“Cada vez que se iba a acostar, mi nena de doce años nos saludaba: buenas noches mamá, buenas noches papá. Yo la acompañaba a la cama, la tapaba y cuando me iba volvía a gritar: buenas noches mamá, buenas noches papá. Ahora nos encontramos al final del día, solas las dos, y ella no se anima a decir nada. Me toca la manito. Y yo me doy cuenta. ‘Hasta mañana Rubén’, empiezo. Y ella me sigue: ‘buenas noches, papá’”. Mabel Zurita, esposa del auxiliar fallecido durante la explosión de la escuela 49 de Moreno, recuerda la escena y no puede aguantar las lágrimas. Hace un mes, la desidia estatal se cobró la vida de su compañero, Rubén Rodríguez. 

El día de la explosión, Mabel estaba dando clases en la escuela 47. “Siempre tengo el teléfono en silencio pero ese día no se por qué había quedado en volumen alto y me pareció escuchar que sonaba. Estaba haciendo una actividad en grupo con los nenes de segundo pero vi que tenía una llamada perdida. Volvió a sonar y cuando atendí me dijeron que me tenía que acercar a la 49 porque había ocurrido un accidente. No me querían decir nada. Entonces yo lo llamaba a Rubén, la llamaba a Sandra, trataba de comunicarme con la escuela. Nadie atendía. Una compañera me alcanzó en auto, porque las calles allá estaban todas rotas y el colectivo no entra, y en el viaje me enteré por celular, a través de un grupo de secretarios de Moreno”, contó Mabel. 

Desde hace un mes, le cambiaron la vida para siempre. Le quitaron a Rubén, el compañero con el que compartió 27 años. Por una pérdida de gas que ya había sido denunciada. “Vivo el día a día. Hay días que estoy bien, hay días que no paro de llorar. Saco fuerzas no sé de dónde, porque tengo una hija, que ahora está enferma y yo creo que es un poco porque está somatizando, expresándose de esa manera, porque no pudo llorar todavía. Lo único que me dijo,y esto fue hace tres días, fue ‘¿por qué papá no está más con nosotras? ¿por qué se tuvo que ir? Lo extraño mucho”. Y yo sin poder darle una respuesta. Solo la abrazo, le digo que la amo”, confesó Mabel. “Los lunes y los jueves lo esperábamos con la comida hecha, porque enseñaba carpintería en un centro de formación profesional y llegaba tarde. A veces, cuando se acerca la noche, lo espero y pienso que va a llegar, que en cualquier momento va a aparecer en casa”, siguió.

Un mural con las caras de Sandra y Rubén ilumina la esquina de la escuela 49, que tardíamente está siendo refaccionada. “Eran dos personas con un compromiso social muy importante. Lo que más extraño de Rubén es su bondad, su compañerismo. Lo excelente padre que era. Diez años estuvimos buscando a Maia. Y su embarazo y nacimiento fue muy difícil, porque nació con hipertensión pulmonar. Transitamos juntos momentos muy difíciles. Amaba inmensamente a su hija, como Maia lo amaba a él. Siempre pendiente, siempre caballero. Como pareja maravilloso, muy atento, siempre tratando de decir algo para sacarte una sonrisa. Era mi compañero de vida”, dijo Mabel.

Informe: Azul Tejada