Un pañuelo trajo al otro: del verde, casi de manera natural, nació el anaranjado. El lema es sencillo: “Iglesia y Estado, asunto separado”. Ese nuevo pañuelo suma fans. En la última semana del debate por la legalización del aborto, en distintos puntos del país, más de 2400 personas empezaron los trámites para apostatar. Lograr que el propio nombre deje de engrosar los registros de fieles bautizados que lleva la Iglesia católica argentina, es decir, volverse apóstata, se convirtió en un valor deseado al calor de la oposición militante de la Iglesia católica -y los cultos evangélicos que se le aliaron en el conglomerado “Unidad Provida”- a que la interrupción voluntaria del embarazo se volviera ley. Formalizar el extrañamiento, borrarse formalmente de esos libros con los que, de algún modo, el Vaticano valida su voluntad de injerencia en la vida cotidiana de propios y ajenos, es parte del nuevo impulso que tomó el reclamo por el Estado laico en Argentina, y que viene de la mano del pedido de separación inclusive económica de las cuentas (ver aparte). Eso dicen quienes desde hace casi una década orientan en la maraña burocrática a quienes quieren volverse apóstatas y organizan, también, eventos para hacerlo en grupo. “Porque la apostasía individual es un hecho privado, pero la apostasía colectiva es un hecho político”, explican, todavía algo asombrados por los efectos inesperados de la virulencia antiderechos de los últimos meses. Esa inquietud no cesa y sigue creciendo al amparo, también, de un dibujo que semanas atrás la ilustradora Eliana Iñiguez arrojó al cauce de las redes sociales, y, desde entonces, cobró vida y reversiones propias, entre las que se cuentan algunas firmadas por el artista Guillermo Kuitca.

A la cola de la reacción, a último momento, se subió también una cuestión judicial: la Corte Suprema aceptó tratar la apelación en una demanda, que lleva ya años, para que los hospitales de la ciudad de Buenos Aires dejen de ser zona liberada para la iglesia, designación de capellanes –solventados con fondos públicos– mediante (ver aparte).

Punto de quiebre

“Tengo mucho dolor de tener que tomar esta decisión, pero es algo firme, estoy convencida”, dice Nora Cortiñas. Cuenta que tomó la decisión antes de que terminara el debate legislativo, refiere la homilía del arzobispo porteño Mario Poli entre las razones y  añade que, durante estos meses, en su afán de impedir la sanción de la ley, la iglesia “se volvió más perversa y más hipócrita”. “Mi abuela nació en la sacristía de una iglesia de un pueblito de Valencia. Crecí en una familia católica aunque no católica militante. Creo en Dios, no me lo va a quitar nadie eso, las veces que se me antoje estar en  una iglesia lo voy a hacer. Y cuando quiera, puedo ver al padre Paco, el padre De la Serna, el padre Carlitos, de la iglesia de la Santa Cruz, el padre Francisco. Pero no creo en la iglesia como institución. Siento que tengo que apostatar porque no me puedo dañar a mí misma y seguir adelante para que el Estado siga alimentando a estos curas hipócritas”, se explaya. Entre sus razones personales recuerda, también, el rol cómplice que la Iglesia tuvo con la represión ilegal durante la última dictadura.

La decisión de Cortiñas es significativa para su propia historia, pero también representativa de un número que crece a diario. Entre el 3 de agosto y el día de la sesión por el aborto legal en Senado, más de 2400 personas comenzaron sus trámites para apostatar de manera colectiva. La Coalición Argentina por el Estado Laico (CAEL) hizo el recuento: más de 300 en Tucumán el 3 de agosto, 45 en Mar del Plata el 4; el 8, más de 1200 en ciudad de Buenos Aires, más de 260 en Mar del Plata, más de 250 en Tucumán, más de 100 en Rosario, más de 200 en Mendoza, más de 30 en Paraná, más de 40 en Bariloche y unas 30 entre General Roca y Neuquén. Se puede hacer individualmente pero hay quienes optan por construir la apostasía colectiva. En ambos casos el trámite es el mismo: alcanza con aportar fechas de bautismo, comunión, confirmación y en qué iglesias fueron; acompañar con datos personales y presentar una carta. El proceso no debería demorar demasiado, aunque en algunos casos la burocracia eclesiástica  se toma su tiempo; en cualquier caso, los activistas de CAEL contemplan la posibilidad de accionar judicialmente para hacer valer la ley de datos personales cuando las demoras son inexplicables y vuelteras.

El 8 de agosto, mientra en el recinto de Senado arreciaban los discursos sobre la legalización, o no, de la interrupción voluntaria del embarazo, en la calle se notaba el coletazo del debate menos institucional pero tambien creciente sobre la laicidad del Estado. “Llevamos dos caballetes, una tabla. Pegamos una cartulina en la que habíamos escrito ‘haga fila, aborte a la iglesia’ y nos instalamos. Chicas jóvenes, gente grande, venían con la hojita que es la carta modelo para apostatar, con la fotocopia del DNI, todo para empezar el trámite. Un viejito de 80 dijo ‘yo soy católico de ir a misa todos los domingos pero es un horror lo que están haciendo, quiero apostatar’”, recuerda todavía asombrada Analía Más, secretaria de Género y Laicismo de la Federación Argentina LGBT e integrante de CAEL. Un rato después, a la mesa se acercaron la directora de cine Lucrecia Martel y algunas de las actrices que estuvieron activando fuertemente en opinión pública a favor de la legalización, como Valeria Bertucelli. Ese día, la mesita apóstata estuvo hasta cerca de las diez de la noche. Algunos de los que se acercaron se llevaron, además de la certeza de que empieza su trámite, un souvenir: una estampita como las de bautismo o comunión, pero de apostasía, con un San Cayetano de pañuelo verde.

Quemá esas anotaciones

“En el perfil de Facebook de CAEL en los días previos al evento anterior de apostasía tuvimos 500 mil y pico de visitas. En el último, previo a la sesión del Senado sobre aborto, tuvimos más de 600 mil visitas. De esa gente, 34 por ciento en un caso y 24 por ciento en el otro son mujeres de entre 20 y 34 años. En todos los casos, en todas las franjas etarias, siempre las mujeres son un poco más que los varones”, explica Fernando Lozada, de Ateos Mar del Plata, e integrante de CAEL. Para Lozada, la presión eclesiástica durante el debate por aborto legal fue determinante. “Históricamente, la iglesia ha operado muy fuerte contra la mente y los cuerpos de las mujeres. Con el debate de aborto eso quedó todavía más claro. Ver a las personas que sienten ese alivio cuando apostatan, como un rito termina siendo el trámite, desapegarse de eso, sacarse esas imposiciones, sentirse mas libre, con el debate de  aborto cerca es por eso. Es la posibilidad de tener autonomía”.

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