--Adrián Paenza: ¿Cómo coexistís con la frustración?

–Emuanuel Ginóbili: No muy bien. Soy muy crítico y lo fui desde muy chico, desde que tenía 8 años en la escuela, en inglés, en los partidos cuando tenía 12 años me autoexaminaba todos los días y no tenía un balance entre la exultación y la frustración. Era siempre, jugaba bien y decía esto es lo mío, yo acá la rompo, voy a vivir de esto, y jugaba mal y decía a quién le voy a ganar, voy a tener que ir a trabaja a algún lado porque el básquet no va a ser lo mío. Si bien mejoré con respecto a años anteriores, soy devastador conmigo mismo. Y... me duele mucho, me cuesta...

–Tener memoria corta en el partido es difícil... Es un entrenamiento, agarrar y lograr superar... decir acabo de tirar siete veces de tres y emboqué cero de siete. Eso empieza a jugar desde el primer tiro.

–Es muy difícil, porque uno sabe que en caso de que no cambie la racha, las críticas van a estar, que tus compañeros esperaban algo de vos que vos no les pudiste dar, que entrenaste meses para cumplir un objetivo y jugar de una manera y después no lo pudiste hacer... entonces te va pesando. Cuando te está sucediendo, tenés que tratar de dejarlo de lado y mentalmente es una batalla constante. O tenés un defensor que te está anulando, pero sabés que no hay un mañana y bueno, tenés que encontrar la forma y por ahí no es tirando, es creando algo para el resto, pero llega un momento en que uno tiene que decidir y está la pelea en que yo puedo, yo quiero, yo voy a revertir esta situación con la otra que es mejor que lo revierta otro porque no es mi día... Entonces, uno que es tan competitivo, a veces tiene que tomar decisiones entre esas dos y nunca sabés cuál es la buena hasta que termine el partido, ¿no?

–Sobre lo que pasó en el partido contra España en Japón, es la primera vez que puedo preguntártelo: toda España sabía que la pelota te la iban a dar a vos, no sólo los jugadores, creo que si toda España hubiera podido se hubieran ido todos encima tuyo. Ahora, la persona que está en ese momento ocupando tu cuerpo... Es una sensación muy extraña, pocos jugadores en la historia de las competencias internacionales viven esos momentos... ¿Cómo se vive un momento así?

–Es... Ya se me puso la piel de gallina de pensarlo. Fui a buscar la pelota, la agarré y creo que me quedé picando la pelota cinco o seis segundos en el medio de la cancha. Esa sensación es incomparable y que a la vez es muy complicado para un jugador, porque sabés que no vas a tener esa responsabilidad de nuevo. Nunca vas a vivir nada que te transmita esa adrenalina, esa sensación fuera del deporte, pero bueno, más allá de eso...

–Más allá de eso... Volvemos a eso.

--Es gigante. Estás jugando la semifinal del mundo, estás uno abajo y faltan diez segundos y tenés la pelota en la mano. El hecho de que todo el mundo supiera que yo iba a tener la pelota no me cambia, sí me genera orgullo de saber que mis compañeros sabían que la pelota iba a ser mía, el técnico sabía que me la iban a dar a mí, los rivales también, y eso te hace sentir bien. Pero lo que vas a hacer... uno toma decisiones dependiendo de lo que haga la defensa. Uno puede tener pensado voy a consumir todo el tiempo y voy a tirar en el último segundo, entonces sabés que normalmente va a ser un tiro de afuera, pero en FIBA, en un Mundial, no corren tanto las décimas, no son como en la NBA, entonces podía darme el lujo de perder algún segundito más o hacerlo un poquito antes. Era cuestión de penetrar, yo quería hacer el doble, pero cuando la defensa se apiña toda tenés que confiar en tus compañeros, es parte del juego y lo han hecho todos, desde Jordan que fue el más grande, tuvo que confiar en Steve Kerr, Armstrong, en Paxson, en todos...

–Y ves la cancha en ese momento, lográs ver todo lo que está pasando a tu alrededor... Eso del gorila que está pasando.

–Creo que sí, uno se pierde... sobre todo en momentos donde hay tanta presión y por ahí es más fácil perderse cuando es un contraataque o algo así, pero cuando el juego está tan estacionado y vos le dijiste a cada uno dónde ir, ahí ya sabés. Y yo tenía bien claro que ahí estaba el Chapu a la derecha y Pepe Sánchez al otro lado... Entonces yo sabía que si alguna ayuda necesitaba los tenía ahí y estaban teniendo los dos un buen campeonato en cuanto a triples. El Chapu, bueno, uno de los mejores tiradores del Mundial había sido. Y bueno, creo que tomé la decisión correcta... No ganamos, pero era lo que teníamos que hacer.

–Hablamos del principio, del durante y ahora empieza a estar un poco más cerca el final. ¿Cómo se prepara uno para dejar lo que tuvo? Porque la secreción de adrenalina, por ejemplo, son cosas que cualquier persona que las ha experimentado, después es difícil aceptar que no se van a dar más, que van a ir extinguiéndose hasta que desaparecen, que el teléfono suena menos...

