El peronismo de Rosario cree que el fuerte pronunciamiento opositor que ha lanzado el socialismo respecto del gobierno nacional puede tener consecuencias favorables al entendimiento con la intendenta Mónica Fein. Hasta ahora, el PS en la ciudad había privilegiado la negociación con el PRO para temas sensibles como el aumento del boleto del transporte y el incremento de la Tasa General de Inmuebles. Ahora que Nación barrió los subsidios para los colectivos urbanos, de poco le serviría al oficialismo local una conversación con los representantes del macrismo en el Palacio Vasallo. Será a cara de perro hasta las elecciones.

Pero en alguien se tienen que apoyar y para eso deberán virar hacia el interbloque peronista que ya tiene en agenda qué pedirle al oficialismo: la Emergencia Alimentaria en Rosario y el Compre Rosarino que impulsa de la mano de la Unión Obrera Metalúrgica que conduce Antonio Donello. Dos ítems bien peronistas que hasta ahora no lograban acuerdo en el Concejo. Vendrán otros.

El Frente Progresista se había rendido a los encantos del éxito electoral del PRO en Rosario. Los resultados derivaron en un bloque numeroso para Cambiemos y en política, se sabe, no sólo manda la ideología. Además con el peronismo subsistían viejos rencores que nunca fueron saldados como el proceso que terminó con la cárcel para el ex jefe de policía Hugo Tognolli y la estigmatización de La Cámpora cuando el Cuervo Larroque popularizó el término “narcosocialismo”. Esas cosas no se olvidan y cuando menos se espera vuelven a escena.

En el partido de la rosa siempre existieron los dirigentes más o menos antiperonistas. Como en casi todas las fuerzas políticas de Argentina, la relación con el peronismo es toda una definición. Por esas cuestiones le costó tanto al ex gobernador Antonio Bonfatti pasar el trago amargo de la neutralidad en el ballotage de 2015. Si algo estaba seguro de no querer era el triunfo de Mauricio Macri y hasta una vez se le escapó en un programa de televisión en esa época. Pero finalmente aceptó el posicionamiento del partido que ahora conduce: El kirchnerismo estaba en baja para gran parte de la población y no tenía sentido malquistarse con un electorado provincial que empezaba a inclinarse por Cambiemos. La tercera posición, que tuvo enormes costos electorales para el socialismo, era sin embargo la mejor política de reducción de daños.

Ahora ya no hay motivos para seguir respetuosamente los lineamientos del gobierno nacional. Desde la política se terminaron las silenciosas promesas de darle al gobernador Miguel Lifschitz la posibilidad de una reforma constitucional con reelección. Y desde la gestión todo fue negativo para Santa Fe, una de las provincias que sufrirá más el ajuste y a la que encima nunca le pagaron la deuda histórica consolidada por el fallo de la Corte Suprema de Nación.

El PS ya no tiene legisladores nacionales que le respondan así que Lifschitz prefirió aceptar una invitación de California a posar para la foto con el presidente este martes, cuando Cambiemos intente mostrar el acuerdo con los gobernadores más como un respaldo político para la gestión, que la consecuencia de un consenso técnico sobre el futuro fiscal del país.

 

Andres Macera

 

El gobernador santafesino tuvo temor de ser señalado como un paria que no acordaba con las políticas nacionales y no quería quedar por fuera del establishment del poder. Pero ya no hay retorno: le mintieron en lo político y lo castigaron como a cualquiera en lo institucional. Nada consiguió de Macri, que además lo expuso diciendo que Lifschitz tenía una actitud en lo privado y otra en lo público. También lo había señalado como el gobernador  que menos colaboraba con “el proyecto nacional”. Si se analiza, el socialismo recibió más castigo en estos dos años y medio que en los doce que gobernó el kirchnerismo.

Desde la Nación lo siguen criticando a Lifschitz y dicen que se ha posicionado ahora como duro opositor porque “está privilegiando la construcción de su candidatura nacional” al tener vedada la posibilidad de una reelección en Santa Fe. Pero eso al ex intendente no le cae mal, lo pone de nuevo en escena y la da la posibilidad de seguir generando expectativas en el último tramo de su mandato. Lifschitz no cierra sin embargo la puerta a una posible candidatura provincial como cabeza de una lista de diputados provinciales, una postulación que movería decididamente el tablero provincial de cara a los comicios de 2019.

Con todo, esta nueva relación del socialismo con Cambiemos no es buena para el radicalismo santafesino y tampoco lo es para el PRO que no tiene candidato a gobernador de fuste para la contienda del año próximo. La UCR que conduce Julián Galdeano renovó sus esfuerzos por permanecer con un pie en cada bote y ha determinado que los radicales de cada distrito decidan qué alianza les queda mejor: Con el macrismo o con el socialismo que vuelve a cotizar en alza tras el enorme desgaste político del gobierno nacional por la crisis económica.

Los radicales santafesinos no se resignan a atarse una soga al cuello y saltar al río. La lucha es por la supervivencia política y ésta no viene de la mano de un camino propio sino dentro de un frente, por izquierda o por derecha, que les permita conservar espacios de poder en las distintas estructuras. Sólo dirigentes de otras épocas como Luis “Changui” Cáceres, que esta semana tuvo actividad en Rosario y arma una convocatoria nacional, están dispuestos a desandar el empinado camino de la recuperación histórica de las mejores tradicionales radicales.

Con Bonfatti en Giorgia en la cumbre de la Alianza Progresista Mundial donde además se acuñó un documento contra el neoliberalismo en el mundo y un párrafo especial para el gobierno argentino; y Lifschitz en California bien lejos de la Casa Rosada, el socialismo ha determinado su futuro. Además cree que hoy sí más que nunca puede sacar rédito de su “neutralidad” en la grieta. Creen los más encumbrados cuadros del PS que gran parte del electorado percibe que los que venían a luchar contra la corrupción terminaron llevando al país a una catástrofe económica y social que ya nadie esperaba para la Argentina.