Cuando se habla del ensayo o de las ciencias sociales latinoamericanas, se suelen enfocar una serie de dilemas: su relación con sus pares europeos, su repetida tensión entre lo singular y lo universal, sus dificultades para salir de los temas “locales”. Se suele poner menos atención en otro problema que las constituye tanto como los anteriores: su heterogeneidad interna. ¿Qué tipo de unidad constituye “América Latina”? Se trata de un enorme problema cultural que también es lingüístico, pues son muchas las lenguas que conviven en la región. Pero allí sobresale una cuestión, casi tan grande que resulta extraño que no esté permanentemente presente en nuestras discusiones: Brasil. La diferencia lingüística ha constituido una verdadera muralla que ha dificultado considerablemente la circulación de reflexiones sobre problemas comunes, que tienen una enorme potencialidad para construir un horizonte regional de abordaje crítico de los dramas latinoamericanos.

En el camino de afrontar estas dificultades, la Universidad Nacional de General Sarmiento ha lanzado la serie Estudios brasileños, que publicó en los últimos meses sus primeros cuatro títulos, todos ellos prologados por importantes figuras de las ciencias sociales argentinas. La colección contempla la publicación de textos clásicos del pensamiento brasileño y de investigaciones recientes capaces de entrar en diálogo con modos de trabajo similares que se llevan adelante en nuestro país.

Entre los cuatro primeros libros sobresale El negro en el mundo de los blancos, de Florestan Fernandes, traducido por Mariana de Gainza y con un exquisito prólogo de Horacio González. El libro viene a resolver parcialmente la notable deuda de la edición argentina con la obra de Florestan, definido por el prologuista como “el nombre mismo de la sociología” en Brasil. Colección y compilación de ensayos de las primeras décadas de su trabajo de investigación, el libro aborda distintos aspectos de los dilemas de la “democracia racial” en Brasil, incluyendo tanto estudios estrictamente sociológicos en torno de las formas de integración del negro como finos trabajos sobre la cultura y la historia negra en Brasil, todo lo cual se encuentra articulado por una fuerte apuesta política por una revolución democrática que se confronte con las desigualdades históricas de la sociedad brasileña.

El trabajo del antropólogo, de Roberto Cardoso de Oliveira, traducido por María Cecilia y Ezequiel Ipar, y prologado por Alejandro Grimson, reúne una serie de escritos que dan testimonio de la experiencia de toda una vida dedicada a la antropología, desde que Cardoso cobrara notoriedad a partir de las seminales contribuciones de los años sesenta en torno de la “fricción interétnica” como drama que confrontaba la expansión de la sociedad nacional brasileña con los territorios indígenas. La primera parte del libro recorre diversas aristas del oficio del antropólogo. La segunda aborda el problema del estatuto teórico de los conceptos producidos en la periferia respondiendo con solidez y sensibilidad al viejo problema de nuestra relación con las teorías europeas. La tercera enfrenta la cuestión de la ética en las ciencias sociales, en lo que constituye una celebración del compromiso de la actividad intelectual por producir transformaciones en los campos en los que trabaja. 

La inconstancia del alma salvaje, de Edgardo Viveiros de Castro, traducido y prologado por Guillermo David, reúne una serie de artículos y ensayos que recorren las últimas tres décadas de producción de este fundamental antropólogo contemporáneo, y una informada entrevista sobre su trayectoria y sus principales contribuciones conceptuales. El volumen incluye sustantivas reflexiones teóricas en torno del “perspectivismo”, otra poderosa palabra que la antropología brasileña dio al mundo de las ciencias sociales. En parte surgida con un tono crítico de la “fricción” de Cardoso, la propuesta de Viveiros se aproxima más a un horizonte post estructuralista que pone en cuestión una importante cantidad de supuestos que acompañan a las ciencias sociales occidentales en general. Igual que el de Cardoso, el de Viveiros es un libro de antropología y también una profunda reflexión epistemológica y filosófica que se inscribe en el corazón de las grandes problemáticas contemporáneas de las humanidades.

Por último, Tiempo de Brasilia, de Antonádia Borges, con traducción de Lucía Tennina y prólogo de Pablo Semán, es el resultado de una finísima etnografía realizada a inicios del milenio en la ciudad de Recanto das Emas, en el borde de la moderna capital Brasilia, que conmueve las concepciones fijas del tiempo y el espacio propias de una mirada clásica del vínculo entre el Estado y los sectores populares. El libro recorre distintos “lugares-eventos”, esto es, espacios que son a la vez acciones y formas de intervención  (la ocupación, la casilla, el lote, el asfalto), para desembocar en el “tiempo de Brasilia”, fórmula con la cual los propios “nativos” (cuya voz ocupa el centro del libro) designan las ecuaciones gubernamentales que ponen en medidas de tiempo y permanencia en la ciudad la posibilidad misma de acceder a un suelo propio. Así, en las más diversas formas de la espera, se entreteje una vida social atravesada por la política, y que por ello deja ver de manera muy densa dimensiones concretas del Estado no siempre contemplados en los más esforzados análisis politológicos.

En suma, la colección se inicia con cuatro libros que revelan rápidamente una amplia vocación traductora: distintas generaciones, distintas disciplinas (e incluso indisciplinas) y distintos modos de trabajo que invitan a que el ensayo y las ciencias sociales argentinas profundicen un camino de apertura a sus pares brasileñas, para encontrar en ese diálogo tanto sus propias singularidades como posibles caminos que, aun sin plena conciencia de ella, ya fueron recorridos en común.u