En cualquier negociación, aún aquellas en las que hay muchos acuerdos o desigualdades decisivas, existen momentos de pulseada, tira y afloja. Trances que imponen plantarse frente a la contraparte. El ministro de Hacienda Nicolás Dujovne es inepto, también, para desempeñar ese rol. Lo dejan expuestolas posturas corporales junto a la titular del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde. Écheles un vistazo, si tiene estómago para digerir escenas chocantes. Parece ser un fan que va a pedir un autógrafo o un olfa o una mascota haciendo fiestas a su dueña. 

En la conferencia de prensa del lunes pasado, Dujovne adujo que hay quienes parecen pensar que el gobierno es un conjunto de sádicosque hacen experimentos alocados. Y bué…

Experimentos con seres humanos practican: si algo falla, reinciden duplicando las dosis. El supuesto remedio agrava las dolencias.Las recetas pecan por repetitivas: fueron ensayadas antes con secuelas feroces que insumió años zurcir o remontar.

En cuanto a lo de sádicos vale la pena volver a las fuentes: reversionar la banalidad del mal tal como la fundamentó Hannah Arendt. Personas que causan daños terribles como conducta habitual la naturalizan y alienan de su vida privada. El fanatismo los ayuda a autojustificarse: quienes nos ocupan son talibanes del neoconservadorismo, portadores de una verdad única. Además, defienden intereses propios, de sectores afines y de clase. Transcurren en un microclima de personas satisfechas, que los adulan e incitan. 

¿Creen en sus disparates? Asunto discutible… este cronista cree que en buena medida sí porque de lo contrario no podrían dormir de noche ni besar a sus hijos mientras llevan al país a la catástrofe y a millones de personas (pibas y pibes en particular) a la miseria, el hambre, la pérdida de derechos constitucionales.

De cualquier manera, de modo consciente, matufian datos o psicopatean a sabiendas.

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Miente Nico, miente…: Una periodista de La Nación le preguntó sobre un paper del ministerio que se filtró proyectando inflación anual del 42 por ciento y contracción de la economía del 2,4 por ciento. Dujovne titubeó (su mejor destreza), no negó la existencia del material limitándose a escudarse en que no es público y hay otros dando vueltas. Consuelo de tontos o de quienes están pésimo pero acostumbraus: si el Gobierno profetiza esas cifras, las reales finales serán peores. 

Cuando anunció la supresión de subsidios para transporte público y la tarifa social eléctrica Dujovne alegó que las provincias podían hacerse cargo porque su posición financiera es más desahogada que la del Estado nacional. Y que, por ello, no habría aumentos ni perjuicios para los usuarios.

Bastó que los gobernadores pusieran el grito en el cielo para que la Casa Rosada retractara parcialmente lo referido a la tarifa social eléctrica. Suspendió la movida, no la anuló: queda como prenda de negociación en la discusión del Presupuesto 2019.

Las provincias atraviesan situaciones variopintas, la mayoría está asfixiada financieramente. La eliminación del Fondo Federal Solidario (FFS) les resta recursos que llegaban diariamente. La traslación de servicios sociales agrava la tendencia. Por dar solo un ejemplo, el gobernador santafesino Miguel Lifschitz tasó en 2300 millones de pesos lo que se deja de recibir para transporte público interurbano (a cargo de la provincia) y urbano (que pesa sobre los municipios). Y en 1700 millones de pesos el costo de la tarifa social eléctrica. La opción para los distritos es dual: asume esa inversión social en un momento de cajas vacías o deja a la intemperie a personas humildes.

El ministro incurrió en una promesa falaz: su palabra (tan devaluada como él mismo) no representa ni obliga a las 24 provincias y miles de municipios que deben decidir. Al asegurar lo que no le concierne trata de dispensarse de responsabilidades, de poner la culpa en otros, la especialidad de la casa macrista.            

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Un impuesto engañoso: El impuesto transitorio a las exportaciones grava a la soja con una tasa fija estipulada en cuatro pesos. Equivale a un diez por ciento con el dólar a cuarenta, el valor se licuaría si la divisa se aprecia. Agrede la lógica fiscalista, beneficia a quien se le estaría pidiendo un esfuerzo; paga menos impuestos cuanto mayor sea la renta extraordinaria. En fin…

El engendro incentiva que los poderosos exportadores apuesten al aumento del dólar. Y que retengan exportaciones hasta que se concrete ese futuro, filo inexorable. Un dislate mayúsculo… salvo que la finalidad sea redundar en beneficios a los más ricos.

Dejemos a Adrián Paenza o a alguien con destreza matemática calcular con que precio del dólar “el campo” tributaría menos que ahora a valores constantes. Y a augures vaticinar en cuál de los próximos meses se consumaría la nueva proeza de Hood Robin.

Volvamos a las provincias, al federalismo en jaque.

