Moldavsky, en su currículum, suele incluir que vivió diez años en Israel antes de volver a la Argentina y poner su negocio en el Once. “¡Tuve que hacer el ejército!”, estalla, e inmediatamente afirma que fue “muy feliz” en el kibutz. “Vivía con mis amigos y otra gente, y hoy me doy cuenta de que compro un montón de cosas que no necesitaba en el kibutz. Me encantaba vivir al aire libre, laburaba con las vacas... Además de estudiar tenía que laburar en el tambo, en el algodón, cuando venía la cosecha todos íbamos a ayudar. Laburé en gallineros, cosas que para un porteño son impensadas”, detalla, y confiesa que la primera vez que entró a un tambo, “que lo más cerca que había estado de una vaca es un bife de chorizo, se pone a cagar la vaca al lado y te preguntás qué carajo es eso. Pensé que no iba a poder”, dice. “Fue un cambio no sólo ir a otro país, vivir de una manera cooperativa sino también vivir en la naturaleza. Yo era un bicho de ciudad y terminé con animales y mucho verde”, analiza, y se ataja: “Ojo, tenía 21 años y no tenía hijos, podía ser hippie, pero lo recuerdo como una etapa muy feliz de mi vida”, concluye.