–Es muy difícil, yo sé que lo voy a sufrir, no tengo dudas, sobre todo por mi naturaleza competitiva y por lo que te conté de la explicación de mi última pelota contra España. Sé que no voy a vivir eso nunca más cuando cuelgue los zapatitos...

–Qué quiere decir, ¿que no vas a ser técnico...?

–Yo no creo que lo sea... Y de hincha es otra cosa. Porque si soy manager, si soy scout, si soy asistente es distinto que el que tiene la pelota y sabe que el técnico depende de lo que vayas a hacer vos con la pelota, entonces esa sensación no va a estar más y yo lo sé. Cómo lo voy a aceptar, no tengo idea. Posiblemente necesita ayuda, ayuda profesional si realmente lo extraño mucho, pero no es fácil. A nosotros se nos facilita todo tanto, nuestra vida es tan privilegiada, de poder ganarnos la vida a un nivel superior económicamente recontra recompensados haciendo lo que nos gusta, es decir, jugando. Y encima, la cola en el Banco no la hacemos, si llamás a un restaurante no hay mesa para nadie y para nosotros hay, estamos muy malcriados en ese aspecto y pasar a ser uno más, un anónimo, un desconocido, si bien uno durante, fantasea, después lo extraña. Es inevitable y es un golpe psicológico muy grande para el que uno se tiene que preparar.

–Me pongo un momento en tu lugar y me imagino... Bahiense... Estamos hoy en este lugar y vos eras el que venías a representar algo que los de acá te dirían “si jugaba conmigo en la canchita; mirá dónde está ahora”.

–Eso pasa seguido, sobre todo cuando alguien trasciende un poco de los límites habituales. De vez en tanto está bueno aislarse un poquito y comentarlo con alguien que tenés al lado o pensarlo solo. Decir qué loco, pensar esta realidad 20 años atrás... 30 años atrás... o en el 2000... Que iba a ser campeón olímpico, que iba a ser tricampeón en la NBA... Y primero, esas cosas son imposibles de soñar, porque no hay ningún chico que hoy te diga voy a ser abanderado de la Delegación Olímpica Argentina. Son cosas que se dan y que cuando uno las piensa o ve el video, no tengo ninguna duda de cuando tenga 50 o 60 años van a adquirir más valor. Así que como te dije antes, son cosas que me han pasado y sé que no se van a volver a repetir en otro aspecto de la vida.

–Cuando vos escuchás a todos los que estamos de este lado que miramos esta generación de jugadores, atípica, porque nunca se dio, consiguió lo que nunca se consiguió... Yo creo que la Medalla Olímpica en Atenas es el registro internacional, el triunfo internacional más importante de la historia del deporte argentino. Por supuesto que es opinable, porque también hubo una Medalla de Oro en el Fútbol... Pero para mí, el fútbol era más esperable que lo tuviera, pero el básquet era totalmente impensado. Entonces, los que estamos afuera empezamos a depositar en ustedes cosas, uno empieza a querer que ustedes sean ejemplo de todo, que sean los mejores de la historia, que sean las mejores personas, los mejores padres, los mejores hermanos, y todo esto contiene una exageración obvia, pero al mismo tiempo, más allá de las exageraciones, obviamente también, este grupo de personas, ya no hablemos de jugadores, es una generación distinta. Algo tiene este grupo que otros grupos no tienen o no han tenido. Entonces, la exageración existe y yo me la banco, pero quisiera poder detectar qué es lo que es cierto de esto. ¿Dónde está realmente la diferencia en este grupo de jugadores que vos integrás, que vos liderás, del que vos formaste parte, que vos ayudaste a construir, etc.?

–Yo no puedo explicar en dónde reside la diferencia y sobre todo el porqué. El porqué es inexplicable.

–¿La química?

–Y por qué se dio esa química tampoco. Históricamente Argentina fue, y en muchos deportes, gente talentosa, capaz, más en lo individual que en lo grupal y que se haya dado este grupo... Ahora queda un poco arrogante también hablar, porque soy parte de ese grupo. Yo me siento capaz de decirlo y seguro, que nunca vi un equipo que trabaje como tal, que sienta tanto respeto entre sí y con tan claros objetivos grupales. Obviamente hay jugadores que les gusta hacer más puntos que a otros, hay otros que no les interesa hacer un punto y quieren simplemente fajarse con todo. Pero como cada uno entendió su rol, el apoyo mutuo, el respeto mutuo, hay miles de ejemplos que nunca vi en otros equipos. Yo salí campeón de la NBA tres veces y uno puede decir que estaba en el mejor equipo del mundo, pero no es lo mismo. No es la misma sensación, la misma seguridad, entrar a la cancha... Salí campeón de Europa también y sí era un equipo tremendo, pero lo que sentimos por el de al lado es lo que noto que no se puede dar en otro lado, porque nos une una gran amistad con Chapu, con Luis, con Fabri, con Pepe que después se fue, con el Puma... Se dieron muchísimas cosas para que existiera este grupo.