En los posters de Kerem, hasta la eternidad –cuyo estreno se anuncia para este jueves– no se ve más que el primerísimo plano de un rostro trigueño de pelo renegrido, barbita de un par de días y mirada penetrante, con un paisaje abierto como lejano fondo. Una imagen básica en comparación con las tonalidades sobrecargadas y los múltiples efectos digitales que eligen habitualmente las distribuidoras para promocionar sus materiales. Tan básica como consciente del poder de arrastre que ese rostro puede ejercer en un quienes lo reconozcan. Su dueño es Engin Akyürek, una de las máximas estrellas del firmamento de telenovelas turcas que pueblan desde hace años la programación de Telefé, quien ahora se prueba el traje de héroe romántico y trágico en la pantalla grande. El actor, nacido en Ankara hace 37 años, visitó por primera vez la Argentina para presentar esta historia que, a la manera de los culebrones del canal de las pelotas, pulsa con esmerado cálculo las cuerdas emocionales del público seguidor de los melodramas y los amores imposibles.

Surgido de un reality show de talentos en 2004, cuando, como dirá más abajo, nadie esperaba que las telenovelas turcas se convirtieran en el fenómeno planetario que son hoy, el protagonista de ¿Qué culpa tiene Fatmagül? y Kara para Ask –que actualmente emite Telefe de lunes a viernes a las 23.55– se pone en la piel de Kerem, un próspero arquitecto casado y con proyecto agrandar la familia a corto plazo, que sufre un devastador accidente automovilístico cuya consecuencia es, en principio, la muerte de su mujer. Tiempo después, con el peso del trauma sobre sus espaldas, algunas apariciones fantasmales lo empujarán al abismo de la locura, volviendo a lo real y lo imaginado parte de un todo invisible y llevando a la película del director Çagan Irmak del terreno romántico al del thriller, y de allí al del terror más clásico, con algunos sustos incluidos. “Es una historia con diferentes tonos, pero no me gusta encajarla en un género en particular. Sí siento que es una película que cura, que habla sobre cómo salir adelante”, define el actor ante PáginaI12.

–En varias entrevistas ha destacado que le gustan los personajes reales. ¿Qué vio en Kerem?

–Me sentí atraído porque la película cuenta la historia de una persona moderna. A pesar de nuestras vidas aceleradas, tenemos unos traumas en nuestro interior que nos esforzamos por ignorar. Pienso que Kerem es un prototipo de esa modernidad. Todos arrastramos cosas del pasado que no sabemos cómo deshacer.

–Tanto Kerem como sus personajes de las novelas ¿Qué culpa tiene Fatmagül? y Kara para Ask están atravesados por la culpa. ¿Tiene algún interés particular por ese tipo de roles?

–No es que los elija con esa característica, creo que la culpa es algo que está en todos nosotros.

“La verdad es que nadie lo había planificado. Ni los productores, ni los directores, ni los actores”, dice Akyürek cuando se lo consulta por el éxito de las telenovelas turcas, un fenómeno no sólo instalado en gran parte de Latinoamérica (la gira del actor tuvo escalas previas en Perú y Chile) sino también en lugares tan remotos –al menos desde estas pampas australes– como Indonesia. ¿Cuál es el secreto? ¿Cómo es posible que relatos tan atravesados por las particularidades culturales de un país penetren en mercados tan disímiles? “Pienso que es porque tenemos una manera muy nuestra de contar historias, de plasmar los sentimientos de los personajes en la pantalla, y eso es una diferencia para los espectadores que están acostumbrados a otro tipo de series”, responde Akyürek. “En las novelas turcas, los sentimientos son más profundos y nos interesamos más por explicar y enseñar cómo vivimos en nuestro país. Muchas veces esos sentimientos son universales, lo que permite una conexión con públicos de todo el mundo”.

Los números de la industria audiovisual turca asustan. Según datos publicados en la edición de julio del mensuario Le Monde Diplomatique, en los últimos quince años se vendieron más 150 telenovelas a un centenar de países en Medio Oriente, Europa oriental y Asia por un monto de 300 millones de dólares. Y todo indica que los números seguirán aumentado, dado que actualmente se producen entre 70 y 80 novelas por año. El cine también aporta lo suyo, con un promedio de 180 largometrajes anuales que, a diferencia de las novelas, difícilmente cruzan las fronteras del país. “El problema con estas películas es que no todas funcionan bien en taquilla. Creo que debería producirse más cine de género, que es el que mejor conecta con el público. Hoy por hoy las comedias son las más exitosas”, dice Akyürek.

Con la idea de sostener este ritmo de producción, en 2017 se anunció la construcción de Midwood, un complejo de sesenta hectáreas ubicado en las afueras de Estambul, con equipamiento técnico de última generación y numerosos set. Numerosos y variados: una mirada en la web muestra recreaciones perfectas de calles romanas, vienesas y neoyorkinas, entre otras, además de locaciones interiores que lo convierten en el estudio más grande de la región. El proyecto se inauguraría a fin de año, permitiendo no sólo optimizar recursos para la producción local sino también atraer rodajes del resto del globo. En especial de China y Estados Unidos, dos potencias siempre listas para inyectar dinero fresco donde los incentivos fiscales les cierren. También se acercaron los indios, tentados por un proyecto muy favorable a los rodajes en serie que caracterizan su industria. En ese sentido, el actor destaca la ubicación estratégica del emprendimiento, con un pie en Asia y otro en Europa. “Es una gran oportunidad porque podría convertirse en un estudio céntrico”, vaticina.