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Doble inviabilidad: El presidente Mauricio Macri descuajeringa al Estado nacional mientras debilita a las provincias. El federalismo, una división de competencias minoritaria en la experiencia comparada, funciona bien si la Nación actúa como integradora y como reparadora de las desigualdades regionales. Transitamos el camino inverso, en tren bala.

El ex superministro de Economía Domingo Cavallo asfixió financieramente a las provincias, luego las menoscabó rotulándolas como “inviables”. Macri y el mejor equipo siguen sus pasos: les conviene tener interlocutores condicionados, presionados para someterse. La proyección nacional de políticas públicas se socava desde diciembre de 2015, los ejemplos abruman. Va una pequeña muestra: INTI, INTA, Agricultura Familiar, Télam, el FFS, los subsidios, los programas equiparadores de los ministerios nacionales (cuya reestructuración se analiza en nota aparte). Agencias, programas, planes, asistencias que se ramificaban en todo el país, articulando las diferencias.

La fragmentación es herramienta del programa M y también objetivo. La Argentina va camino de transformar un sistema federal con falencias y virtudes en una confederación de provincias anémicas, apenas articuladas. Un esquema atroz, no trazado con tiralíneas en una mesa de arena aunque sí consecuencia de un proyecto concentrador empeorado por gestores rústicos y economicistas.

Los gobernadores afrontan un desafío formidable, con la soga al cuello. Si ceden ante la Nación –condicionados por las falencias económicas y el chantaje de la “gobernabilidad”–  ponen en riesgo su legitimidad de ejercicio y la vida digna de sus administrados. Afrontan una disyuntiva exigente, que medirá su aptitud como representantes de sus pueblos.

Variosgobernadores cumplen su primer mandato (no tienen yerba de ayer secándose al sol). En casi todos los territorios la etapa macrista ha sido devastadora. Hay excepciones, zonales, por rama de producción y sociales: minorías que mitigan la homogeneidad. 

Como fuera, los “gobernas” arriesgan su continuidad. Especulan con adelantar o desdoblar las elecciones locales, es su derecho y su yeite… que difícilmente los aísle del derrumbe generalizado. No en plenitud, cuanto menos.

El debate parlamentario sobre el Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) que abolió el FFS fungirá entre los primeros episodios de una saga, aunque tal vez la correlación de fuerzas en Diputados le alcance a Cambiemos para mantener el engendro.  

La oposición debe calibrar si acompaña sin chistar el Presupuesto 2019. Macri y Dujovne dicen que es consecuencia del diálogo pero solo se conversó con el FMI, en los términos de sumisión que señalamos en los primeros párrafos de esta columna.

El anuncio de la grave enfermedad del gobernador pampeano Carlos Verna amerita, primero, desearle que salga bien de “la dura lucha” que él mismo anunció. El pedido de licencia, la renuncia a la reelección, alejan del centro de la escena a un mandatario con más enjundia y muñeca que la media de sus pares. Cada paraje es un mundo. La Pampa cuenta con la ventaja comparativa de estar bien administrada. Verna con la de ser un líder popular con larga trayectoria y experiencia. La repercusión del anuncio, que guardó en reserva con enorme sigilo (cuentan coterráneos de distintas banderías) impactó en la sensibilidad de los pampeanos. 

En estos años, el peronismo pampeano le sacó el mayor jugo posible a su poder relativo, son contados los colegas de Verna que pueden aducir lo mismo. Volvamos al núcleo.

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Balances falsos, perspectivas sombrías: La estanflación perdurará. Los precios de los alimentos trepan, transitan el entrepiso, el techo sigue lejano. Constelan por la estratósfera el pan, la carne, el aceite, el azúcar, artículos que hasta el nutricionista Alfredo Casero consideraría de primera necesidad. Los combustibles líquidos avivarán el fuego de la inflación. Cierran tambos, se reconvierte a la baja la cadena de helados Freddo que era una especie de pozo de petróleo. Los despidos son escena cotidiana, en sector público y privado. 

En la Casa Rosada, zonas de influencia y medios adictos difunden como un alivio que la trepada del dólar haya dado resuello durante tres días. Es absurdo suponer que la economía real recuperará bríos si el aumento anual del dólar es del 98 por ciento en vez del 110, pongalé. Una distracción para alucinados o necios, porque las demás variables están desquiciadas tanto como las perspectivas de casi todos los argentinos.

La misión en Washington acentuará la crisis integral, porque alimenta sus causas. 

La embestida contra la educación pública forma parte del paquete. El aniquilamiento o la consunción del “estado social” es su primer fundamento. Macri expresa, entre su colección de simplismos, que nadie debe gastar más de lo que gana. Así contado, puede parecer sensato. Pero los más humildes, en especial, reciben del estado prestaciones dinerarias o no dinerarias que mejoran su patrimonio: por ejemplo, educación, salud y acceso a bienes culturales gratuitos. Al troncharlos se agrava la desigualdad… como siempre ocurre con los modelos de ajuste y endeudamiento cuando se pinchan los globos.

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