía de danza del Teatro San Martín. El actor y director teatral Marcelo Savignone, cuyas obras se caracterizan por un fuerte trabajo corporal, y la coreógrafa cordobesa radicada en Europa Lisi Estaràs, con una producción de alto vuelo poético y visceral, fueron convocados por primera vez para crear obras para este elenco oficial. El resultado del trabajo se podrá conocer desde hoy en la sala Martín Coronado, todos los martes a las 20.30, los jueves a las 14 y los sábados y domingos a las 16. Una doble propuesta que incluye Ensueño, de Savignone, y SapiensRabia de Estaràs, y que tiene bastante de riesgo. Es que no es habitual para el elenco presentar creaciones de dos artistas debutantes con la compañía y que transitan caminos singulares. Para ellos, la experiencia está resultando muy estimulante y el llamado los agarró de sorpresa pero no tanto.

“Vengo del teatro de movimiento. En mis trabajos el texto es más un pretexto y el movimiento, un sello. Por un lado me sorprende que me hayan llamado pero, por otro, hasta me resulta esperado y para nada disonante con mi búsqueda. Me permite un reencuentro con la pulsión de movimiento más fiel, en su estado puro, con un elenco que me permite ir bien a fondo con el movimiento y ver qué hay detrás de la técnica, que es lo que realmente me interesa. El movimiento como acción dramática”, comenta Savignone a PáginaI12. Para Estaràs, durante años integrante de Les Ballets C. de la B., la notable compañía del belga Alain Platel a la que sigue asociada, es cumplir una deuda pendiente. “Poder hacer una creación en mi país y con esta compañía es un sueño. Siempre vengo a Buenos Aires de gira con alguna obra pero vivir acá lo que es un proceso de creación es lo que más quiero”, dice con su inalterado acento cordobés, a pesar de los más de veinte años que vive en Europa. Tuvieron que adaptarse a tiempos de trabajo más breves que cuando lo hacen en forma independiente, ser precisos y zambullirse de lleno en lo que querían abordar. Así todo, Savignone se dio el lujo, en los primeros encuentros con el elenco, de hacer un trabajo con máscara neutra “para poder conocernos”, antes de empezar a indagar en algunos mitos latinoamericanos como el lobizón, la llorona y el pombero. Y desde ahí a una exploración más personal con cada bailarín: “Los mitos, los mandatos más personales de cada bailarín, esos obstáculos que cada uno encontró en su vida y los transformó, les encontró sentido. Esa fue la búsqueda más intensa: donde se sitúa cada bailarín”, comenta. El título de la obra (de unos 45 minutos de duración) alude a las ficciones y narraciones que adormecen y al mito personal como forma de despertar desde la realidad de cada cuerpo. El director contextualiza la pieza en un museo con monumentos que refieren a los mitos locales y, en el medio de eso, los cuerpos de los bailarines expresándose desde el goce y el placer. A pesar de estar más acostumbrado a trabajar con actores que con bailarines (en este caso fueron ¡treinta!), no se sintió para nada “sapo de otro pozo” y estuvo muy inspirado. Para contrarrestar algo de la sordidez de la atmósfera del museo, llamó al músico Diego Frenkel, que con sus guitarras aporta calidez al ambiente. 

“Lo que más me interesa es el estado del cuerpo y la emoción”, subraya Estaràs. En SapiensRabia, la creadora se pregunta “por qué necesitamos salir de nuestras vidas cotidianas y volver al origen, a lo animal. Por qué tratamos de volver para atrás y ver qué somos”. No intenta ilustrar una etapa primitiva pero sí recuperar algo de la crudeza del cuerpo, de la necesidad de expresar las emociones y el movimiento instintivo. “Es un material muy cortado, ansioso, nervioso. Trabajo con los pensamientos y las emociones que se van cruzando en la cabeza. Pasan cosas en simultáneo todo el tiempo y el espectador tiene que elegir qué mirar”, adelanta la directora. Cuenta también que la pieza puede situarse en un pasado remoto o en un futuro: “Tiene algo muy abstracto,  poético y también muy vital por las distintas emociones que aparecen, el éxtasis, el enojo, la rabia, la empatía”. La escenografía y la música acompañan esos rasgos: en el fondo del escenario asoma ¿un ovni, un dibujo indígena? y el sonido combina elementos de la naturaleza, música clásica de Henry Purcell y Miss Bolivia. Savignone y Estaràs coinciden en que hay un hilo que cruza sus trabajos. “No es casualidad que estemos juntos en el mismo programa. No son obras que dan todo masticado al espectador”, afirman. “De por sí la danza abre una paleta de sentidos, no como la palabra que tiende a cerrar más la significación”, agrega Lisi. Les interesa que el espectador pueda usar su imaginación y completar lo que ve. En este caso, serán dos obras que proponen universos no cotidianos. “Se trata de que el espectador atraviese una experiencia, que no lo racionalice todo. La escena sigue ofreciendo la posibilidad del encuentro con cuerpos vivos”, concluye Marcelo.