En uno de sus brazos, Marta Gómez tiene un tatuaje que dice: “Ensayar en la tierra la alegría y el canto”. Es una frase de “Canción para un niño en la calle”, de Armando Tejada Gómez. De ése modo elige cantar: siempre con alegría, pero sin perder de vista las injusticias del mundo. Marta Gómez nació hace 39 años en Girardot (Colombia) y desde muy pequeña tuvo inquietudes musicales. A los 4 años, integró el coro del Liceo Benalcázar en la ciudad de Cali. En 1999 viajó a Boston para ingresar a Berklee College of Music, donde recibió el premio de composición Alex Ulanowsky por su bambuco “Confesión”, antes de graduarse con honores en 2002. Mientras estudiaba en Berklee, conoció a Raúl Carnota y sellaron una gran amistad. Desde 2009 reside en Barcelona, España, una distancia que le permitió acercarse con mayor profundidad a la música folklórica de su tierra. Admiradora de Mercedes Sosa y Silvio Rodríguez, la colombiana ha editado diez discos de estudio, entre los que se destacan El corazón y el sombrero (2011), en el que musicalizó doce poemas de Federico García Lorca en clave folklórica. En 2014, lanzó a través de Internet una campaña para promover la paz entre Israel y Palestina. El proyecto, denominado “Para la guerra nada”, consistió en la creación colectiva de una canción. León Gieco, Piero, Víctor Heredia, Pedro Aznar, Inti-Illimani y Mariana Baraj fueron algunos de los que aportaron unos versos. “¿Cuánta creatividad desperdiciada hay en una guerra? ¿Cuántos cerebros trabajan sin descanso para inventar un arma más poderosa, más veloz?”, se preguntó antes de idear la campaña.