Entre risas, tarjetas rojas y amarillas y buenos augurios para el Mundial del 2026, se reunieron el presidente de EE.UU. y el de la FIFA; el país y la organización deportiva más poderosos del planeta. Donald Trump y Gianni Infantino bromearon en la Casa Blanca, se desearon un futuro venturoso y sentaron las bases de un próspero negocio a ocho años de distancia. Si pretendían mostrarse empáticos los dos, lo que consiguieron fue el efecto contrario. Un montaje teatral.

Al dirigente deportivo se lo vio obsecuente con su anfitrión y el magnate devenido en jefe de Estado aprovechó el momento para ratificar una de las medidas más odiosas de su gobierno. Declaró por enésima vez: “El muro será muy fácilmente pagado por México”. El muro antiinmigrantes, el que quizás quede concluido para la Copa del Mundo que coorganizarán Estados Unidos y su vecino, más Canadá.

Infantino le dijo “ya somos parte del equipo de la FIFA” mientras le regalaba a Trump una camiseta de fútbol azul con el apellido del presidente de EE.UU y el número 26 en la espalda. También le ofrendó un par de tarjetas. El político del jopo batido que habita en Washington DC tomó la roja y amagó tirársela a la prensa acreditada. Pero rebobinó y se la mostró a los cronistas que cubrían el encuentro como si fuera un árbitro. Autorreferencial, agregó que iba a estudiar si prolongaría su mandato porque “ellos se van a aburrir”, por los periodistas. “Quiero agradecerle al presidente Trump por el compromiso y apoyo de su gobierno”, comentó el suizo que hizo todo lo posible para quedar bien. En ese clima su interlocutor volvió sobre el tema del muro. Sin anestesia, sin red, incluso unas horas después de que Estados Unidos y México actualizaran el Tratado de Libre Comercio para América del Norte. Solo faltaría que se adhiera Canadá.

En este caso, la relación entre la política y el fútbol se materializó desigual. Como el saldo que dejará la Copa del 2026. De los 80 partidos que tendrá, diez se jugarán en Canadá, diez en México y 60 en Estados Unidos. La propuesta organizativa contempla que la sede de todos los encuentros será EE.UU. a partir de los cuartos de final. Trump entiende que el muro es un disuasivo para la inmigración, pero que no entorpecerá el Mundial. México ya le respondió que no pagará ni un ladrillo para levantarlo. Una obvia declaración de principios, aunque la necesidad tenga cara de hereje.