Podrían imaginarse varios juegos de palabras con la mayoría de edad alcanzada por el Festival de Cine Alemán, pero lo cierto es que hace ya bastante tiempo que el evento anual organizado por German Films está afianzado en el cronograma anual de eventos cinematográficos porteños. En las palabras introductorias del catálogo, escritas especialmente para esta edición, Inge Stache –Curadora de Programación Cultural en el Goethe-Institut Buenos Aires, entidad que apoyado sin fisuras al Festival– afirma que la programación ofrece una “oportunidad de sumergirnos en la cosmovisión de la sociedad alemana actual y apreciar filmes de géneros diversos, obras de directores consagrados internacionalmente, como también operas primas sorprendentes”. Como ocurre todos los años, ya que una de las ideas rectoras del puñado de largometrajes (este año serán catorce) y cortos que se vienen exhibiendo desde hace casi dos décadas ha sido la de la diversidad, tal vez con la intención de romper con la imagen de homogeneidad que algunos espectadores pueden llegar a tener de una cinematografía como la germana.

La película de apertura de esta 18° edición –que comienza mañana y se extenderá hasta el miércoles 19 en los complejos Village de Recoleta y Caballito– llega acompañada por la visita de su director, Hans Weingartner, reconocido internacionalmente por el notable éxito de su película Los Edukadores. Lejos del tono político y polémico de aquel film –aunque no exenta de discusiones de diverso tenor entre sus dos protagonistas–, 303 recorre las rutas de Alemania, Bélgica, Francia, España y Portugal a bordo de una casa rodante de los años ‘80 (“un Hymermobil sobre chasis de un Mercedes 303”, según afirma Jule, la experta conductora interpretada por Mala Emde). Haciendo dedo al costado de la autopista, Jan (Anton Spieker) conoce a la dueña del vehículo y juntos inician un largo viaje cuyo destino final e intenciones originales se verán interceptados por el nacimiento de la atracción mutua. 303 es una road movie romántica atravesada por discusiones científicas, existenciales y personales, deudora en parte del corazón emocional de la célebre trilogía de Richard Linklater, aunque aquí congelada en un tiempo y espacio muy particulares: apenas algunas semanas de los años de juventud.

Otro de los films de alto perfil a exhibirse por estos días (como 303, estrenado mundialmente en la última edición del Festival de Berlín), el último largometraje de –es uno de los tantos títulos que durante los últimos años se han esforzado, desde la ficción, por retratar algún aspecto de la vida en la ex República Democrática Alemana. Basada en un hecho real muy poco conocido, La revolución silenciosa narra las insospechadas consecuencias de un pequeño acto de rebeldía en el aula de una escuela secundaria. Corre el año 1956 (algunos años antes de que comenzara a erigirse el Muro de Berlín) y la reciente invasión soviética a Hungría empuja a un grupo de estudiantes a solidarizarse con las víctimas con un minuto de silencio en clase. Lo que sigue, luego de un ejemplo perfecto del efecto dominó, es una investigación hasta las últimas consecuencias de las causas y orígenes del hecho, punto de partida para que el miedo y la delación, pero también el compañerismo, circulen entre los miembros de ese grupo de jóvenes atrapados por las circunstancias políticas y sociales. Kraume apunta a una narración clásica y transparente, apoyado por una reconstrucción de época precisa, y apela a las emociones del espectador antes que a la reflexión histórica o ideológica.

Ella & Nell es un animal de otra raza: minimalista a ultranza, la ópera prima de Aline Chukwuedo enfrenta a dos amigas de la adolescencia que ahora pisan los 40 años en un reencuentro y salida al aire libre, en una zona de montaña boscosa alejada de Berlín. Las mujeres no podrían ser más diferentes: soltera empedernida una de ellas, además de aventurera y osada; madre y esposa la otra, y definitivamente poco acostumbrada a pasar una noche a la intemperie. De a poco, ese universo exterior no exento de riesgos físicos comienza a transformarse en un reflejo de lo que ocurre dentro de ellas, un espejo de sus miedos y deseos más profundos. La realizadora logra transmitir emociones y sensaciones sin recurrir a palabras explicativas, utilizando como marco contenedor la naturaleza salvaje y muchas veces opresiva que rodea a esos dos únicos personajes.

El documental The Cleaners, en tanto, se abre al mundo globalizado para analizar el trabajo cotidiano de los “limpiadores” de imágenes y videos en las redes sociales, seres anónimos que, desde ciudades como Manila, en Filipinas, se encargan de eliminar todo aquello que las reglas de uso de las apps más populares prohíben expresamente. Más allá de su formato televisivo y el uso bombástico de la música, el documental de Hans Block y Moritz Riesewieck –estrenado a comienzos de este año en el Festival de Sundance– ofrece una mirada atenta a un ámbito cercano y al mismo tiempo desconocido, y gana en potencia cuando denuncia una de las consecuencias indirectas de las políticas de megacorporaciones como Facebook y Twitter: la aplicación de reglas “especiales” en países con censura política directa, so pena de ser bloqueados por completo en esas regiones.

La oferta cinematográfica del 8° Festival de cine alemán incluye, entre otros títulos recientes, el drama intimista En los pasillos, protagonizado por Sandra Hüller (la hija de Toni Erdmann en la película de Maren Ade); Cuatro manos, del realizador Oliver Kienle, un thriller con crímenes del pasado que insisten en retornar; y el film mutante (drama familiar primero, relato de suspenso después) Las tres cimas, con protagónico de la franco-argentina Bérénice Bejo. Además de los consabidos cortometrajes englobados bajo el paraguas Next Generation Short Tiger, se proyectará en la función de clausura un film mudo restaurado (ver recuadro), otro clásico ineludible en la programación del evento.

* Programación completa, días y horarios en www.cinealeman.com.ar