Carolina Duek es Doctora en Ciencias Sociales (UBA) y magíster en Comunicación y Cultura (UBA). Como investigadora de CONICET, dirige diversos proyectos que exploran las formas que adquiere el juego infantil con las nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación. 

Además, es docente de la carrera de Ciencias de la Comunicación en la Facultad de Ciencias Sociales (UBA) y publicó varios libros, entre ellos: El juego y los medios. Autitos, muñecas, televisión y consolas (2012), Infancias entre pantallas. Los chicos y las tecnologías (2013) y Juegos, juguetes y nuevas tecnologías (2014). 

Defensora de los dispositivos electrónicos -siempre que coexistan con otras alternativas de juego-, Duek afirma que su uso no anula el interés de los niños y las niñas por la lectura, sino que su práctica adquiere otras formas poco valoradas por el mundo adulto. “¿Por qué las jóvenes generaciones  (...) no habrían de querer leer también ahí?”, se pregunta.

Fanática de los juegos de mesa en familia y de la comida árabe, Duek trasciende el ámbito académico e incursiona -y se divierte- en Twitter, Instagram y en la radio, espacios donde visibiliza sus investigaciones, sus preguntas, sus temas y sus hipótesis de trabajo.

 ¿Cómo definirías la cultura juvenil hoy? ¿Cómo convive la lectura en un mundo de hiperconectividad, redes sociales y tecnología? 

Es clave la coexistencia de los dispositivos electrónicos y las pantallas con otro tipo de alternativas e intereses que aparecen todo el tiempo, que son dinámicos, que van mutando. Que un chico tenga un celular no significa que no le interesa más nada o que no lea, ni que no haga nada más que eso. Es cierto que hay una práctica de lectura, que en el mundo adulto se ve de manera más despectiva, que es la lectura desde el celular, pero si empezamos a pensar en el rol de los lectores electrónicos como Kindle o Ebook, vemos que la tendencia es que, en el celular, confluyan todo tipo de contenidos. Entonces, la pregunta que nos podríamos hacer es por qué las jóvenes generaciones que, entre los ocho y los diez años acceden a su primer teléfono celular, no habrían de querer leer tambien ahi, y por qué nos parece a nosotros que eso no es leer. 

Si tenemos en cuenta los cambios culturales que hemos venido atravesando en las últimas dos décadas a partir de los avances tecnológicos, ¿considerás que es contradictorio que la escuela siga enseñando como lo hacía en el siglo XIX?

El rol de la escuela en los últimos sesenta años ha sido discutido. Pero cuando uno revisa bibliografía historiográfica, se da cuenta de que esto siempre se ha discutido. Creo que es obligación de la escuela incorporar la relación de los chicos con las tecnologías y educarlos para ser ciudadanos responsables, conscientes de los riesgos y los problemas que eso puede tener, y también de todas las potencialidades. Pero, por otro lado, en un sistema educativo como el nuestro, muy desigual, muy inequitativo respecto de las oportunidades, es un poco iluso pensar en un acompañamiento estructurado y en la posibilidad de generar iguales oportunidades para todos los que concurren. 

Creo que la pregunta por los métodos de enseñanza es legítima, pero creo también que hay una dimensión respecto de las posibilidades que tienen los y las docentes de capacitarse, de actualizarse. Eso les permite empezar por sí mismos, pensando su lugar en el mundo de la tecnología y la comunicación, para luego construir una aproximación pedagógica que permita pensar qué hacen nuestros alumnos hoy con la edad que tienen y con los dispositivos a los que acceden.

Tenés una participación bastante constante en los medios masivos, ¿cuál es tu aporte allí?

Mi participación en los medios tiene que ver con varias cosas. Por un lado, tengo una columna en un programa de radio donde el objetivo es hablar sobre temas vinculados con consumos culturales contemporáneos para problematizar algunas dimensiones. Luego, el resto tiene que ver con visibilizar mi propia investigación, las preguntas, los temas y las hipótesis de trabajo, en un momento en el cual la investigación en ciencias sociales está muy desacreditada. Las intervenciones en los medios también tienen el objetivo de mostrar de qué manera muchas de las conclusiones de nuestras investigaciones contribuyen con el diseño de políticas públicas respecto de las infancias, de los usos y las apropiaciones de la tecnología, de las desigualdades de género. 

Tus libros exploran la relación de las infancias con las Tecnologías de la Información y la Comunicación. ¿Cuáles son las ventajas del acceso temprano a ellas? 

Es indispensable dejar de pensar en dicotomías: bueno, malo. positivo negativo, ventajas y desventajas. La clave es pensar, para qué niño o niña, en qué contexto, qué ocurre con ese acceso temprano y qué no ocurre a otro niño, en otro contexto, con ese no acceso temprano. Una de las claves para pensar la relación de los chicos con las tecnologías es empezar a pensar las trayectorias sociales, culturales y educativas que tiene cada niño en su propio contexto. ¿Esto significa un relativismo absoluto de todo? ¡No! Existen formas de pensar la relación de los chicos con la tecnología que tiene que ver con las posibilidades que ellos tienen de comprender, de desarrollar pragmáticas de uso, de filtración de información, de riesgos, de peligros, de miedos. 

La clave está en pensar el ingreso a las nuevas tecnologías del mismo modo que los chicos comienzan su escolaridad y/o su alfabetización, es decir, con un acompañamiento adulto que no puede prescindir de esa presencia en ese contexto. Una presencia que organiza, le pone nombre, ordena las percepciones, lo que se ve y lo que no se ve, no solamente en clave control policial, sino como ordenamos cualquier tipo de elemento vinculado con los niños que nos rodean. 

Respecto a la discusión del lenguaje inclusivo, ¿cuál es tu opinión al respecto?, ¿cómo se debería asumir esta cuestión desde la universidad?

El lenguaje inclusivo es una discusión en proceso. Estamos en el momento bisagra de transformación, que no sabemos si se va a consolidar de este modo, con el uso de la “e”, con el uso de la “i”, si se va a decir “xadres, padres, madres”. Lo que rescato de este momento es la importancia de identificar que cuando decimos “todos”, nos estamos refiriendo a los varones. El lenguaje inclusivo tiene que ver con una construcción que es necesariamente social que no puede empezar y terminar con la RAE, porque es otro tipo de discusión. Pero sí creo que la discusión sobre las políticas de género, sobre las reivindicaciones de igualdad de derechos, tienen en el lenguaje un aliado muy importante.

 ¿Nos incomoda decir TODES? Sí ¿Nos parece raro? Por supuesto. ¿Qué hay detrás de esto? Hay una reivindicación política, social, de igualdad de derechos. Independientemente de hacia dónde se conduzca esta discusión, en unos años será la nueva normalidad, pero para eso hace falta una construcción que, en este momento, salvo en círculos muy específicos dentro de los cuales me incluyo,  está siendo muy resistida. Hay una reivindicación muy fuerte que no tiene que ver con algo cosmético del lenguaje sino con una política de reivindicación de derechos. Y hacia ahí debieran orientarse las reflexiones en torno de, hacia y por los derechos de la infancia del futuro.